Irene Vallejo se dio a conocer en su ciudad natal con artículos de divulgación en prensa sobre los clásicos y su conexión con el mundo actual. Ahora, con 'El infinito en un junco' (Siruela) viaja a Egipto, Grecia y Roma para contarnos la invención de los libros, en un paseo de siglos con tablillas, papiros y pergaminos en el que no faltan pinceladas literarias ni personales.

En solo dos semanas ya ha vendido la primera edición. ¿Preveía algo así?

De ninguna manera (risas), creo que he escrito este libro beneficiándome de la absoluta libertad que me daba el pensar que un ensayo histórico sería muy probablemente minoritario y que podía experimentar a placer. Lo que ha sucedido me parece absolutamente asombroso y me siento muy agradecida.

¿Cómo surge la obra?

Hace cuatro años vivía esa época en la que unánimamente parecía que se condenaba a los libros de papel a la extinción, hablaban de una sustitución por el libro electrónico. Como había estudiado en la carrera el formato de los libros en la Antigüedad y tenía otra perspectiva histórica, me resistía a aceptar esos pronósticos. Lo que la Historia nos cuenta es que cuando llegan nuevos formatos hay una convivencia y una especialización pero no desaparece lo antiguo. Es el caso del rollo de la Antigüedad que asociamos a las películas de 'peplum': parece ser que puede ser el futuro de nuestras pantallas porque las empresas tecnológicas están experimentando con pantallas de televisión y de móvil enrollables. Me pareció un punto de vista interesante para ponerme a escribir.

Su historia de los libros no es una Historia cronológica al uso, además hay mucho de narrativa e incluso experiencias personales.

Hacía tiempo que quería importar a España el modelo de ensayo anglosajón, que no está dirigido a un público especializado sino a cualquier persona con intereses culturales. Además, tienen ciertos ingredientes narrativos, literarios e incluso de narración en primera persona que se ponen al servicio del conocimiento y hacen gozosa la experiencia de aprender. Por eso pensé en hacer ese experimento, incluso creo que lo he llevado más allá porque está pensado para que se lea casi con el placer de una novela, con sus personajes y acciones, incluso el suspense con el que comienza, con esos jinetes que no se sabe muy bien qué buscan cuando cabalgan por las praderas y caminos de la Antigua Grecia.

¿Qué ganó la Humanidad cuando decayó la oralidad y llegó la palabra escrita?

Me parece un momento fascinante porque la llegada de la escritura además de ser, casi, la primera revolución tecnológica, la escritura transforma la manera de pensar, modifica el lenguaje y los géneros literarios... Es un cambio radical que dio la oportunidad de ampliar el espectro de los textos y de poder conservar voces rebeldes, algo que en la época de la oralidad era más difícil. Todavía hoy somos deudores de algunas de esas transformaciones.

¿Homero fue un hombre real, una invención o un grupo nebuloso de bardos?

Es quizás el principio de nuestra tradición literaria europea y sin embargo, apenas sabemos algo de él, si fue una sola persona, si fue un nombre genérico que engloba a toda una tradición de cantores ambulantes o quién fue el que le dio la forma definitiva a La Ilíada y la Odisea, que por otro lado se sabe que pertenecen a autores y épocas distintas. Es un misterio, pero también hay que recordar que el primer texto de autor conocido de la Humanidad es muy anterior y lo escribió un mujer, Enheduanna, una sacerdotisa y poeta acadia que vivió hacia el 2.250 antes de Cristo y que era muy consciente de su importancia.

En este sentido, da voz a numerosas mujeres escritoras del mundo antiguo, pese a su marginación.

Es triste comprobar cómo a lo largo de la Historia, con más dificultad que los hombres, en todas las épocas hay mujeres que escriben, que piensan y que llamaríamos intelectuales, pero el problema es que después de su muerte tienen muchas más dificultades para entrar en el canon y ser estudiadas. Sucede en la Antigüedad pero también con grandes figuras de todas las épocas.

¿Debemos rasgarnos las vestiduras porque de los tres trágicos griegos no nos hayan quedado apenas obras?

Soy de carácter optimista y le daría la vuelta a la formulación: En una época en la que los libros eran tan frágiles porque había que copiarlos letra a letra y la circulación era escasa -en los tiempos anteriores a la imprenta- casi tendríamos que sentirnos afortunados de que algo haya llegado y lo que nos ha llegado, quizás un 1 por ciento de la literatura de griegos y romanos, se corresponde con lo que ellos mismos más valoraban, aunque eso no significa que sea lo mejor. 'El infinito en un junco' también es un canto a una cadena invisible de personas que a lo largo de los siglos han hecho grandes esfuerzos para que los libros sobrevivan, desde los que protegieron libros prohibidos, a los que contribuyeron a la creación de las bibliotecas o los que en época de conflicto se los llevaron a lugares protegidos como los monasterios medievales.

¿Mantienen la esperanza de que puedan encontrarse obras perdidas grecolatinas?

Estoy convencida de que puede haber sorpresas. Es difícil recuperar obras completas pero fragmentos significativos sí que pueden aparecer.

En su obra está muy presente la Biblioteca de Alejandría, ¿existió ese gran incendio que acabó con ella?

Hubo tres grandes momentos destructivos pero lo que realmente la desangró fue el momento en el que los poderes políticos dejaron de invertir en ella. Lo que acaba más a menudo con los libros no es tanto el impulso destructor como la indiferencia. En nuestra época estamos más amenazados por ese peligro, por quienes creen que no merece la pena invertir en la cultura y piensan que no es una parte esencial de nuestras vidas.

¿Roma se limitó a asimilar la herencia griega o aportó algo original a la República de las Letras?

Yo reivindico a Roma y su aportación. Iniciar un camino de asimilación cultural de otro pueblo en sí mismo ya es original porque no lo había hecho antes ninguna otra cultura. Ahí comienza el camino de la cultura europea, en la que consideramos que Shakespeare o Ibsen son tan nuestros como Cervantes. Además los romanos tuvieron aportaciones propias, una sensibilidad para entender la poesía y la prosa y durante muchos siglos la tradición europea miró más la literatura romana que la griega.

En el libro cuenta que sufrió acoso escolar y que los libros fueron su refugio. ¿Lo pueden seguir siendo en esta época de móviles y tabletas?

Confío en que sí. Creo que en los libros hay un refugio que no ofrecen ni las redes sociales ni el mundo de internet porque cultiva una forma de soledad que yo asocio con la libertad. Cuando te refugias en un libro ya no dependes del mundo exterior eres feliz contigo mismo y con la voz que resuena en esas páginas.

En plena efervescencia del conflicto catalán ¿qué clásico recomendaría para aplacar los ánimos de los políticos?

La verdad es que les hace falta sentido del humor y no estaría mal una dosis de Aristófanes, un autor de comedias teatrales que, mientras le dejaron, hizo mucha sátira política con los problemas y conflictos de la época y siempre con una libertad y descaro muy refrescantes.