Hans Petter Molvaer lo vio claro hace más de veinte años: la música electrónica y el jazz tienen mucho en común, y publicó uno de los álbumes seminales a partir de ese diálogo, Khmer, en ECM. Y en esa particular tercera vía sigue el trompetista noruego, que actúa esta noche en la penúltima sesión del XXXIII Festival Internacional de Jazz de Málaga (Teatro Cervantes, 20.30 horas).

Molvaer no es un rupturista radical, sino más bien un integrador, ideólogo discreto, suave, de una revolución callada. El más reciente álbum a su nombre, Buoyancy, está, curiosamente, lanzado por OKeh, uno de los sellos míticos del jazz tradicional. ¿Hay un mensaje en ello, la idea de que lo nuevo y lo viejo pueden dialogar sin problemas? «Sí. Creo que pueden. A la hora de hablar de música improvisada cualquier forma puede dialogar e interactuar con otra... Siempre que haya una mente abierta detrás», nos asegura el instrumentista.

El universo musical de Nils Petter Molvaer es aventurero pero amable, renovador y respetuoso, con un ojo en el futuro y otro en la tradición de lo improvisado. Por eso cuando le preguntamos si algunos álbumes clásicos del jazz podrían mejorar, digamos, con las manipulaciones sónicas que hemos llegado a perfeccionar desde estudios cada vez más pequeños y domésticos, su punto de vista es, de nuevo, cordial y cortés: «El sonido analógico tiene una calidad diferente a la que poseen las grabaciones digitales, y viceversa». En realidad, todo se reduce a lo que aseguró el gran Duke Ellington: «Hay dos tipos de música: la buena y la mala».

Encuentros

Lo cierto es que resulta hasta difícil catalogar como jazz lo que lleva años haciendo Nils Petter Molvaer en sus diferentes aventuras. Muchos de sus trabajos han sido publicados por Thirsty Ear, sello que ha instigado múltiples encuentros entre el jazz, el hip hop y la electrónica, desde las aristas más o menos vanguardistas de tales géneros. Ahora, cuando la música es cada vez más permeable y menos definible, resulta hasta un lugar común un tema que mezcla el jazz y el house, o el jazz y el ambient, pero cuando Molvaer empezó su carrera, desde luego, los compartimentos eran mucho más estancos. Cuando le preguntamos si se siente más cercano a artistas electrónicos que aplican las técnicas modernas del estudio de grabación a las elucubraciones jazzísticas (como Floating Points o Flying Lotus) que a muchos músicos actuales de jazz, Nils Petter Molvaer lo tiene claro: «Sí, musicalmente me siento más cercano a ellos. Yo no llamo jazz a lo que hacemos. Pero hay improvisación, por supuesto, y la música puede viajar en muchas direcciones».

Una de las últimas exploraciones del noruego fue el álbum Nordub, reunión con los popes del reggae Sly & Robbie y el productor de electrónica finlandés Vladislav Delay. ¿Encuentra Nils Petter Molvaer mayor apertura de mente en músicos ajenos al jazz que en los de los círculos jazzísticos, a menudo aquejados de cierto elitismo y aire de superioridad? «Creo que estoy de acuerdo contigo. Por ejemplo, Sasu [Ripatti, verdadero nombre de Delay] es un músico audaz, y creo que hizo un trabajo fantástico en el disco. Dicho esto, me resulta difícil generalizar. Hay buenos músicos y productores en todos los géneros, aunque, eso sí, mi opinión es que están pasando cosas más interesantes en el campo de la música electroacústica».

Por cierto, Molvaer ha entendido que para seguir practicando su música libre no tenía que ceder su libertad a nadie: hace años renunció a seguir trabajando con ECM, uno de los sellos discográficos más indiscutibles y exquisitos, porque quería ser propietario de su música, no sólo su autor. «Ya no se venden discos, y necesitas unos números altísimos en streamings para poder recibir ingresos. Además, no hay razón por la que una discográfica deba poseer la música que mis músicos y yo hemos hecho». Un argumento atrevido pero de lo más razonable. Como la propia música del noruego.