Ya no es fácil aportar nuevas ideas. No lo es, al menos, que triunfen en los despachos y salgan a la luz. En general y en la industria del cine en particular. En el calendario de grandes estrenos de este verano, Érase una vez en... Hollywood es el único título original -en este caso, entiéndase original como primitivo, inédito-. Sin ir más lejos, su planteamiento inicial surgió hace seis años y su maduración tuvo lugar hasta los meses previos de su grabación.

La penúltima de Tarantino, como él mismo presume, no está basada en un libro ni en un cómic, no habla de superhéroes, no narra la vida de ningún cantante, y tampoco es una secuela, un remake o una versión en acción real de un clásico de dibujos de Disney. Es una excepción, en definitiva. En Érase una vez en... Hollywood Tarantino mira al pasado y se centra en el panorama cambiante de la meca del cine estadounidense a finales de los años sesenta. Un contexto no demasiado distante al actual, por lo menos en el fondo. Desde luego, 1969 pasó a la historia como el año en el que el hombre pisó la Luna, pero también como el año en que el público rompió con el viejo Hollywood para abrirle la puerta de sus casas a la televisión, de la misma forma que hoy entran y se hacen hueco en el sofá las distintas plataformas digitales y desaparecen las salas. Como en el caso de la última película de Almodóvar, Dolor y gloria, en la que el director manchego recupera su pasado para rodarlo, o en Roma, del mexicano Alfonso Cuarón, el Tarantino más nostálgico para su penúltimo trabajo también encuentra inspiración en el cine y en Los Ángeles de su infancia, lugar donde vive desde que tiene tres años. Érase una vez en... Hollywood es su película más personal.

En 1969 fue la primera vez que, acompañado de sus padres, pisó Hollywood. Por motivos obvios, y con apenas siete años, su vida dio un cambio a partir de ese momento. Aunque, al mismo tiempo, también lo sufrió la sociedad y la industria. Es verdad que en ese año el hombre llegó a la Luna, pero ese lapso espacio-temporal también estuvo marcado por la Guerra Fría, el ascenso al poder de Richard Nixon, la primera edición del festival de música de Woodstock, y el movimiento hippie, de amor libre, interrumpido, eso sí, por los brutales asesinatos de la Familia Manson. Entre ellos el cometido el 9 de agosto a la actriz nominada al Globo de Oro Sharon Tate, la mujer del cineasta Roman Polanski, que estaba embarazada y a escasas dos semanas de dar a luz. En ese marco se mueven los protagonistas de Érase una vez en... Hollywood.

Al final, el penúltimo trabajo de Tarantino resulta ser un homenaje a la forma de hacer cine y al modo de vida de entonces, con tremendos guiños al spaghetti western (desde el título Érase) o a figuras como Steve McQueen o Bruce Lee, entre otros. Acaba siendo, de algún modo, y en palabras de su director, la suma de toda su carrera. «Hay un poquito de todos mis filmes», admite. Aunque para ello, sin embargo, parece haber abandonado marcas clásicas de su estilo. Señales inconfundibles de corte tarantiniano.

Érase una vez en... Hollywood es su primera película tras el caso Harvey Weinstein. Por ese mismo motivo ahora es observado por sus críticos con lupa. De hecho, han sido unos cuantos los que han querido boicotear y cancelar el estreno de la película por el trato marginal y violento que reciben las mujeres en su cine, tildándolo incluso de misógino. Una postura ciertamente interesada. Un debate que él categoriza como falso, pues en toda su obra las mujeres no solo sufren la misma violencia que los hombres, sino que además luchan contra ella.

Si a lo dicho al principio de que ya no es fácil que triunfen nuevas ideas, mucho menos lo es si son provocadoras. No obstante, lo políticamente incorrecto, pese a la existencia de algunos detractores, todavía triunfa si se trata de Tarantino. La expectación que genera estreno tras estreno confirma su éxito. Su último trabajo antes de retirarse es una incógnita. «Si se me ocurre una excelente historia de terror, eso haré con mi décima película», ha dicho.