La antigua Imprenta Sur, con cuyas máquinas vieron la luz los versos de los entonces jóvenes poetas de la Generación del 27, revivió este jueves, después de cinco años de silencio, con la edición del soneto Vuelta a la mar de Málaga, del recientemente desaparecido Manuel Alcántara.

Fue la legislación de prevención de riesgos laborales en maquinaria antigua la que en 2014 silenció esta imprenta de Málaga, que tras ser adaptada ahora vuelve a estar en manos de José Andrade, cuarta generación de una saga de maestros tipógrafos que comenzó con su bisabuelo, y que sigue componiendo manualmente las páginas con los tipos de plomo originales.

Como recordó el director del Centro Cultural Generación del 27, José Antonio Mesa Toré, esta «joya del patrimonio cultural de España» vivió su primera época de esplendor entre 1925 y 1929, de la mano de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, con dos máquinas Minerva tipo Monopol.

El estilo de los libros editados y la calidad de los jóvenes poetas seleccionados contribuyó al prestigio de la imprenta, pese a contar con unos medios relativamente modestos.

En esa etapa imprimió nueve números de Litoral, además de once suplementos de esta revista, y poemas de Lorca, Alberti, Bergamín, Cernuda o Aleixandre, lo que convierte a estas máquinas también «en una joya universal», según Mesa Toré.

La segunda época de brillantez llegó a partir de 1937, entonces denominada como Imprenta Dardo y ya en manos de la familia Andrade, cuando imprimió «lo más granado de la poesía española del siglo XX y la revista Caracola», ha apuntado el director del Centro del 27.

En 2001, estas máquinas fueron «salvadas de la muerte» al ser adquiridas por la Diputación de Málaga para el Centro Cultural Generación del 27, dirigido entonces por Lorenzo Saval, director también de Litoral y sobrino nieto de Emilio Prados.

Desde 2005 la imprenta editó las colecciones El Castillo del Inglés, Cazador de nubes y La cama de Minerva, en las que publicó poemas de autores galardonados con el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias o el Premio Nacional de Literatura, además de jóvenes poetas.

Mesa Toré admitió que, con las objeciones de la ley de prevención de riesgos laborales, «lo más fácil habría sido callar para siempre las voces de la poesía» y convertir la imprenta «en un mero espacio museístico», pero se optó por una adaptación que ha sido «extremadamente compleja y ardua».

Se le han colocado paneles de metacrilato, se han prolongado algunos brazos de las máquinas y se han instalado sistemas de parada automática en caso de que algún objeto obstaculice el funcionamiento, todo ello para mejorar la seguridad, ha explicado Andrade, que operó la imprenta desde 2005 hasta su cierre en 2014.