Cosas de los conciertos exclusivos: la, para muchos, mejor violinista del mundo, Anne-Sophie Mutter, actúa mañana en el Teatro Cervantes en un recital organizado por Bankinter. El templo de la calle Ramos Marín no ha promocionado la cita, indispensable para los amantes de la clásica, al no estar dentro de su programación; las tablas del Cervantes han sido meramente alquiladas por la citada entidad bancaria para el desarrollo del concierto. Mutter hará sonar su inseparable Stradivarius arropada por la Kammerorchester Wien-Berlin a partir de las 19.30 en un programa compuesto por diversos conciertos para violín de Wolfgang Amadeus Mozart. Promete ser una velada espectacular aunque algo, digamos, secreta.

Un concierto del violinista ruso David Óistraj tuvo la culpa de que, con sólo cinco años, una niña llamada Anne-Sophie Mutter decidiese dedicar su vida a hacer lo mismo. Sólo ocho años más tarde, el mítico Herbert von Karajan descubría el talento musical de una mujer que lleva más de cuatro décadas instalada en el Olimpo sinfónico. Una deslumbrante madurez para alguien que ya lo ha sido todo en el exigente mundo de la música. Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, Alemania, 1963) reconoce que no mira atrás. Tampoco espera nada de la vida, "sólo las sorpresas que aparecen cuando estás haciendo otros planes". Mientras tanto, divide su tiempo entre su carrera, el cuidado de sus hijos -Richard y Arabella- y la Fundación que lleva su nombre, con la que organiza conciertos benéficos que sirven de catapulta a nuevas promesas.

Su carrera se prolonga a lo largo y ancho de casi 45 años. "A cierto nivel la música es muy similar al deporte de élite. Es cierto que algunas jornadas son duras, muy difíciles, sobre todo cuando el violín no responde de la manera que una espera; pero la vida es así. Tiene mucho que ver con la supervivencia, con sobreponerse a las crisis y a las dificultades, para sacar el concierto adelante", aseguró en una entrevista con 'Faro de Vigo' hace unos años.

Esta tardenoche en Málaga seguro que se sube con uno de los dos Stradivarius que posee y con los que mantiene una intensa relación, tal y como comentó en una ocasión: "Los violines tienen su propia personalidad, hablan a través de quien los toca. Éste tiene 301 años, y es muy sensible a los cambios de temperatura. Hace poco, durante un programa de televisión en Nueva York, el aire acondicionado en el estudio estaba tan frío que al violín no le gustó. Los instrumentos como éste son hipersensibles a cualquier tipo de cambio. Es difícil viajar con ellos, pero la relación musical es maravillosa, no puedes vivir sin él. El violín siempre está en perfectas condiciones, es el intérprete quien comete los errores (ríe)".

Junto a su violín siempre busca que la pasión y la técnica estén en perfecto equilibrio. "Hay obras que requieren cierta tensión, por eso muchas de mis grabaciones son en directo. En cuanto empieza el recital, o el preludio de la orquesta, tardas diez segundos en darte cuenta de si el público está metido en el concierto. A veces tienes suerte, y el público conecta en seguida. Otras cuesta más apreciar lo que sucede encima del escenario. Depende de nosotros, los intérpretes, hacer de la música algo tan subyugante y atractivo de lo que no te puedas escapar aunque quieras", dice la alemana. Ojalá la violinista y su público malagueño encuentren hoy esa perfecta comunión.