Se acabó, Eugenio. Se acabó la conversación. Se terminó lo de buscar canciones de Mina (Pepelu me envió una última para que te la pusiera en la radio hace dos semanas) Ya no llamo más a Anita (Pasión Vega), que tanto te gusta, para decirle que te deje un mensaje en el programa. Lo comenté con ella en la inauguración del teatro de Banderas y le hizo mucha ilusión saberlo, pero esta vez no vio la llamada perdida. Vivimos como locos, pero vivimos. Seguro que ella hoy te pena. Como te penamos quienes mantuvimos algún rato de conversación contigo. Un hito en sí mismo. Conversar con Chicano una asignatura que debiera haber aprobado todo malagueño y malagueña al menos una vez en su vida.

Se acabó eso de "conversarnos un gazpachuelo" en el Nerva. Qué bien y con cuánto amor se lo he oído contar a Carlos Ismael, quien ahora mirará tu mural en su casa hermandad de la Esperanza con otros ojos.

Se acabaron tus tarareos por malagueñas del Mellizo. Me alegra haberle oído a alguno de quienes te admiran compartir conmigo que te salían "regular ná más". Se acabó tu pincel en el cante jondo, en la copla; ya sólo es recuerdo, aunque esté ahí tu exposición a la seguirilla; ya sólo queda mirar tus paisajes andaluces sin poderlos comentar más contigo. Queda sólo rememorarte.

Se acabaron los ratos oyéndote contar cómo Picasso te llamaba banderillero por teléfono cuando hablabas con él en la casa de Alberti y María Teresa León, cuando tu beca en Verona, donde tanto te bebiste la vida y la mismísima Historia, con cuyos protagonistas transitabas sin hacer como si fueras tú uno de ellos. Pero lo has sido Lo has sido siempre para quienes considerábamos tu lienzo un regalo, tu amistad un regalo, tu conversación, Chicano, querido Eugenio, tu conversación, un regalo único, personal y absolutamente transferible a todo malagueño que te considere su orgullo.

Es verdad lo que le dijiste a "esa niña de picaresco sur en los ojos", como me hablaste otra vez de ella, a esa mujer que convertiste en compañera de vida, a Mari Luz, el otro día, al volver a casa tras la última entrevista que qué coño me importa a mí que haya sido conmigo la última. Ojalá no hubiese sido así y nos quedaran muchas. Es verdad que te tuve como colaborador de lujo, como entrevistado ilustre, como conversador inigualado en radio y en televisión. Y quizá sea verdad que te traté como a un rey. Porque lo eras, un rey de Málaga.

Da coraje que a tu cabeza entusiasmada por reivindicar aún la historia de un Picasso pintor y no del genio y sus mujeres, que a tu mirada juguetona e irónica le quedara aún juventud que contagiar, que le quedara vanguardia que inocular a la tradición y al folklore que con tanto desparpajo manejabas, mucha Zamarrilla por recordar y mucha Roma todavía y más conversación, admirado, mucha más conversación como la del otro día antes de operarte esos polipillos en un cuerpo que no le ha seguido el ritmo a un alma tan bien armada como la tuya para seguir viviendo y pintando y leyendo y conversando. Pero se acabó lo que se daba y te lloro. Queda tu obra y tu recuerdo para honrar. Pero ya no habrá más gazpachuelo que valga.