Cristóbal Romero (Antequera, 1965) todavía se sorprende cuando recuerda que su primera novela, Malacitanus, va por la quinta edición y que en su presentación firmó más de un centenar de libros.

Esta novela histórica, que sigue las andanzas de Quinto Elio Malacitanus, un joven de Malaca que emprende una travesía a Roma, tiene ya una secuela, Asesinato en la Catedral, que puede leerse sin necesidad de haber leído la primera, aclara el autor.

Editada por Ediciones del Genal, Asesinato en la Catedral fue presentada el mes pasado en la Sociedad Económica de Amigos del País por la actriz Remedios Cervantes, en un acto en el que el escritor casi llegó a los 80 ejemplares firmados.

Una cifra que justifica la apuesta por la escritura de este antequerano afincado en Málaga desde los 5 años, que cuando hace unos años cerró su empresa de fumigaciones decidió convertirse en escritor a tiempo completo, con un horario casi monacal de trabajo: «Escribo de 5.30 de la mañana a una de la tarde, con algún parón para las tareas del hogar y por la tarde me dedico a documentarme», explica.

En su nueva aventura, el descubrimiento del Teatro Romano en el subsuelo de calle Alcazabilla en los años 50 del siglo pasado dejan al descubierto un hallazgo ocultado 20 siglos atrás por el protagonista de Malacitanus. «Quinto Elio Malacitanus era un potentado que pagó la restauración del teatro. En su vejez ocultó en uno de los sillares de la cavea un pugio (puñal o daga) que según los augures estaba maldito, lo guardó en un ánfora con una serie de pergaminos», explica el autor.

Con este descubrimiento arqueológico arranca Asesinato en la Catedral, que compagina la acción de los años 50 con los de los años 90, también del siglo XX, pero además con el siglo I antes de Cristo.

Un triple viaje en el tiempo y una triple historia que, confiesa el autor, ha sido lo más complicado a la hora de armonizar la narración. De paso, a la documentación que le sirvió para escribir Malacitanus, con historiadores clásicos como Tácito, Tito Livio o Suetonio, ha añadido documentación de la Málaga de los años 50 que ha querido revivir.

Además, Cristóbal Romero se ha permitido pequeños guiños a través de sus personajes, como el arqueólogo Nicolás Corrales, apellido que recuerda al arqueólogo Manuel Corrales, director del Teatro Romano o la presencia de un redactor del diario Málaga Opina, un guiño a La Opinión de Málaga.

El novelista confiesa que «con el libro terminado» y listo para maquetar, cambió el final dos veces, hasta lograr «un epílogo totalmente nuevo», reflejo de que se trata de un autor que vive, durante todo el proceso de redacción, con los personajes y la trama en la cabeza.

Cristóbal Romero cree que los malagueños «saben poco» de la Malaca romana y confía en que estas dos novelas ayuden a comprender mejor esa etapa del pasado, al tiempo que subraya que calle Císter, calle San Agustín y Alcazabilla, muy presentes en la novela, «son posiblemente las calles más antiguas de Europa».

Para su próxima novela, ya en construcción, compaginará la ciudad de Stuttgart de finales del XIX con la Málaga de esa época en una trama de intriga.