El flamenco, un arte Patrimonio inmaterial de la Humanidad, hay que sentirlo y amarlo, y de ello sabe bastante Virginia Gámez. Esta cantaora malagueña ha vivido desde pequeñita la pasión del arte jondo, algo que trae de familia actuando en los tablaos que su tía Pepi Gil y su padre Pepe Gámez tenían en Málaga. Ahora presenta su cuarto disco, Baúl, un trabajo compuesto por la banda sonora de su vida, por todas esas canciones que han formado parte de su infancia y que le han hecho ser la artista que es hoy.

El flamenco ha estado ligado a su vida desde pequeña. ¿Qué significa para usted?

Desde los nueve años estoy cantando flamenco, y tengo 40, así que toda mi vida. Imagínate cómo puede ser de importante algo que ha estado día a día contigo. El flamenco es mi vida, mi modo de ser y no la entiendo si no estoy acompañada de él.

¿Cómo se dio cuenta de que tenía un don en su voz para cantar?

Se dio cuenta mi padre, porque el ponía muchísima música flamenca en mi casa y yo estaba siempre pendiente de las canciones. Llegaba un momento en el que me ponía a cantar a la vez que sonaba la música. Fue ahí cuando mi padre se dio cuenta de que yo lo hacía bien, de que la voz la controlaba y afinaba, que no era ninguna tontería lo que se escuchaba.

Ahora que es una artista reconocida. ¿Cómo se siente al saber que todo ha dado sus frutos?

Me siento muy agradecida y feliz de hacer lo que me gusta y lo que amo. Trabajar como artista y cantando flamenco que es mi pasión, es una gozada. Además, estoy en un momento de mi vida completo, con una madurez vital que me está ayudando a darme cuenta de muchas cosas, valorarlas y tenerlo todo mucho más claro.

El gran Pepe Baena ha sido su mentor. ¿Qué ha supuesto para usted?

Todo, porque está claro que sin él en mi trayectoria nada hubiera sido lo mismo. He tenido una guía con él, que es una de las mejores que se puede tener dentro del flamenco. Me ha enseñado a amar esta música, a respetarla desde la raíz y a no alterar lo que ya se ha hecho en el flamenco, siguiendo una línea respetuosa en este arte.

Ahora también ejerce un poco ese papel como profesora de flamenco.

Llevo unos quince años dando clase y claro, la enseñanza que yo puedo transmitir es la que me inculcó Pepe Baena, Naranjito de Triana, José de la Tomasa o Paco Taranto. He tenido maestros a los que le debo todo. Y lo que sé de ellos es lo que intento que aprendan mis alumnos.

El flamenco es todo sentir y transmitir. ¿Cómo enseña eso a sus alumnos?

Les enseño, pero respetando su naturaleza y cauce, dándole a cada uno lo que necesita y enseñándoles a que hagan las cosas acordes a sus sentimientos y sensaciones. Y sobre eso vamos trabajando en las diferentes líneas del trabajo, sacando siempre lo mejor de ellos.

¿Tiene algún artista predilecto o en el que más se haya inspirado a lo largo de su carrera?

No puedo elegir a uno, porque admiro a tantos artistas y en tantos aspectos que me es imposible decantarme por uno. Lo veo una profesión tan sacrificada, tan dura y en la que se expone tanto el alma, que valoro a todos los artistas e intento aprender de cada uno, tanto del que me gusta más como del que me gusta menos.

¿Qué ha querido reflejar en su nuevo disco, Baúl

Tenía muchas ganas de hacerlo, porque rescato toda mi infancia con canciones y discos que yo tenía en mi casa cuando era pequeña. Y de ahí el nombre, porque he abierto mi baúl musical, rescatando la banda sonora con la que me he criado. Además, las ganas de hacerlo han sido enormes, ya que también es una especie de homenaje a mi padre, Pepe Gámez. Él me ha inculcado todo y gracias a él, soy lo que soy. Además, es también muy especial por todos los artistas que han hecho posible este disco, y a los que estoy inmensamente agradecida.

Un disco lleno de versiones, de las canciones de su vida. ¿Se quedas con alguna en especial?

No puedo. Es como tener once hijos y tener que elegir a uno de ellos. Es imposible porque todas y cada una de ellas es especial por algo, como Mediterráneo de Joan Manuel Serrat, Dime de Lole y Manuel o Agua fresca de Luis de Córdoba. Todas tienen su por qué.

Hoy actúa en el Auditorio Edgar Neville. No sólo ha cantado por toda España, también se ha subido a escenarios en el extranjero. ¿Cómo es ver que el flamenco se impregna en todo el mundo?

Es muy emocionante ver como en otros sitios en los que el flamenco no forma parte de su cultura como aquí, la valoran, la respetan y tienen una gran entrega y pasión. De estas actuaciones, te vienes con un chute de energía, las pilas cargadas de amor y sensaciones bonitas, que hacen que ames aún más el flamenco y la profesión.

En pocos días, el 5 de marzo, también será pregonera en la Exaltación de la Mantilla, Asociación Pro Tradiciones malagueñas La Coracha. ¿Cómo fue el momento en el que te lo comunicaron?

Me impresionó bastante, porque es una responsabilidad enorme, pero al mismo tiempo es un orgullo el que hayan contado conmigo y el que quieran que yo forme parte de ese momento. Yo lo único que espero es poder estar a la altura de las circunstancias y poder dar a todos aquello que esperan de mi. Tengo claro que lo daré todo, y espero que escuchen y sientan el pregón con el mismo amor que yo lo he creado.