Resultaba bastante lógico que si los Goya abandonaban algún día el nido de Madrid pasarían por Málaga. Al fin y al cabo, ¿cuántas ciudades pueden presumir de llevar más de veinte años apoyando al cine español, inviertiendo millones y millones de euros en su promoción, ajustando su calendario de actividades al de los intereses de productores y distribuidores? Sí, San Sebastián, Valladolid, Huelva y otras han sido y siguen siendo capitales audiovisuales de primer orden (por las que los premios de la Academia deberían pasar, desde luego), pero la apuesta malagueña siempre ha sido decididamente singular, unívoca, orientada al presente y futuro de nuestra industria.

Lo he escrito en varias ocasiones e insistiré en ello: me habría gustado que al iniciar la campaña de itinerancia de su gran escaparate desde la institución rectora de nuestro cine hubieran tenido la sensibilidad suficiente para ofrecerle un trato VIP a Málaga, ofrecerle a la ciudad del Festival de Cine En Español la posibilidad de acoger los Goya pero no fue así; en Sevilla, que de un tiempo a esta parte, están luchando por ser capital de este tipo de citas grandes, llamativas, llenas de flashes, fueron cucos y pusieron los euros sobre la mesa para llevarse el gato al agua. Porque la lógica que siempre funciona es la del dinero.

Se reaccionó tarde pero se reaccionó (recordemos que a muchos les tomaron poco menos que por tontos cuando se les mencionaba la idea), y el alcalde, Francisco de la Torre, postuló su ciudad, la nuestra, para engoyarse. Y para que se notara que la cosa iba en serio, la semana pasada se reservó una provisión de 1,4 millones de euros para pagar la fiesta. Porque es justo y necesario que Málaga celebre los Goya si quiere presumir de ser la capital del cine español durante una semana al año, y si la Academia no quiere hacerle un feo al, recordemos, certamen organizado casi por entero a su satisfacción. Esta aventura era una obligación para ambas partes.

No faltarán las voces que criticarán el desembolso de 1,4 millones de euros de las arcas municipales (la cosa se redondea en 2, gracias a las aportaciones de la Junta de Andalucía, la Diputación y entidades privadas como Unicaja). Hacer pedagogía de una inversión como ésta es muy sencilla: el año pasado en Sevilla se rascaron los bolsillos, encontraron 2 millones de euros y semanas después de la celebración de los Goya se dieron cuenta de que les habían tocado 5 millones; vamos, que habían ganado 3 millones en conceptos que al principio parecen etéreos (imagen de marca, share televisivo, etc) pero que, al final, resultan tan tangibles como un billete de 500 euros.

Desde luego, el Palacio de los Deportes José María Martín Carpena no es un marco incomparable para acoger los Goya (lejos del Centro, alfombra roja ahí en medio de un descampado, dificultades para que los curiosos que colorean estas citas chillen su emoción), pero es lo que hay. Ojalá los Premios Goya sirvan para que las autoridades correspondientes se decidan de una vez y doten a nuestra ciudad del elemento que le falta para ser una capital cultural con todas las de la ley: un Auditorio.

Y ahora, a seguir soñando, que de momento no se ha dado tan mal la cosa: ¿se imaginan una gala de los Goya en Málaga presentada por Antonio Banderas?