La explosión de la cultura malagueña en la calle volvió este sábado a través de un viaje fascinante. La XII edición de la Noche en Blanco venía cargada de muchas actividades y de novedades que miles de locales y visitantes no se quisieron perder. Este año el horario se adelantaba una hora y sobre las siete de la tarde el casco histórico de la ciudad se transforma en un escenario donde la música, la danza, el teatro, la arquitectura, las performances y el arte fueron los grandes protagonistas en las calles de Málaga.

Desde primera hora de la tarde ya eran muchos los que se acercaron al centro con programa y móvil en la mano para organizarse y elegir sus visitas, que empezaron con cierto retraso. En esta ocasión la mayor parte de las actividades giraron en torno al tema elegido por votación: La vuelta al mundo en una noche. Y para esta vuelta al mundo la primera parada del itinerario fue sin duda la calle Larios que fue tomada por los alumnos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Su propuesta Cities in the air estuvo basada en las siluetas de edificios del mundo, algunos de los skyline más populares se colgaron a lo largo de la vía. Fueron los propios estudiantes los que hicieron de guías turísticos y explicaron a los viandantes la idiosincrasia arquitectónica de las ciudades representadas.

Los museos de la ciudad una vez más fueron paradas obligadas de este viaje: el Pompidou, el Picasso, la Casa Natal, el Thyssen o el Museo de la Aduana albergaron largas colas durante las seis horas de duración de esta cita nocturna con la cultura malagueña. «Hace tiempo que queríamos visitar la nueva exposición del Thyssen y creo que La Noche en Blanco hace de esta visita aún más mágica, aunque llevamos más de una hora en cola», contaba Sheila Benn en las inmediaciones de la pinacoteca acompañada por su familia. La Plaza de la Marina acogió una de las atracciones más espectaculares del programa, Ciudadano Kien representó el performance Flotados. Un viaje por el amor y las emociones que corrió a cargo de la Compañía David Moreno & Cristina Calleja. Él tocó un piano de cola colgado a 8 metros de altura y ella danzó también suspendida en el aire. «Ha sido increíble verlo tocar en desde al aíre y a ella bailar», dijo Juan San Martín, un estudiante de Derecho que disfrutaba por primera vez de La Noche en Blanco malagueña. El espacio, abarrotado durante toda la noche, albergó también el Teatro de Sombras a cargo de Acroevents. La imaginación llevo al espectador a distintas partes del mundo a través de las sombras creadas por cuerpos de bailarines y una proyección instalada en una pantalla gigante de 6 por 4 metros y 16.000 lúmenes.

Y por supuesto, otra de las protagonistas de la velada cultural más importante de la ciudad fue la música. El cantante David Otero ofreció un concierto en la Plaza de la Constitución donde no cabía ni un alfiler. El patio de Los Naranjos acogió el recital del clarinetista Juan Pablo Gamarro perteneciente a Concerto Málaga y el concierto de piano de Mario Campoy. La calle Alcazabilla se convirtió en el epicentro del Gospel, en el Eduardo Ocón sonó el pop, el tango y se realizó un tributo al pasodoble. Uno de los espacios que se incorporaron en esta ocasión, acercando más la Noche en Blanco al mar, fue el de la Estación Marítima del Melillero donde hubo visitas extraordinarias y un homenaje a Chavela Vargas y al tango.

La Nochecita en Blanco ofreció a los más pequeños un viaje único en la zona del Soho principalmente. El taller de Musicoterapia impartido por Carmen León fue todo un éxito, al igual que Mil notas y un catamaran, una propuesta para las familias donde pudieron disfrutar de un paseo por la bahía malagueña. Málaga se volvió a rendir a la cultura en todas sus expresiones. La Noche en Blanco concluyó su particular vuelta al mundo con un pasaporte sellado y cargado del mejor ocio cultural malagueño.