Voltaire / Rousseau. La disputa es una interesante producción teatral en la que resaltan los matices con los que la dirección ha elegido dotar un discurso que podría haber sido denso. Los personajes son conocidos, al menos de oídas. Jean-Jacques Rousseau, el filósofo y escritor ilustrado, visita al también filósofo de la lustración François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, en su casa en la frontera franco-suiza. Viene con un panfleto en el que es difamado y con la intención de que le ayude a descubrir quién es el autor del mismo. Ambos representan, a pesar de su clasificación de ilustrados, dos enfoques antagonistas del hombre.

El enfrentamiento tiene que llegar. Y así ocurre. Las posturas que defienden se agitan y finalmente, a pesar de un educado primer encuentro, abocan a un final en el que, tras unos cuantos asaltos, uno de los dos parece ser el campeón. ¿Quién? Ya eso es cuestión que cada espectador tome partido por quien mejor le haya parecido que ha defendido sus ideas. O por quien mejor le haya caído. Porque una de las ideas interesantes que utiliza la estupenda dirección de Flotats, es que nos acerca a dos individuos muy de carne y hueso. Alguien a quien le puedes tomar aprecio o antipatía. Y no sólo por lo que el texto quiere que digan si no por el modo en que se comportan. Así el punto ligero y casi trivial con que desgranan sus conceptos de la humanidad, nos los acercan más como personas. El enfrentamiento es más de piel se podría decir. No se soportan. Y sin embargo ninguno de los dos resulta antipático para el espectador.

Las magníficas interpretaciones de Pere Ponce y Josep Maria Flotats están cargadas de ironía. Pero no sólo por la situación sino por el modo en que ellos mismos cuestionan a sus personajes. Los diálogos no serían tan transitables si, esa elección por los aires de comedia, no nos hicieran ver detrás de las frases más o menos amables, la doblez con la que se están tratando. Hasta el momento en que ambos personajes estallan. Momentos memorables que permiten a los actores mostrar su capacidad y sus recursos. Sin duda muy bien aprovechados.

Ambos mantienen un pulso admirable dentro de un ritmo que, sin dejar de ser limpio, resulta frenético. Una delicia ver en los gestos y en las miradas de ambos lo que el personaje no quiere expresar con palabras.