Paco Plaza estrena el 30 de agosto su nueva película, Quien a hierro mata. Un thriller que representa cómo el protagonista, interpretado por Luis Tosar, se va hiriendo a sí mismo, en un afán por hacerle daño a otra persona. «En el fondo, eso es lo que pasa en la vida», afirma Plaza. «Es la primera vez que hago una película en la que no participo en el proceso de creación del guion, y en ese sentido me ha permitido ser más director que en otras ocasiones». Además, afirma que ha sido un viaje a un género que no había trabajado y con materiales que no había generado él mismo, resumiendo la experiencia como «un gran aprendizaje».

La trama de la película gira en torno a un pueblo de la costa gallega, donde vive Mario, un hombre ejemplar y muy apreciado en la residencia donde trabaja como enfermero. Cuando el conocido narcotraficante Antonio Padín ingresa en el centro, Mario trata de que el anciano se sienta como en casa. A partir de ese momento, Kike y Toño, hijos de Padín, quedan al mando del negocio familiar, pero una fallida operación de contrabando llevará a Kike a la cárcel y les generará una peligrosa y cuantiosa deuda con un proveedor colombiano. Toño recurrirá al enfermero para que persuada al padre de que la salde, pero Mario tiene sus propios planes echando la vista al pasado.

El personaje se enfrenta a una disyuntiva entre ejecutar una venganza a la que cree que tiene derecho u olvidar, pasar página y entregarse a una vida que tiene por delante fabulosa y llena de luz. «El personaje de Luis es un yonki del odio, sabe que lo que está haciendo le está destruyendo, pero no puede evitarlo, igual que un heroinómano, un fumador o alguien que va jugar a las tragaperras», explica el director. Se trata de una película que transcurre en una zona y con unos personajes cuya vida ha estado muy afectada por el narcotráfico, pero no gira únicamente alrededor del mismo. «Nosotros teníamos la responsabilidad de no darle el glamour o no presentarlo de manera estética o cinematográfica como se ha hecho en varias ocasiones. La pretensión es ser muy naturalistas y muy acordes a la realidad que se vive en el sur de Galicia». Desde la dirección se sentían con la responsablidad de no ocultar los estragos que el narcotráfico ha causado en la sociedad, todo ello encarnado en el personaje de Luis, Mario. Por otro lado, se pretendía asimismo presentar a los narcotraficantes como personas complejas, con sus problemas, dificultades y conflictos paternofiliales. «Siempre intentando sacar a la persona que hay por debajo del personaje».

Al mando de la dirección

«El momento en que leí la última escena fue cuando decidí que quería hacer la película. Me parecía que resumía muy bien todo lo que quería explicar, acerca de cómo el alimentarte del rencor no lleva nada bueno. A veces, conseguir tus objetivos puede ser una condena para ti y, sobre todo, explica que cuando intentas hacer daño a alguien, finalmente te lo estás haciendo a ti mismo».

Hablando sobre la escena predilecta de Plaza, el final es una imagen con mucha contundencia y que probablemente marque un antes y un después en el cine, «creo que es la imagen más poderosa que he rodado nunca».