Con un gran trabajo de documentación detrás, Lola Clavero da pinceladas de vida real a los famosos pintores malagueños del XIX, al tiempo que desvela aspectos poco conocidos de su vida artística y personal. 'Invierno en el Paraíso' (ediciones del Genal) se presenta el martes 30 a las 21.00 horas en la carpa de la Feria del Libro de la plaza de la Merced.

¿Cómo surge la novela?

Fue durante una visita al Museo de Málaga, cuando lo acababan de abrir. Al ver los cuadros y los postes informativos acerca de los pintores comprendí que había materia para una novela e inicié el periodo de documentación.

Invierno en el Paraíso...

Todos conocemos la ciudad por ese sobrenombre que le dio Vicente Aleixandre, Ciudad del Paraíso, y en el momento que describe la novela -finales del XIX- comienza un declive tras una etapa de gran prosperidad con el auge de la industria siderúrgica, textil y azucarera. Este periodo podría tildarse de invierno, pues las vides se arruinan con la plaga de la filoxera y comienzan a cerrarse las industrias y a cundir el paro, la pobreza y las agitaciones sociales.

Pero fue una etapa muy fructífera para el arte.

Sí, en efecto, esto se debe a la llegada de un personaje muy polémico: Bernardo Ferrándiz. Este pintor valenciano gana en 1868 una cátedra de Pintura y copia de cuadros en la Escuela de Bellas Artes de Málaga y se decide a darle altura a la institución con nuevos métodos que trae de su estancia en París. Instiga a copiar del natural; a pintar al aire libre al modo de Delacroix, Gleyre, Guichard, Courbet, Monet y Renoir y a trabajar con modelos vivos. Hasta entonces los alumnos copiaban litografías, cerámicas, flores... en el taller y estas técnicas son nuevas y revolucionan el método de trabajo.

¿Por qué es polémico Bernardo Ferrándiz?

Hasta entonces el arte era entendido en la ciudad como una actividad de ocio para las clases aristocráticas y los burgueses pudientes, pero Ferrándiz pretende crear la figura del artista profesional que vive de su trabajo y desecha esta idea clasista de que el artista haya de ser de clase adinerada. Cree que el talento no depende de la posición social, de este modo, a través de su cátedra da lugar a generaciones de pintores de relieve internacional como Moreno Carbonero, Nogales Sevilla, Pedro Sáenz Sáenz, Gómez Gil o Simonet y Lombardo. Para lograr sus objetivos dará incluso clases gratuitas, aparte de las que imparte en la Escuela, pero además pedirá a la Academia constantemente recursos materiales para una docencia eficaz y becas al Ayuntamiento y Diputación, con el fin de que sus alumnos puedan formarse en el extranjero. Sus intenciones son siempre las mejores, pero su carácter impetuoso y sus maneras viscerales le acarrean muchas antipatías.

¿Por eso se ganó tantos enemigos?

Ferrándiz era una persona muy apasionada que nunca pasaba desapercibida. Se hizo muy célebre en la ciudad, vivía como un rey en su finca de Barcenillas y daba banquetes donde asistían lo más granado de los artistas y escritores de la época. Su nombre era muy frecuente en las crónicas de la ciudad y eso atrajo envidias y odios contumaces.

El otro personaje de más peso es el pintor Joaquín Martínez de la Vega. ¿Por qué su rivalidad con Ferrándiz?

Martínez de la Vega era catedrático de Pintura en el Liceo y Ferrándiz en la Escuela de Bellas Artes. Sus fuerzas estaban muy igualadas, pues ambos tenían un gran talento y competían entre sí. Incluso llegaron, dadas las discrepancias, a agredirse físicamente en público.

¿Qué presencia tiene Picasso en la novela?

José Ruiz Blasco, el padre de Picasso, fue profesor de la Escuela de Bellas Artes de Málaga, y por tanto él, de niño, tendrá contacto con este ambiente. Su vínculo con el arte malagueño, que mantiene hasta los 20 años, es decisivo en su formación y hasta en algunos cuadros presenta influencias de Martínez de la Vega, quien en un banquete en el Liceo lo bautizó para el arte derramando sobre su cabeza el contenido de una copa de champagne.

¿De Martínez de la Vega se puede decir que fue nuestro Van Gogh particular?

Sí, sería un término acertado. Se adelantó a su época en su última etapa, conectó con las nuevas corrientes europeas y llegó a practicar el simbolismo en sus pinturas oníricas; además tenía un carácter muy bohemio. Una tragedia personal lo hizo caer en el alcohol y el consumo de la cocaína y pintaba en las tabernas bajo el efecto de estos estimulantes, motivos místicos y delirantes que le servían de pago a sus consumiciones.

Se han escrito muchos ensayos sobre pintura malagueña del XIX ¿qué novedad aporta la novela?

Hay una documentación espléndida sobre este tema, desde los ensayos de Baltasar Peña Hinojosa y Cánovas del Castillo hasta los de Francisco J. Palomo Díaz, María de los Ángeles Pazos Bernal y la gran especialista, Teresa Sauret Guerrero. Mi idea era escribir, sin embargo, una historia que llegase a los no especialistas de la pintura, al mero público como yo, para despertar el interés por la historia humana que hay detrás de cada cuadro expuesto en el Museo de Málaga y otras obras dispersas por el MUPAM, el Teatro Cervantes, la sala María Cristina y el Museo Thyssen.