En su niñez, desde la casa de su abuelo, en la misma casa de vecinos de calle Tomás de Cózar donde él también vivía, Leonardo Fernández (Málaga, 1944) podía ver el patio en el que las mujeres lavaban la ropa, «y me ponía a ver los desconchones de la pared y de cada desconchón sacaba un dibujo», cuenta.

La niñez y la juventud en esa Málaga precaria de los años 40, 50 y 60 está muy presente en la pintura del malagueño porque como explica, «todo lo que hay aquí son recuerdos míos de la niñez y la juventud porque creo que el pintor debe pintar siempre lo que ha vivido».

Leonardo Fernández se refiere a la exposición antológica que en el Archivo Municipal puede verse desde el pasado día 1 y hasta el 31 de marzo, con el título Leonardo Fernández. Realidad y sentimiento en el arte. La muestra reúne una selección de los últimos 20 años de su producción, en su mayoría.

Y como ejemplo de ese anclaje en su propia vida, la colección de cerca de 70 grifos que tiene el pintor y que emplea como modelos en sus precisos bodegones para no repetirlos, recuerdo de esa casa de vecinos en la que «había un grifo común para todos los vecinos y el agua la abrían a las 8 de la mañana y la cortaban a las 3».

Profeta en su tierra, también lo es en Cataluña, donde cuenta que lleva vendidas más de 700 obras, muchas de las cuales cuelgan de salones de emigrantes andaluces o de sus descendientes.

Este cordial pintor de Málaga quiere resaltar que no es hiperrealista, sino que su trayectoria comenzó con el impresionismo y al final se decantó por el realismo, que le permite echar a volar la imaginación con sus composiciones.

La muestra constata, por cierto, la versatilidad del artista, que explica que en la pintura ha ido estudiando todas las ramas, «lo mismo el bodegón que el paisaje o el retrato, porque me encanta y porque pienso que el pintor debe ser completo».

Así que en la muestra hay paisajes modernos como la Málaga que puede ver desde su casa, en la zona de Los Guindos y Las Pirámides; retratos al uso como el que pintó en 1974 a su madre; composiciones bañadas de luz y de infancia como una azotea asomada a la bahía de Cádiz; marinas con la Málaga de los años 50 y Picasso de fondo, pero también dos grandes composiciones históricas: el fusilamiento de Torrijos, que ya adelantó este periódico el mes pasado y un cuadro sobre la toma del Castillo de Fuengirola por ingleses y españoles durante la Guerra de la Independencia. «Fui un día que había una recreación histórica, tomé muchas fotos y luego me documenté un poco y empecé a sacar el dibujo y a colocar todos los elementos», detalla.

Leonardo Fernández cuenta que suele pintar de 9 de la mañana a 3 de la tarde, para aprovechar al máximo la luz natural y luego por la tarde se dedica a detalles menores del cuadro o a dibujar bocetos de futuras obras.

Por cierto, esa marina con la Málaga de los 50 y Picasso está presidida por el estuche de pintura que le regaló su tío, con el que empezó a pintar con solo 11 años. Pintura y recuerdos vividos, la artística razón de ser de Leonardo Fernández.