El centenario del nacimiento del compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, en 2018, ha significado el 'revival' de la que es, sin duda, su obra más popular, el musical West Side Story. Mientras Steven Spielberg ultima la nueva versión cinematográfica de la película con la que Robert Wise adaptó la función escénica, teatros de todo el mundo resucitan esta lectura sui géneris del Romeo y Julieta shakespeariano en la América de los 60, de las bandas, de las discriminaciones raciales, etc. Nuestro Teatro Cervantes se prepara para recibir, entre el 18 de julio y el 4 de agosto, el West Side Story de los especialistas en estas lides SOM Produce, tras cosechar un notable éxito en el Teatro Calderón de Madrid.

José María Cámara, uno de los productores del musical, lo tiene claro: «La nuestra es, probablemente, una de las mejores producciones del mundo en la larga historia de West Side Story». Y ojo, que se dice que la licencia de esta obra es una de las más exigentes en el ya de por sí bastante exigente mundo de las licencias de musicales: «En los tres pilares básicos no caben concesiones a la hora de ceñirse a la versión original: en la música de Leonard Berstein y su interpretación absolutamente en directo; en la historia, una adaptación del Romeo y Julieta de Shakespeare, escrita por Arthur Laurents; y en las coreografías originales, creadas por Jerome Robbins. Todo el resto de la producción, escenografía, adaptación al español, vestuario, iluminación, maquillaje, es de creación totalmente nuestra», explica Cámara.

La compañía ha tenido desde el principio un objetivo meridianamente claro a la hora de levantar esta compleja aventura

: «Hacer viajar en el tiempo y en el espacio un clásico de Broadway que se estrenó hace más de medio siglo, respetando la calidad de la versión original. Y el público dice que lo hemos conseguido». Un logro de mérito, desde luego, hablando de un musical y su correspondiente película considerados dentro del top de tops en su género; el productor está especialmente orgulloso: «Hemos pasado la prueba con absoluta satisfacción de los espectadores más exigentes, como lo demuestra la calificación de excelente en todas las redes sociales vinculadas a West Side Story y las opiniones en los canales de ventas».

Y todo ello sin contar en el elenco a nombres conocidos y populares en televisión y cine por los que optan algunos (bastantes) musicales como incentivo para reventar las taquillas. En eso en SOM han sido tajantes: «Todas las obras clásicas trascienden la identidad, aunque no la calidad, de los intérpretes. Los espectadores exigen y esperan interpretaciones del más alto nivel artístico y esa es la referencia en nuestras producciones. Los espectadores pagan por calidad y emociones, no por la popularidad de los actores». Y es que no debe de ser fácil encontrar intérpretes que sean capaces de ejecutar las eclécticas coreografías de Robbins (jazz de Broadway, lindy-hop, bailes latinos y muchos más estilos), cantar las melodías de Bernstein y actuar con soltura. A cambio, canciones como María o I feel pretty o números como America, desde luego, son un aliciente más que suficiente para que los nostálgicos y los curiosos pasen por caja. No todos los musicales pueden presumir de haber colado tantos números, coreografías y diálogos (el gran Stephen Sondheim firmó el libreto) en el inconsciente colectivo de varias generaciones. Y ahí siguen desde entonces.