"I've been sick for two weeks" ("He estado enfermo dos semanas"). La primera frase que el cantante británico pronunció anoche nada más subir al escenario de Starlite hacía presagiar una velada al menos singular. Acto seguido pasó a hablar en español y explicó al público estaba allí porque no quería suspender ni un concierto más. Pero advirtió que sería "una actuación más tranquila" y acorde al estado de su garganta, "al menos al principio", dijo. Nada más recibir la bendición del auditorio, lleno hasta la bandera, interpretó una delicada versión de 'Roxanne' sentado en una silla y con una guitarra electroacústica.

Incómodo en su condición de convaleciente, tardó poco en patear la silla, soltar la guitarra y agarrar su mítico bajo Fender para jolgorio del respetable, que disfrutó de otras muchas canciones de The Police a lo largo de la noche, entre ellas 'Every little thing she does is magic', 'So loneny', 'King of pain', 'Message in a bottle' o 'Walking in the Moon'. No sin esfuerzo -su voz a veces sonaba al límite-, Sting afrontó con éxito el reto de sobreponerse a su todavía debilitada salud y ofrecer un recital vibrante y perfectamente ejecutado. Ejerció de perfecto anfitrión, las tablas de este músico son más que conocidas, y en todo momento animó a su audiencia a participar con gritos, palmas y coreando estribillos.

Con 'Englishman in New York', en los inicios del concierto, ya tenía a todos metidos en el bolsillo. Y así se mantuvo hasta el final, instante para el que reservó su inmortal 'Every breath you take' y la atronadora 'Next to you', canción que abre el álbum debut de The Police, 'Outlandos d'Amour' (1978) y con la que Sting (junto a Andy Summers y Stewart Copeland) se presentaba al mundo para después conquistarlo por completo.

Anoche no estaba al cien por cien de sus capacidades, todos lo pudimos ver, y aun así consiguió un notable alto. En la salud y en la enfermedad, este músico conoce bien su oficio y sabe que al público hay que dárselo absolutamente todo. Otras estrellas con menos cualidades y más caprichosas se hubieran quedado en casa o en el hotel. Señor Sting, con usted hay que quitarse el sombrero.