Jaime Noguera, cineasta, director del Festival Internacional de Cortometrajes y Cine Alternativo de Benalmádena y culo inquieto malagueño de la cultura, es un especialista en «episodios surrealistas de la Historia» para el desopilante blog Strambotic. Hace un tiempo se encontró con una de esas historias de la Historia que parecen imposibles: un pueblo granadino, Huéscar, estuvo casi 200 años en guerra con Dinamarca; un conflicto bélico sin un disparo ni un sablazo ni tampoco bajas, claro, pero contienda declarada. El artículo de su somera investigación se hizo viral y ahí surgió la idea de trasladar esta psicotrónica peripecia a la gran pantalla, en forma de documental. El proyecto se titulará The longest war (La guerra más larga), está capitaneado por Noguera como guionista y por su compinche Jorge Rivera como director, y está en fase de crowdfunding.

Regresemos a principios del siglo XIX; les recomendamos que se agarren a sus asientos. La División del Norte del ejército español acudía a las costas danesas para apoyar la ambición de Napoleón e impedir el desembarco de las tropas británicas; cosas de las guerras y las alianzas, los hispanos que eran aliados de los galos terminaron siendo enemigos y acabaron pidiendo ayuda a los ingleses para poder salir de Dinamarca. En respuesta, España acuerda romper toda relación con el país escandinavo. El Ayuntamiento de Huéscar se tomó el asunto tan en serio que declaró unilateralmente la guerra al país de Hans Christian Andersen. Como suena. El alcalde de la localidad, Juan de Murcia y Montero, pidió a sus vecinos que «atacaran a las fuerzas danesas en cualquier parte que se hallen». No fue necesario.

El Tratado de París de 1814 hizo que las aguas volvieran a su cauce, sí, pero en Huéscar parece que no se enteraron. En 1981 un archivero del pueblo descubrió la declaración de guerra y se percató de que jamás se había firmado la paz. La cosa era de broma, o quizás no tanto: España aspiraba a entrar en la OTAN y aquel conflicto entre países miembros, aún sin baja alguna, lo complicaba todo. ¿Qué hacer? Los daneses y los españoles firmaron la paz formalmente, con una serie de festejos en el pueblo granadino el 11 de noviembre de 1981, «dejando imágenes para la historia que parecen sacadas de un cómic de Astérix», asegura Rivera.

Recuerda el guionista: «Antonio Ros, el archivero de Huéscar, me pasó unas fotos verdaderamente psicotrónicas del desfile de unos tipos ataviados de vikingos por el pueblo el día de la firma de la paz. Pero lo que me conquistó de la historia fue una especie de infografía primitiva de el legendario El Caso, en el que se hacía una especie de balance de fuerzas jugando con que el conflicto se reactivase. Dinamarca: nosecuántos tanques, fragatas y cazas F-16. Huéscar: un puñado de guardas urbanos y un cabo».

En una historia como ésta hay mucha leyenda, rumor. The longest war, dicen, desbrozará lo mítico y lo real, aunque la tentación de no dejarse engatusar por la leyenda debe de ser tremenda... «Efectivamente, queremos averiguar si algunas de las leyendas son ciertas, como que quemamos el castillo de Koldinghus porque teníamos frío e hicimos una hoguera inmensa, o que los españoles que se quedaron abandonados a su suerte en Dinamarca se rebelaron contra el rey danés y planearon asaltar Copenhague. Hay mil leyendas, y muchas muy divertidas», apunta el director.

Por ejemplo, ¿es cierto que un letrero con esta frase «Ojo, si es usted danés recuerde que entra en terreno enemigo. Si decide pasar, aténgase a las consecuencias» estaba en la entrada de Huéscar? «Absolutamente», responde Jorge. Pero aclara: «Era un letrero humorístico, eso sí. A esas alturas todo era ya parte de un juego divertidísimo». Abunda Jaime: «Formaba parte de la socarrona empatía que se creó entre los firmantes de la paz. Desde el momento en el que al embajador danés casi le da un pasmo al oir de voz de un embajador oscense el que venimos a verle para decirle que estamos en guerra con su país (algo muy de un monólogo de Gila) hasta la acción de decidir firmar una paz oficial cuando nunca se había pegado un tiro. O lo de que los delegados daneses se presentasen en el Ayuntamiento de Huéscar vestidos de vikingos. Faltó que se cantase a los daneses, los recibimos con alegría para terminar de teñir todo de tintes berlanguianos».

La cosa tuvo que ser de traca, desde luego. Jaime Noguera nos pone un ejemplo: «El otro día, Soledad Martínez, alcaldesa de Huéscar, me contó que en medio de las celebraciones, uno de los aguerridos oscenses se vino arriba (imagino que por efecto del vino) y le metió cuello a una de las danesas (que le sacaba una cabeza ) de la comitiva. Al parecer, se le vino la euforia a los pies cuando le dio unas palmaditas en el hombro el enorme marido de la valkiria, que le podía sacar literalmente la cabeza al vecino de Huéscar. Afortunadamente, como en la Guerra de 172 años, no llegó la sangre al río».

Y como ésta, dicen, mil anécdotas más. Si quieren que el documental sobre este episodio sea una realidad, pueden apoyarlo ahora mismo. «Estamos realizando un crowdfunding (hasta el 5 de enero) a través de la Fundación Goteo (www.goteo.org/project/the-longest-war), donde aquellos que aporten, especialmente las empresas, pueden desgravar ante Hacienda a la vez que apoyan la cultura y reciben recompensas», informan.