Hoy, 23 de septiembre de 2019, se cumplen 89 años del nacimiento de un intelectual inclasificable, de un hombre del teatro y la literatura en todas sus dimensiones que responde al nombre de Miguel Romero Esteo (Montoro, Córdoba, 1930-Málaga, 2018). Será la primera vez que en torno a su aniversario no ronde el latido de la vida real. Y, desde esta certeza, las personas que lo admiraron y ahora preservan su inmortalidad en la Asociación Romero Esteo celebrarán cada otoño en su honor con programas de actividades. El primero se vale del día de su cumpleaños para evocar su relación con la música en el Rectorado y desplegar una serie de citas que, con un sugerente foco sobre su faceta de poeta, se alargarán hasta la fecha que marcó su epílogo en el calendario.

Este ciclo posiblemente demuestre que, tras el epílogo vital, un caudal de luz imparable y distinta se proyecta sobre la estela que ha dejado este dramaturgo revolucionario que, en los años 70 del siglo pasado, perteneció al movimiento bautizado como Nuevo Teatro Español junto a Francisco Nieva, Fernando Arrabal o Luis Riaza, entre otros.

La travesía del escritor, que tan presente tuvo a Málaga en sus textos y tanta poesía o teatro enseñó en sus talleres de la UMA, se caracterizó por su capacidad innata para, en una dirección u otra, no dejar indiferente a nadie.

Su legado destila una manera radicalmente personal y diferente de entender desde la escritura a la propia vida. La suya fue una labor creativa abocada a una acogida desigual e intermitente que se ve ilustrada por los azares que rodearon a sus principales logros. Sin ir más lejos, el Premio Europa de Teatro ensalzó a Tartessos, una pieza que lo encumbró con el mismo énfasis con el que luego coqueteó con ambiciosos proyectos fallidos para su puesta en escena. Lo mismo que, en 1985, le atribuyeron papeletas para el Nobel tras el éxito de Tartessos, el Premio Nacional de Literatura Dramática le llegó en 2008 para reconocer la reedición de Pontifical, una pieza antisistema que, en realidad, había sido escrita en 1965 y publicada en 1971 en una edición clandestina, tras ser prohibida por el franquismo. Es más, antes de que hace una década la rescatara Fundamentos, Pontifical había sido traducida al alemán y puso a Romero Esteo a compartir el prestigioso sello de la editorial Suhrkamp con Samuel Beckett, Bertolt Brecht o Peter Weiss.

Como valiosa muestra del impacto que alcanzó su literatura también se bastan las palabras pronunciadas por Fernando Lázaro Carreter en su etapa como presidente de la Real Academia Española de la Lengua: «No hay que olvidar que en algunas de las obras de Miguel Romero Esteo están algunas de las cumbres de la literatura europea de todos los tiempos». Igualmente, existen afirmaciones justificadas por otros estudiosos que sitúan su teatro a la altura del de Valle-lnclán y lo ensalzan como el más original que ha aportado las letras españolas desde el Siglo de Oro.

La arquitectura teatral que urdió en torno a sus grotescomaquias y las posteriores tragedias se erige, a día de hoy, en la punta del iceberg que delata a un creador total, a un intelectual curtido en la docencia, la musicología y en la inmensa mayoría de las disciplinas literarias. No en vano, más allá del dramaturgo, también existen -sin salir de Romero Esteo- el narrador con relatos publicados y sendas novelas inéditas, el ensayista, el poeta, el periodista de Nuevo Diario o el gestor cultural que, en los años 80, dirigió con brillantez el Festival de Teatro de Málaga y atrajo hacia este certamen a las grandes figuras internacionales.

Durante sus últimos años de vida, la aún reciente protección de su prolífico y variado legado por parte de la Biblioteca Nacional se sugirió como una merecida recompensa a una carrera de fondo por la existencia humana y la literatura que no ha estado, precisamente, exenta de obstáculos. Puede, incluso, que este gesto del Ministerio de Cultura sea entendido -o incluso soñado- como el punto de partida para un rescate más amplio de su figura, tal y como persigue desde tierras malagueñas la Asociación Miguel Romero Esteo.

Con el impacto mediático de su fallecimiento todavía latente, cada vez son menos aquellos a quienes se les escapa la certeza de que, en ocasiones, la dramaturgia de Romero Esteo ha sido víctima de desplantes y de silencios interesados. Con tales experiencias en su bagaje, el autor nacido en Montoro se hizo fuerte en su propio camino, respondió diciendo lo que pensaba ante los golpes y apostó por la coherencia y el esfuerzo en lugar de agarrarse a la cacareada etiqueta de genio.