¿Ha tenido alguna vez el problema de tener sueños tan maravillosos que a su lado la realidad parece una mala copia?

En realidad, sí. Creo que de ahí surgió la semilla original de la novela. Una semilla pequeña teniendo en cuenta todo lo que pasa después. El cerebro tiene una capacidad maravillosa para hacernos sentir estupendos mientras dormimos, ofreciéndonos pequeños viajes oníricos donde las sensaciones perduran aún cuando despertamos, así que me preguntaba por qué no lo hace, y si lo hace y lo olvidamos, por qué lo olvidamos. Quizá, decían en Matrix, la felicidad suprema no nos sienta bien: necesitamos drama.

¿Cree que el mundo se ha dormido, prefiere aislarse de alguna manera de la realidad? Me da a mí que usa una premisa de ciencia ficción para ofrecer una visión social del momento, ¿verdad?

Desde luego. Si preguntas a la gente joven y no tan joven, pocos ven los telediarios, ni lee periódicos, ni se interesa por nada que no trascienda a las redes sociales, que suelen ser las primeras líneas de cabecera de todo lo que está ocurriendo. El ocio es demasiado sugerente, atractivo, un festival de unicornios con arcoiris: Netflix, la consola... Todo nos mantiene calientes y amodorrados en nuestros cubículos mientras en el mundo suceden cosas que marcarán nuestro futuro, pero... ¿has visto la última de los Vengadores?

En la novela los protagonistas descubren que la semilla del fin de la humanidad se encuentra oculta en el gueto de Varsovia, en el fragor de la II Guerra Mundial. Comenta que el proceso de documentación e investigación para la novela ha sido muy concienzudo. ¿Ha descubierto cosas que le afectaran o le sobrecogieran?

Me documenté mucho, muchísimo, sobre el Gueto de Varsovia. Ese fue un viaje que me condujo a estados de ánimo muy curiosos. Películas como La Lista de Schindler o El Pianista ayudaron a popularizar los horrores nazis de los guetos, el de Cracovia en Schindler y el de Varsovia en El Pianista. Créeme si te digo que esas películas sólo arañan el terror y la deshumanización que se vivió allí esos días. Creo que si hubieran puesto de manifiesto las cosas que he leído, hubiera sido demasiado como para que, como público general, hubiéramos podido aceptarlo. Habría sido calificada de terrible, de soez, de exagerada, de dura, de gore gratuito. Cuando te enfrentas a los hechos crudos y duros y los testimonios de los supervivientes te das cuenta de que Schindler es el terror comercial del nazismo, edulcorado y dulcificado para denunciar algo sin entrar en profundidad en hechos demasiado locos como para plasmarlos en una cinta. En estos diez años como escritor he inventado bastantes monstruos y pesadillas, pero ninguno se acerca, ni de lejos, al terror profundo y abisal que se desató en Varsovia y otras partes de Europa en aquellos años. Cuando me documentaba, recuerdo pasar tardes y noches sobrecogido, silencioso, pensando: «No es posible». Pero sí que fue posible. Lo fue. Pero he aquí que la guerra engendra héroes, y aprendí y leí mucho sobre personas como Irena Sendler, una mujer que arriesgó su vida varias veces cada día para terminar salvando más de dos mil niños del holocausto nazi. A ella he dedicado la novela.

Diez años después, supongo que echa la vista atrás a lo que ha supuesto para ustedpersonal y profesionalmente Los caminantes

Han pasado muchas cosas, realmente. Sobre todo experiencias personales: gente que has conocido por el camino y que en algún momento fue importante. Todas han ido dejando una huella, un aprendizaje, una reflexión: Diez años de fricción con gente de todo tipo. Escribir libros te pone en un lugar visible a donde se acercan muchos, y es fácil obtener un rutilante caleidoscopio con todo tipo de intenciones, discursos, maneras de vivir. Diez años dan para muchas anécdotas, pero la gente€ el trato con la gente ha sido sin duda la formación más importante que he obtenido, y aunque han habido sinsabores, por supuesto, la agradezco muchísimo y de todo corazón porque para un escritor, aprender sobre las calidades del alma y el corazón humanos, es algo valiosísimo.

Lástima que la anunciada película no llegue en este décimo aniversario... ¿Cómo va el proyecto?

Va despacio, pero va. Hay demasiadas cosas que preparar antes de rodar una sola toma, entre otras cosas buscar financiación. Cada vez que se consigue ampliar el horizonte financiero se abren nuevas posibilidades de rodaje, de efectos especiales, de calidad en muchos sentidos. Se pueden hacer grandes películas con bajo presupuesto, sin duda, pero Los Caminantes tiene escenas por las que hay que pasar sí o sí, y eso incluye cantidades industriales de zombis, calles atestadas de vehículos siniestrados, y un largo etcétera de cosas.

¿Qué ha aprendido y desaprendido en esta década como escritor profesional?

No soy un buen escritor profesional. Para ser un profesional de esto, tienes que lidiar en ruedos donde no me he metido nunca. Yo básicamente escribo y hago un poco de promoción en redes sociales, pero el oficio de escritor requiere hoy día embarcarte en un montón de actividades paralelas que te hagan ser más visible. No basta con escribir un buen libro, no basta con ser bueno, hay que resonar mucho y a menudo en el circuito mediático, y tener presencia en varias redes sociales. Si no estás en Instagram, por ejemplo, estás perdiéndote a mucha gente joven. Yo básicamente escribo, así que no me considero un profesional. Eso he aprendido. También he desaprendido mucho, muchísimo. Eso ocurre cuando lees, que te enriqueces desaprendiendo.

Da la sensación de que empezó escribiendo una literatura más de evasión, de género puro y duro, «palomitero», como me dijo una vez, y que, poco a poco, ha ido metiéndose en lodazales y en asuntos más espinosos. ¿Siente la necesidad de hablar de asuntos cada vez más profundos, oscuros?

Supongo que, ahora, tengo diez años más que hace diez años, y eso debe notarse en alguna parte [risas]. Las inquietudes cambian con los años, me imagino. Con Alma fue un viaje de aprendizaje hacia el mundo espiritual y hacia mi mismo, y es verdad que con Varsovia he querido volver a poner sobre la mesa los horrores de la Alemania nazi, pero no de manera intencionada, para dar un mensaje o con algún propósito concreto, sino porque siempre he sido un entusiasta de la Segunda Guerra Mundial y aunque el tema se ha escrito y tratado mucho, había cosas que tratar y contar desde mi punto de vista. Lo siguiente en la lista, por ejemplo, es una saga completa: Rojo, que empezará a publicarse antes de verano. Va de vampiros. No sé si es un tema más profundo, pero desde luego, he disfrutado como un niño escribiéndola.