Seductoras bailarinas en harenes, ascéticos encantadores de serpientes, ceremonias del té y de la cachimba en salones de primorosas decoraciones... El Museo Carmen Thyssen cede su espacio principal a la pintura orientalista del XIX, género fundamental en su época (especialmente en el ámbito comercial) pero a la postre repudiado por su falta de autenticidad y un exotismo demasiado tendente a la estridencia y lo kitsch. Y es que muchos de estos pintores que hicieron fama y fortuna gracias a muchas de esas escenas estereotipadas con las que se asociaba a Marruecos no pisaron jamás el norte de África. Tampoco, claro, muchos de los artistas incluidos en 'Fantasía árabe. Pintura orientalista en España (1860-1900)', la temporal que hoy inaugura la pinacoteca de la calle Compañía y que podrá verse hasta marzo de 2020.

"El orientalismo fue un constructo europeo, un movimiento que eclosionó en los salones burgueses de París. Supuso una mirada occidentalizada a un mundo norteafricano proyectando esas fantasías y transgresiones aceptables muy del gusto de la burguesía coleccionista de arte", orienta Francesc Quilez, comisario de la exposición junto a Lourdes Moreno, directora artística del Museo Carmen Thyssen.

84 obras nutren la muestra, con muchos de los sospechosos habituales de la colección permanente del centro:

Fortuny, Tapiró, Simonet, Lameyer, Masriera... Todos ellos componen una exposición más sobre la fantasía y la ensoñación que sobre el mundo que supuestamente retrataban; porque bastantes de las fastuosas o tipistas escenas retratadas fueron realizadas en talleres, a partir de fotografías o, simplemente, de la imaginación.

"En un momento de agotamiento temático, estos pintores, evidentemente academicistas y con mucho oficio, triunfaron con unas obras de la evasión", apunta Moreno, que, eso sí, encuentra un "valor antropológico y cultural" en estas realidades construidas a partir de estereotipos (aparte del estrictamente estético y artístico, porque aquí hay piezas de una calidad técnica realmente abracadabrante): "El orientalismo jugó el papel de ser una ventana a un mundo desconocido en su mayoría por Occidente".

Eso sí, luego se produjo la irrupción de las vanguardias, con sus discursos rupturistas y antiacademicistas, y, muy especialmente, de la fotografía, con su apuesta por el verismo y lo genuino, y las pequeñas fantasías árabes de estos autores quedaron como un gusto demodé y kitsch de burgueses occidentales.

'Fantasía árabe' no sólo incluye piezas de autores españoles. Firmas francesas fundamentales del XIX como Delacroix y Constant aportan sus visiones orientalistas, en "un cruce de miradas", según Quílez, notable. Entre todos aportan esa visión occidentalizada a un mundo por descubrir, virtuosa en la técnica y domesticada en los conceptos, que para muchos es pintura simplemente comercial, de mercado, mientras que para otros, como el pensador Edward Saïd, ejerció de consolidación estética del yugo de Occidente sobre Oriente en esos tiempos colonialistas. Al margen de consideraciones desde el prisma histórico y político, lo cierto es que la pintura orientalista, muy de su tiempo, mantiene una evidente capacidad de sugerencia y hoy, dos siglos después, supone un opulento festín sensorial.

El "orgullo" de Carmen Thyssen por su museo

Carmen Thyssen acudió este viernes a la presentación de Fantasía árabe y confesó que es "un placer enorme" el poder inaugurar una exposición "siempre cada vez más bonita". Además, la baronesa aseveró que el malagueño "es el único museo que existe en el mundo con una colección tan andaluza; tan del siglo XIX y XX, no hay otra tan completa". "Es un honor", concluyó. Por su parte, el alcalde, Francisco De la Torre, incidió en la importancia de la recién inaugurada muestra temporal y valoró de manera positiva los ocho años y medio del "arranque de esta hermosa aventura" como es el Museo Carmen Thyssen de Málaga.