No hay demasiados grupos que toquen en festivales de jazz y también en otros dedicados a la música folk, o que suenen en programas de radio especializados en eso que se dio en llamar new age. Los polacos Kroke viven en esa especie de tierra de nadie musical, que reúne a los aficionados de todos esos estilos ante su música, siempre evocadora, viajera y viva. El 26 de junio se acercarán de nuevo al Teatro Cervantes, convocados por su festival veraniego Terral (cada vez más centrado en las músicas de raíz).

Cuando se les pregunta a Tomasz Kukurba (violín), Jerzy Bawol (acordeón) y Tomasz Lato (contrabajo) por su ubicación en un mundo cada vez más dado a las subcategorías, responden orgullosos: «Creo que hemos creado nuestra propia categoría musical». Y no les falta razón.

Empezaron haciendo música klezmer (el folk askenazí, la banda sonora de las celebraciones de la comunidad judía) pero, a lo largo de los años (muchos, por cierto: llevan más de un cuarto de siglo grabando y girando), su discurso se ha ido enriqueciendo en ritmos y sonoridades, y ahora las tradiciones balcánicas y mediterráneas, por ejemplo, informan sus canciones. Eso sí, manteniendo su espíritu de improvisación, sin ataduras.

Traveller es el título de su más reciente álbum, un disco reposado, melódico y, sí, ciertamente viajero que hace suya la popular frase de Flaubert: «El viaje te hace modesto, ves el pequeño lugar que ocupas en el mundo». Estos cartógrafos de tantas músicas europeas están de acuerdo con la cita y les parece especialmente pertinente en estos tiempos en los que el Viejo Continente parece zozobrar: «Europa atraviesa un momento difícil, pero tenemos que hacer lo que hacemos mejor, y lo que nosotros hacemos mejor es escribir y tocar música... Y eso es lo que hacemos». Y, claro, viajar por aquí y por allá, musical y físicamente. ¿Es la trayectoria de Kroke un viaje sin destino determinado? «Sí y no, es algo así como un viaje por intuición, por corazonadas. De un lado, estamos muy abiertos a nuevas aventuras; de otro, sabemos exactamente lo que no queremos hacer», nos dicen.

«Nuevas aventuras» en las que han conocido a muchísimos titanes de la cultura popular, atraídos por el sonido de los dos dos Tomasz y Jerzy: Steven Spielberg es fan desde que les escuchó en Cracovia (por cierto, Kroke es Cracovia) durante el rodaje de La lista de Schindler; impresionado, le envió su música a Peter Gabriel, quien terminó compartiendo escenario con los polacos. Y el intrépido violinista británico Nigel Kennedy los ha fichado como banda para discos y conciertos. «Lo importante», aseguran, «es que hemos sido muy afortunados de compartir tablas y estudios no sólo con grandes músicos sino también con grandes personas». Y de contar con una legión de seguidores en España («Es nuestra segunda casa, nuestro hogar espiritual») y Málaga, donde han tocado ya un buen puñado de veces: «¡Siempre volvemos porque nos encantáis!». Es recíproco.