Muchos supieron de Rogelio López Cuenca en 1992, cuando, un día antes de la inauguración de la Expo de Sevilla, colocó entre la señalética oficial de La Cartuja, la que indicaba los recintos y el emplazamiento de pabellones y servicios, una serie de postes informativos con palabras sin aparente sentido como echargede o enzameta aparejadas a símbolos como el de los productos inflamables; fueron retiradas inmediatamente después de que la autoridad competente se percatara. El objetivo del artista, como se dijo entonces, aprovechar la posibilidad de atajar la proposición mecanicista de un orden informativo al servicio de una visión del evento y del mundo en clave de mapa. «Diez o doce años más tarde quise exponerlas en el mismo sitio pero como, al ser percibido inequívocamente como arte, quedaba desactivada su capacidad de desestabilizar, de generar contradiscurso», nos dice ahora el creador. Es la naturaleza volátil de la subversión pero la esencia férrea, coherente, de adamantio del creador nerjeño. Mañana inaugura su primera exposición retrospectiva en el Museo Reina Sofía, bajo el título de Yendo leyendo, dando lugar.

Ya ha habido otras muestras suyas de carácter retrospectivo, pero enfocadas a un determinado aspecto de su corpus de trabajo, como la que se celebró hace dos años en la Sala de la Comunidad de Madrid. La del Reina Sofía, por el contrario, abarca toda su trayectoria, marcada por la vocación explícitamente política (sin por ello renunciar ni a la ironía ni a una cierta perspectiva lúdica) y esa necesidad de cortocircuitar, de, volviendo a su discurso, «desestabilizar». Pinturas, fotografías, vídeos, fotografías de gran formato intervenidas con óleo e incluso la reproducción de una tienda de souvenir, datadas desde finales de los 80 hasta hoy, estarán presentes en esta retrospectiva que incluye, además, un conjunto de piezas creadas especialmente para la exposición, Las Islas, y en las que López Cuenca transita entre diferentes técnicas, soportes y discursos: videoensayo-instalación-arte textil realizando una relectura crítica de algunos textos y grabados históricos relacionados con el descubrimiento de América.

En Málaga muchos se acuerdan hoy de las pintadas Málaga Euskadi que López Cuenca, parapetado tras la Agustín Parejo School, realizó en la urbe. «A quien no la vivió le resultará difícil imaginarse esa época. El plomo y la ceniza en que sumió a las ciudades el hundimiento del capitalismo industrial, con el paro como emblema de la vida de mierda que nos esperaba y que en España se amalgamó con las componendas de la Transición... La frustración que provocó aquel desengaño explica mejor que nada lo iconoclasta de la explosión cultural que tuvo lugar entonces. Y nadie pensaba que estaba haciendo cultura, todo era la expresión de unas rabiosas ganas, de una imperiosa necesidad de vivir más allá de aquella grisura».

Hoy, décadas después de aquellas intervenciones, muchos de los asuntos que generaban las reflexiones artísticas del nerjeño (especialmente las nuevas formas de especulación urbana y de espectacularización de la cultura) están ya en la agenda pública: sin ir más lejos, el domingo pasado, por ejemplo, se derribó La Mundial, la histórica pensión diseñada por Strachan y que dentro de unos meses será un hotel de lujo ideado por el arquitecto Rafael Moneo; «un caso de especulación inmobiliaria de manual, un abuso más de los que la historia reciente de nuestra ciudad es fuente inagotable, pero una felonía que se ha encontrado con una conciencia colectiva que hasta hace bien poco no existía».

Porque la exposición del Museo Reina Sofía mostrará a un artista certero y preclaro, que gusta, entre sus muchas líneas de trabajo, de «activar memorias ocultas y silenciadas», como las que, en su opinión, hay en Málaga, «que ha hecho limpieza de algunos de los elementos públicos más conflictivos de su historia por el turismo». Quizás por eso hablamos de un creador que no expone en su tierra, recordemos, la capital de los museos, desde 2007: «Supongo que no hará falta. Desde luego, demanda no hay. En 2012 lo intentamos con el grupo que hicimos el proyecto colectivo Surviving Picasso, pero fue imposible».