Aunque la bailarina rusa Olga Khokhlova influenció la obra de Pablo Ruiz Picasso desde que se conocieron (en 1917, en Italia), hasta incluso después de separarse (en 1935), muchos son los que desconocen a la misteriosa y reservada primera esposa del pintor malagueño, con la que tuvo a su primer hijo, Paulo. «Se amaron pero como cualquier otra gran relación se quemaron», comenta José Lebrero, director artístico de la pinacoteca, a la vez que recuerda grandes obras de artista en las que la bailarina de ballet fue su musa, como Retrato de Olga sentada en un sillón (1918) u Olga pensativa (1923).

Desde hoy y hasta el 2 de junio estas obras estarán en el Museo Picasso de Málaga, ya que Olga Khokhlova es la protagonista de la exposición Olga Picasso, una colección conformada por más de 350 elementos, entre cuadros y objetos personales para conocer la figura y la historia de la que fue su primera esposa.

La exposición surge después de que Bernard Ruiz-Picasso, nieto de Picasso y Olga, encontrase en un viejo baúl de viaje de la bailarina rusa -el único bien que ella conservó tras separarse del pintor y que se encontraba olvidado en su mansión de Boisgelooup- fotografías, cartas y películas que cuentan la historia de sus abuelos, su vida en común, sus viajes, información sobre los talleres de Picasso, y que ponen en perspectiva la realización de algunas de las grandes obras de Picasso, reconstruyendo la historia personal de ambos, que transcurre en paralelo a la historia política y social de la Europa del siglo XX.

Una relación entre dos personas totalmente diferentes, que se unen y acaban separándose en la vorágine cultural de París, convertida en la capital artística del mundo, tal y como explicaron ayer los co-comisarios Émilia Philippot, del Musée National Picasso de París; Joachim Pisarro, director del Hunter College Art Gallery de Nueva York y Bernard Ruiz-Picasso, copresidente de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA) y presidente del Consejo Ejecutivo del Patronato del Museo Picasso Málaga.

La exposición, que ya ha pasado por el Museo Picasso París y el Museo Pushkin de Moscú es, según el nieto de los protagonistas la más «compleja» por la magnitud de la investigación, que ha llevado más de tres años de preparación para contextualizar, traducir y analizar las obras en relación a las confesiones y relatos de su abuela.

Desde que se conocieron, Olga se convirtió en la modelo predilecta del artista y la figura femenina más representada por el pintor. Durante los primeros años, Picasso muestra la belleza melancólica y pensativa de Olga, coincidiendo con el periodo en el que la bailarina vio por última vez a su familia que quedó atrapada en la Rusia de la revolución de febrero, la abdicación del zar Nicolás II, la revolución bolchevique y la posterior guerra.

Con el nacimiento del primer hijo de la pareja, Olga inspiró numerosas escenas de maternidad, plasmadas con ternura y serenidad desconocidas hasta la fecha en la obra del malagueño, quien retoma su interés por la Antigüedad y el Renacimiento.

Tras los análisis de los expertos en la trayectoria del artista, 1924 queda reflejado como el año del deterioro de la relación entre Picasso y la bailarina rusa. La figura de Olga Khokhlova irá cambiando en las representaciones del pintor, a la par que aparece el movimiento surrealista. La representa de modo inquietantes, deformados con una violencia que expresa tanto la cólera, los celos como el sufrimiento. El encuentro del pintor con Marie-Thérese Walter en 1927 acentúa la crisis del matrimonio. En 1935, Olga se enteró de que Pablo Picasso esperaba un hijo de su amante; entonces se llevó a Paulo y rompió toda relación con el malagueño. La rusa vivió sus últimos años sola, sin poder caminar como secuela de un infarto. Falleció en 1955 víctima de un cáncer. Cuentan que Picasso no acudió a su funeral.