Encuentro de marzo

Solista: César Jiménez, violonchelo.

Programa: Concierto para violonchelo y orquesta en Do mayor, Hob. VII B1, de J. Haydn y Sinfonía Nº41 en Do mayor, K.551 'Júpiter', de W. A. Mozart.

Lugar: Sala María Cristina.

El camino construido por la Academia Orquestal en su concierto de diciembre pasado constataba dos ideas bien definidas: por un lado, afianzar el proyecto educativo que lidera, en colaboración con distintos conservatorios de grado medio de Málaga y su provincia, donde el valor viene dado por sus alumnos y el simple deseo de aprender y compartir música; y por otro, y en esto gana toda la sociedad malagueña por partida doble, afianzar la escuela de música que poco a poco está floreciendo en Málaga ofreciendo una programación de nivel. Los proyectos se defienden en el campo de los objetivos o el escenario de los resultados y no precisamente en el despecho zafio, cobarde y vergonzante jaleado y peligrosamente disculpado. La Academia es sin decanato -y ni falta que le hace- un acierto para los jóvenes músicos de Málaga porque sencillamente no educa a golpe de bolos sino en el sencillo deseo de hacer música.

Precisamente el deseo de crear acercaba este fin de semana dos páginas de indudable factura de la mano de Haydn y Mozart. Ejemplos de las cotas alcanzadas por la primera Escuela de Viena en el ámbito concertante y su contribución definitiva al campo sinfónico. Sin las visiones de ambos compositores sería imposible pensar en el gran hacedor beethoveniano.

César Jiménez, profesor de cello en el Manuel Carra, daría cuerpo al Concierto en Do mayor de J. Haydn con el Andrew Finningan que defiende; página que si bien está pensada para el lucimiento del solista, la orquesta en ocasiones empieza a revelar el papel dialogante que llegará a desarrollar en el período romántico. Conjunto y solista bajo la batuta de Mar Muñoz erigieron sonoridades tan convincentes tanto en dinámica como empaste ofreciendo una versión tintineante e irresistible. Al sólido moderato con forma de sonata le continuaría un andante de decidido carácter cantabile, sin exageraciones, rematando la interpretación con el chispeante allegro conclusivo que enlaza en ánimo y vitalidad con el moderato de apertura.

Tres años antes de su fallecimiento Mozart concluye su ciclo sinfónico con una trilogía sinfónica decisiva que sin abandonar los cánones clásicos o ahondar en los presupuestos de la sinfonía vienesa serían modelos para el sinfonismo beethoveniano y romántico. La Academia que dirige Mar Muñoz literalmente soñó a Mozart a lo largo de los cuatro tiempos que articulan la K551. Al abordar el allegro de apertura Muñoz impuso dinámicas claras, basadas en el fraseo y la concisión en la exposición de los temas, constantes estas que al llegar al allegro de cierre (la triple fuga es en sí misma todo un monumento musical) elevarían la interpretación cercana a lo magistral dado el discurso que conseguiría crear con el conjunto.

Con el recuerdo de la 'Júpiter' habrá que esperar a finales de julio cuando la Academia Orquestal aborde la' Sinfonía Fantástica', de Berlioz, todo un acontecimiento musical en el ciento cincuenta aniversario de su fallecimiento.

Alejandro Fernández