Cuando Mariano Fortuny realizó en 1860 el primero de sus tres viajes a Marruecos, quedó fascinado por el paisaje y la cultura árabes, que le inspiraron para iniciarse en la técnica del grabado, en la que mostró su faceta más experimentadora, con un resultado que se puede ver en el Museo Carmen Thyssen de Málaga y que complementa la recién inaugurada temporal Fantasía Árabe.

La nueva exposición temporal de este Museo presenta desde ayer los principales grabados de los 36 que realizó en su corta vida Fortuny, fallecido prematuramente a los 36 años, procedentes de los fondos del coleccionista Enrique Juncosa Darder.

«El grabado, aparte de su excelente calidad técnica, es una síntesis perfecta de la temática que Fortuny trabajó a lo largo de su vida, como el orientalismo», resaltó en la presentación Lourdes Moreno, directora artística del Museo Carmen Thyssen y comisaria de la exposición.

Al estallar en 1860 la primera guerra de Marruecos, la Diputación de Barcelona envió a Fortuny a Marruecos como cronista gráfico de la contienda, pero el artista llegó incluso a negociar con esa institución para devolverle el dinero «porque se veía incapaz de realizar el encargo, por el gran tamaño de las obras y porque el tema de la guerra no le inspiraba nada».

«Aunque tenía un pase para estar en el campamento militar, consiguió otro pase para estar en la ciudad y plasmar los tipos, las calles y los ambientes, descubrió lo que se alejaba del mundo occidental y le llamó la atención lo diferente», según la comisaria.

En el siglo XIX había nacido el sistema del mercado del arte del que procede el actual y la obra de Fortuny estaba en manos del marchante más famoso de su tiempo, Adolphe Goupil, que con oficinas en Londres, Nueva York y París estaba especializado en las estampas, tenía al pintor catalán entre sus preferidos y le animó a trabajar el grabado.

«Hay correspondencia de Fortuny en la que afirma que se quería liberar de su relación con Goupil, entiendo que porque se sentía presionado. Sobre todo, después de su viaje a Marruecos, empezó a entender el arte de una manera más libre, y Goupil le pedía ciertas obras», explicó Moreno.

Ello no significa que Fortuny, que trabajaba en los grabados de noche como ha quedado reflejado en su correspondencia, rechazara esta técnica, ya que se muestra como un artista «enamorado del propio proceso de creación, que se encargaba de trabajar la plancha, limpiarla y a veces reutilizarla». «Fortuny está en la cúspide de los grabadores del arte español y también a nivel internacional», apuntó Moreno, que destacó que «era considerado por sus coetáneos franceses como el gran maestro de todos ellos, aunque luego la bibliografía francesa, al no ser de ese país lo dejara aparte».