Cuenta la leyenda que W. A. Mozart no tuvo más acompañamiento en su entierro que un perro callejero. No menos fortuna tendría F. Schubert, que, gravemente enfermo, muere también en Viena no sin antes legar al gran repertorio un corpus cercano al millar de obras. A pesar de lo aciago de la existencia de los dos músicos, la personalidad estética de ambos contribuiría decisivamente en la construcción de la sinfonía del periodo clásico en uno, y el desarrollo y evolución en el período romántico en otro.

El titular de la Filarmónica de Málaga, Manuel Hernández Silva, avanzaba con este doble programa sinfónico las fronteras donde se diluyen las ideas del barroco tardío y avanzan las nuevas formas de entender y apreciar (escuchar) la música. Ejemplos modelo de esta evolución fue el concierto ofrecido por la Joven Orquesta Barroca de Andalucía el pasado sábado en el Auditorio Edgar Neville, seleccionando para su interpretación, dos trabajos sinfónicos que, aunque separados en el tiempo, uno se erige como modelo referencial, mientras que la propuesta de Schubert marca el punto de arranque de una nueva estética musical asentada en el respeto a la forma propuesto por Mozart. En este desarrollo, nada es casual y así lo pondría de manifiesto el maestro Hernández Silva en el enfoque interpretativo de la KV.550 y la D.485 contextualizado en el proceso constructivo que atraviesa todo el continente europeo hasta el triunfo definitivo del modelo sinfónico vienés apoyado por la aparición de la figura del concierto público y el desarrollo de la plantilla orquestal que propiciará la aparición del director de orquesta.

Tonos

Cuatro capítulos organizan la Sinfonía 40º de Mozart, página central de la trilogía que corona su integral sinfónica, aparece teñida de tonos introspectivos y dramáticos en lo que aparenta una nueva forma de relación entre el músico y el oyente. El titular de la OFM se distinguió por el pulso firme y decidido en el ánimo de canalizar el desarrollo orgánico de la partitura. Si el allegro de apertura destacó por sus destellos, el tono sosegado del andante serviría de excusa al ánimo reflexivo del menuetto que precede al ágil finale que Hernández Silva imprimiría sobre la JOBA.

No menos madura apetecería la lectura de la Quinta Sinfonía de F. Schubert. Los cuatro tiempos que estructuran la obra corren en paralelo a la propuesta mozartiana sin renunciar a la propia personalidad artística del compositor vienés. En la batuta de Hernández Silva y JOBA destacó la densidad interpretativa de la sinfonía frente el sentido más ligero de la KV.550 y donde faltan diálogos entre cuerdas y maderas, destacando especialmente la flauta de M. J. Cardona sin olvidar el papel de el resto de la sección.

La JOBA pone el punto y final a su cuarta promoción con la mirada puesta en septiembre y una nueva plantilla de jóvenes intérpretes.