Joseph O.A. Idiafehi no tuvo más remedio que emocionarse el día que un taxista de Málaga, después de escucharle tocar el piano en la Travesía del Pintor Nogales, junto a la Aduana, se bajó del taxi para felicitarle y darle una propina.

Para este músico nigeriano, nacido en Lagos hace 37 años, este gesto resume a la perfección cómo son los malagueños. «Seres humanos con buen corazón que respetan lo que eres y sientes su cariño. Eso me da más fuerza para salir adelante», confiesa.

Desde hace unos siete meses, este pianista, profesor de piano, cantante y compositor toca el piano eléctrico en la calle, un instrumento que compró en Málaga en una tienda de segunda mano, después de ahorrar con el producto de sus clases y lo que saca por tocar en los oficios religiosos de algunas iglesias africanas.

Vecino de Ciudad Jardín, donde comparte piso con un compatriota, considera que Málaga es «una ciudad sanadora, que cura las penas». La vida en Málaga le ha hecho más llevadero el trance del divorcio con su mujer, suiza, con quien vivió en el país alpino varios años y el hecho de que allí resida la hija en común, de siete años, que no ve desde hace demasiado tiempo.

«En Suiza nunca tuve la clase de paz que encuentro en Málaga, allí todo el mundo va muy apurado. No es una cuestión de dinero, este es el mejor sitio en el que he estado en mi vida y lo considero mi hogar, porque aquí está mi corazón», explica.

Para Joseph, tocar el piano «es una forma de apaciguar el dolor, es lo que me reconforta y da fuerzas para continuar».

Lo llamativo es que nunca ha aprendido en una academia o con profesor alguno sino que es un pianista autodidacta, que en su Nigeria natal se estrenó de pequeño tocando en las iglesias. «Me convertí en profesional del piano por mí mismo. Yo toco emociones», confiesa. Por eso, cuando toca en la calle todo es pura improvisación y resalta que nunca interpreta la misma melodía. «Todo lo que hago es creado por mí».

Joseph Idiafehi cuenta que para tocar en la calle necesita encontrarse en calma y haber descansado bien la noche anterior. «No es fácil tocar en la calle, mi mente tiene que estar concentrada», resalta. Aunque explica que no tiene horario, suele tocar el piano unas cuatro veces a la semana durante sesiones de unas tres horas.

El mejor día de propinas que recuerda fue la pasada víspera de Navidad, en la que el público le dejó «entre 80 y 90 euros», aunque a lo largo de la entrevista quiere dejar claro que lo que prima no es el dinero. «Es que la música es mi vida, forma parte de mí».

Por eso, entre sus planes futuros se encuentra el poder terminar este año su primer álbum en solitario como pianista y cantante para, con ayuda de algún sponsor. «La gente me pregunta a diario si tengo un cedé», comenta. También le gustaría formar parte algún día «de una buena banda» y en suma, seguir viviendo de la música.

El pianista, que también quiere resaltar la amabilidad de la policía de Málaga, cree que las claves para que cualquier persona extranjera viva aquí son «respetar la ley, aprovechar la oportunidad que te dan y contribuir a la sociedad con lo que haces». En su caso, con mucho arte.