Javier Castillo es el nombre de una de las grandes sorpresas literarias en español de los últimos años. Este exasesor de finanzas de Fuengirola que apenas supera los 30 años se autopublicó su primera novela, El día que se perdió la cordura (escrita en el Cercanías que diariamente para su trabajo, en Málaga capital), hace unos años. Su habilidad para generar un diálogo entre dos géneros atractivos, golosos para los lectores de literatura masiva, como el thriller y lo romántico, y el boca-oreja hicieron el resto: hoy, Castillo, ya trata con una editorial de las grandes (Suma de Letras) y cuenta con dos novelas de las que ha despachado, atención, más de 300.000 ejemplares. La próxima semana presentará en Madrid su tercera obra, Todo lo que sucedió con Miranda Huff, y lo hará a lo grande: en los Cines Capitol, «donde se suelen hacer premieres de películas», asegura el autor. «Será increíble, os lo aseguro», avanza en sus redes sociales.

Lo que resulta realmente increíble es que el libro sin haber salido aún a la venta ya lleva unas cuantas semanas en el top de Amazon gracias a todos los lectores que lo han reservado en preventa. Finalmente, los fans del malagueño podrán tener en sus manos el libro (o en sus dispositivos digitales el ebook) el próximo 14 de marzo.

Fórmula

Javier Castillo sigue ahondando en Todo lo que sucedió con Miranda Huff la fórmula que le hizo despuntar; al menos, así se puede vislumbrar en su breve sinopsis: «Una pareja en crisis decide pasar un fin de semana de retiro en una cabaña en el bosque en Hidden Springs, pero cuando Ryan Huff llega para encontrarse con Miranda la puerta está abierta, hay dos copas de vino sobre la mesa, nadie en el interior y el cuarto de baño lleno de sangre. Lo que Ryan desconoce es que la desaparición de su mujer conecta su historia con la de su mentor, el gran James Black, y con el descubrimiento del cadáver de una mujer desaparecida treinta años atrás en la misma zona».

«Miranda tiene lo mejor de mí. Tiene mis más profundos miedos, mis más oscuros pensamientos, mis más fervientes sentimientos y mis más sinceras emociones sobre lo que significa el amor. Si observas mi interior en estos momentos, si me abres en canal para descubrir qué queda en mis entrañas, encontrarías un vacío tan absoluto que te absorbería el aire de los pulmones en un instante por el cambio de presión. ¿El lado bueno de todo esto? Que si me quieres encontrar, que si quieres saber dónde se esconde mi alma, tan sólo tienes que buscar a Miranda», ha escrito el autor a sus numerosos fans en sus redes sociales.

A ellos, a sus fans, se debe el que para muchos es el Pablo Alborán de las letras (no sólo por que ambos comparten tierra natal; también se aprovecharon en sus comienzos de internet y sus bondades, Alborán subiendo sus vídeos del sofá a YouTube; Castillo, autopublicándose y vendiendo a través de Amazon; los dos gestionan primorosamente sus redes sociales y también están respaldados por una legión de admiradores y fans, muchas de ellas mujeres).¿Una muestra del compromiso del escritor con sus seguidores? «Nadie se irá de la presentación de Miranda sin firma, nadie se irá sin que le dedique mi más sincero agradecimiento, aunque me deje el alma durante horas y horas para hacerlo. Prometo llevar tinta de sobra en mis bolis y sangre de sobra en mis venas. Dejaré allí hasta la última gota».

Asegura Javier que en la redacción de Todo lo que sucedió con Miranda Huff sí que sintió la presión y la responsabilidad. «Para El día que se perdió el amor [su segunda novela] tenía la trama hecha y antes del boom de El día que se perdió la cordura estaba en marcha. Pero escribiendo Miranda sí que he estado más nervioso y he dudado más. Ahora tengo un pelín más de intranquilidad y vértigo porque tengo miedo a defraudar», apunta el malagueño.

No creemos que tenga nada que temer: su legión de fans es férrea y sólida, y él sabe perfectamente qué ofrecerles, además de esforzarse para conseguirlo. «Querer es poder. Es una frase muy mía. Con esfuerzo se consigue todo. Yo soy un trabajador nato», suele comentar. Y los trabajadores natos siempre suelen cosechar los frutos.