«Si tenemos que acabar en la cárcel que no sea por un microsurco de 45 revoluciones, regrese a Londres y vuelva con un álbum completo de canciones». El director de la casa Philips, Maurice Meyerstern-Mégret después de escuchar con estupefacción la maqueta de Je t'aime, moi non plus cantada por Serge Gainsbourg y su compañera sentimental Jane Birkin, daba el visto bueno a la edición del tema que marcaría un hito en la historia de la música pop. La composición acabará convirtiéndose en un fenómeno social, la enseña melódica de la revolución sexual que se había iniciado en los años sesenta y que señalará la década siguiente: por primera vez en un registro musical se escuchaba a una pareja realizando el amor físico. El escándalo musical anunciaba el año erótico de 1969, con el primer hombre dispuesto a pisar la luna y los signos de fractura de la formación musical, The Beatles, que había servido de bandera y banda sonora de la tumultuosa década de los sesenta que tocaba a su fin.

Todo había comenzado justo un año antes, Serge Gainsbourg, un músico y compositor de largo recorrido, creador de canciones de éxito para intérpretes tan diversos como Juliette Gréco, Brigitte Bardot, Petula Clark o France Gall, ha dejado una canción de titulo irónico, Je t'aime, moi non plus - Te quiero, yo tampoco- inspirada en una frase de Salvador Dalí, guardada bajo siete llaves en un cajón. La composición ha nacido durante un breve idilio que el músico ha tenido con la actriz Brigitte Bardot. La estrella y todavía símbolo sexual le ha pedido como ofrenda amorosa que le escriba «la más bella canción de amor», como resultado de la petición, los estudios Barclay de Paris han sido testigos de un insólito dúo erótico donde dos personas, un hombre y una mujer, simulan el acto sexual delante de los micrófonos. Aunque el tema está dispuesto para su publicación, la actriz, en aquel momento, casada con el magnate alemán Gunther Sachs, renuncia finalmente a ver su nombre asociado a la canción y le pide al compositor que no publique el disco. El tema, ahora archivado, cierra la breve historia de amor entre los dos.

Cuando Serge Gainsbourg compone su sulfuroso tema amoroso ya había dado abundantes pruebas de su talento para conjugar palabras, melodías e imágenes. Autores como el escritor y compositor Boris Vian le han señalado el camino para conjugar con ironía e imaginación ese arte menor para el que es el oficio hacer canciones. El triunfo en Eurovisión en 1965 de su canción Poupée de cire, poupée de son, le ha abierto otros territorios musicales y beneficios económicos. Compositor de éxito, números intérpretes llaman a su puerta, esperando su bendición creativa. A lo largo de su trayectoria profesional Gainsbourg practicará una suerte de pigmalionismo musical, actuando de maestro para actrices como Anna Karina, la musa de la Nouvelle Vague, Isabelle Adjani, Catherine Deneuve o Vanessa Paradis. Pero es una joven actriz inglesa recién desembarcada del Swinging London en la capital francesa la que acaba convirtiéndose en su gran musa e inspiradora. A raíz del rodaje de la película Slogan, una mediocre producción ambientada en el mundo de la publicidad y de la moda, la actriz Jane Birkin conoce a Serge Gainsbourg, su oponente masculino en la película. Los primeros encuentros se saldan con cierta hostilidad por parte de Gainsbourg hacia la petite anglaise para más tarde caer fulminantemente enamorado. El compositor y su joven compañera sentimental se convierten en el objetivo favorito de los fotógrafos entrando y saliendo de las boîtes de moda de la noche parisina. Una reedición en minifalda y smoking de La Bella y la Bestia. A pesar de su promesa hecha a Bardot, Gainsbourg rescata la canción Je t'aime, moi non plus ahora como carta de amor para su joven y futura cara B, Jane Birkin.

El disco Je t'aime, moi non plus se edita el 22 de febrero de 1969. Los sonidos litúrgicos del órgano sirven de preámbulo para la épica erótica. A diferencia de la primera grabación con Brigitte Bardot, donde prevalece la veteranía de la estrella como actriz en su interpretación, la de Jane Birkin, está cargada de emoción y sinceridad. Si Bardot actúa como la diosa amante consumada, Birkin ejerce de la virgen debutante. Su voz de acento infantil cantando en un tono elevado como le ha pedido Gainsbourg, infunde a la canción una autenticidad que la transforma en una melodía mucho más erótica y perturbadora. Los gemidos de la voz de Birkin se imponen sobre una letra que habla de «el amor físico como un callejón sin salida». El tema inmediatamente recibe toda clase de condenas y censuras. A pesar de la prohibición por parte de la BBC la canción se coloca en el número uno de las listas inglesas al igual que en otros países mientras va sumando prohibiciones en cadena. El siguiente golpe de efecto viene desde El Vaticano condenando la canción. Gainsbourg con ironía declara, «no todo el mundo puede tener al Papa como jefe de promoción». Censurada su difusión, la canción se abre camino por el circuito de las boîtes y discotecas como composición estrella para el momento sensual del slow en la pista de baile. En el verano de 1969 se calcula que se han vendido cerca de 750.000 de discos. Un editor alemán le propone a Gainsbourg realizar versiones en otras lenguas. «Los suspiros de Jane Birkin son universales» contesta el compositor.