El Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga: años y años en busca de la excelencia artística, fardando de ostentar un lugar de excepción en el top de los centros expositivos mundiales (el hasta hace poco gestor de la institución ha llegado a asegurar que aquí se superaban las cifras del Instituto Valenciano de Arte Moderno) y ahora, el desastre sin paliativos.

Algunos, en público, y otros, bastantes más, en petit comité, llevan bastante tiempo denunciando prácticas opacas, más propias del cortijerismo que de un centro sufragado, no lo olvidemos, con dinero público, y una sensación general de que en el antiguo Mercado de Mayoristas había mucha mandanga que investigar. Hasta ahora se le ponía nombre propio a todo aquello, Fernando Francés, pero los últimos acontecimientos demuestran que no sólo él ha sido el responsable de todo el desastre. Sus alrededores, los que tenían que vigilar y firmar, están demostrando una ineptitud supina.

El resultado del mirar a otro lado y con la nariz tapada (todos los artistas que venían eran los más top de lo top y milongas tipo Fernandisco, y así nos tenían entretenidos y maravillados) lo tenemos ahora mismo: el CAC comenzó ayer, primero de mes, una nueva etapa, en la que el Ayuntamiento asume el control del mismo hasta que se resuelva el concurso, dilatado por razones absurdas (el traslado de una funcionaria encargada del papeleo, vamos); una nueva etapa que la pinacoteca inaugura cerrando sus puertas y echando a la calle a su plantilla de trabajadores. El Día del Trabajador, sí. Y sí, en la urbe que se vanagloria de ser la ciudad de los museos.

Hacer hoy una búsqueda en la hemeroteca reciente, de las últimas semanas, de artículos publicados sobre el CAC en medios locales y nacionales es reunir una rápida antología del desprestigio: la supuesta implicación de Francés, hoy secretario general de Innovación Cultural y Museos de la Junta de Andalucía, en las intervenciones de Invader en BICs; los supuestos dobles pagos de obras durante años en el centro; la supuesta presencia de Francés al frente de la sociedad que gestionaría la empresa que ha ganado el nuevo concurso del CAC (y de la que él, lo dijo por activa y por pasiva, se desligó: aseguró haber vendido su participación a un fondo de inversiones, aunque luego se ha confirmado que figura como administrador único de la firma un amigo personal del gestor, Sepi Díaz Noriega)... Demasiadas veces la palabra 'supuesto'. Todo eso se dirimirá donde se tiene que hacer, en los plenos, en los tribunales, no aquí, aunque el hedor está llegando demasiado lejos y a demasiadas personas. Y tardará en disiparse.

Pero la afrenta de hoy (con prólogo hace unos días: el cierre de la librería y el restaurante del CAC) es gravísima: hablamos de personas sin trabajo, fuera de juego, por una lamentable gestión administrativa. Aquí Fernando Francés no tiene nada que ver, aunque, la verdad, un poco más de sensibilidad no le vendría mal: ayer tuiteó a uno de sus contactos "Llegar a final de mes... y atreverse con el siguiente", a lo que una periodista le espetó: "Vaya, los trabajadores del @cacmalaga tienen más complicado llegar a final de mes y mucho más difícil atreverse con el siguiente". ¿Respuesta de Francés?: "¡Sin duda!".

Detrás de todo esto está un Consistorio que cedió por entero la gestión de uno de sus centros a una empresa, a la que sometió a una vigilancia escasa y de la que apenas se ocupó. Insisto, muchos lo llevan advirtiendo desde hace tiempo pero nadie hacía nada: que si Ai Weiwei, que si Marina Abramovic, que sí que pechá de gente va todos los años... Cuando ha tocado tomar las riendas y deshacer un triste entuerto, la falta de costumbre les ha pillado en el Ayuntamiento en paños menores, en la pasividad más absoluta. Una pasividad que ahora se comen un buen puñado de trabajadores.

Así que al final el CAC Málaga sí que ha llegado al top de los tops de los tops: el del cutrerío y la injusticia.