¿Llevaban todo este tiempo en el blanco y negro?Eva Amaral:

[Risas] Todo este tiempo no, pero quizás el disco anterior sí que era en blanco y negro. Era una apuesta por la nocturnidad, por sacar esas luces y sombras que había en las canciones. En realidad, todo Nocturnal era una búsqueda de la luz. Llegamos hasta ella, y vinieron los colores de Salto al color.

Habla de saltos, ¿la música no admite vértigos?Juan Aguirre:

La música es para sentir vértigo y muchas otras cosas. El vértigo de encontrarte delante de una hoja en blanco para escribir una canción, o de cuando estás en el estudio buscando un sonido. Pero, si no hay vértigo, no hay emoción. Estoy tomando el término como a mí me ha dado la gana, no sé si te das cuenta [Risas].

E.A.: Yo creo que toda evolución es una combinación de vértigos y de cómo los superas. También de inconsciencia, de hacerlo sin ninguna presión. A fin de cuentas, no es más que música, puedes experimentar todo lo que quieras.

Asegura la crítica que en este disco han dejado de lado la protesta, pero yo veo un álbum bastante social...E. A.:

Sí, la verdad es que el disco es reflejo de su tiempo. Muchas veces, lo que tienes alrededor se cuela como en una fotografía. Cuando haces un retrato, está el primer plano, pero a lo mejor en el segundo estás viendo algo que te dice mucho sobre la sociedad. Yo creo que en este disco hay profundidades que cuentan otras cosas.

Por ejemplo, en Soledad. ¿Qué nombres les pasaban por la cabeza cuando la escribían?

Soledad para nosotros era el nombre propio de una mujer que son todas las de la historia. Esas que han hecho que ahora vivamos en una sociedad más igualitaria, y que nos han ido pasando el testigo de su lucha. Lo recogemos para que esas batallas diarias no hayan sido en balde.

Hubo un tiempo en el que los artistas huían de ese tipo de posicionamientos feministas...E.A.:

Cuando tomas una postura en algo, sea la que sea, siempre va a haber una crítica. Por eso, es mejor que estés donde crees que debes estar.

J.A.: En ese sentido, nosotros siempre fuimos una banda que no se acomodaba a los clichés preestablecidos. Yo conocí a Eva tocando la batería, que es un instrumento tradicionalmente masculino. Había riffs bastante potentes que tocaba yo, pero que se le habían ocurrido a ella, y nos intercambiábamos los papeles. Luego, el mundo exterior sí que nos puso una serie de tópicos sobre lo que debíamos ser cada uno.

En Juguetes rotos hablan de los dirigentes como una suerte de psicópatas.E. A.:

[Risas] Lo ideal sería que esas personas que están gobernando el planeta fueran seres superiores. Pero ¿y si no lo fueran? [ríe]. ¿Y si realmente la gente que llega a esos puestos de poder no supiera muy bien lo que está haciendo?

En Salto al color, por ejemplo, han cogido la tradición de la cantiga y la han mezclado con el dancehall. ¿Este ha sido su disco con menos miedo?J.A.:

Miedo a la hora de componer no hemos tenido nunca. Con cada uno de nuestros discos hemos tenido comentarios de sorpresa. Luego la gente lo asimila y se da cuenta de que resulta normal en nuestro imaginario. Para nosotros lo importante es que la canción tenga verdad, todo lo demás es simplemente evolución.