¿Es la infancia lo que determina cómo seremos de adultos? ¿En los juegos infantiles se esconden los retazos de vida que luego, con el paso del tiempo, construirán nuestra forma de responder a los desafíos de la existencia? La importancia de la infancia es capital para Víctor Colden, un escritor que acaba de ver publicada la novela ‘Inventario del paraíso’ (Libros Canto y Cuento, 2019), un trabajo fascinante y delicioso en el que el autor recompone, desde la atalaya de su madurez, los veranos de Michi y sus hermanos en la casa de sus abuelos en Málaga, años de juego y dicha, de descubrimientos y sensibilidad a flor de piel, de camaradería y sueños, de olores que desprenden los distintos tarritos de especias y colonias que guardan los abuelos, de relación con la naturaleza a través de un imponente jardín, tamizado por los recuerdos de la niñez, porque las postales de la niñez son siempre luminosas, siempre es verano, y allí nos aguardan aquel camaleón que nos fascinó o la serpiente (la bisha) que nos atribuló, las plantas, los árboles, el riego redentor de la terraza, la imagen del abuelo escuchando varias emisoras de radio para rebajar la soledad de la jubilación, la jovialidad de la abuela, sus ansias de vivir, la colección de tortuguitas que, a paso lento, acompañan el crecimiento de un grupo de niños que acude cada estío a pasar el verano, desde Madrid, a la intrigante y mágica casa familiar. Y, sobre todo, la búsqueda del tesoro, el Grial de la vida que comienza y nos enmudece a pasos agigantados con golpes de realidad, y luego, ya en la madurez, aquellos años de dicha que permanecen en la retina del adulto, el cofre del tesoro que continúa latiendo en nuestro pecho.

Es, sin duda, un trabajo fascinante y evocador, hecho de una prosa poética que nos lleva a los años setenta y en la que, con frases cortas y certeras, el autor nos envuelve y nos obliga a repasar nuestra propia infancia, a volver a aquellos años en los que no había más patria que esa y más rumbo que agotar los días con aromas de verano y luces eternas que luego nos alumbrarán en la adultez, cuando el camino se oscurece y comenzamos a ver el final. Curiosamente, cuando ello ocurre, es cuando pensamos en el inicio, en el principio de todo. Y, al fondo, Málaga como escenario de las andanzas de Michi y sus hermanos, la Málaga mítica y luminosa. Un trabajo muy notable, esencialmente nostálgico, que nos instala otra vez en el corazón de la niñez.