Cada vez que Diana Navarro canta en su Málaga las sensaciones son extraordinarias: «Es reconfirmar que un sueño se ha cumplido. Málaga ha querido que sea profeta en mi tierra, siempre me ha hecho sentir como un orgullo, igual que yo digo que para mí Málaga es un orgullo», dijo la cantante de Huelin en una entrevista con este periódico. Anoche, en el Teatro Cervantes, se repitieron las sensaciones: una artista entregada a un público entregado a una artista.

Diana venía a presentar su más reciente trabajo, Inesperado, en el que sigue indagando en su reivindicación de la música de raíz (copla, flamenco, saeta, zarzuela; canción española, en definitiva) a través de diferentes prismas y filtros modernos, contemporáneos. Es lo que lleva haciendo desde que hace 15 años, la coplera y saetera más o menos ortodoxa se soltara con aquel Sola en el que parecía que Concha Piquer se bañara en chill out.

Década y media en la que la malagueña ha experimentado y colaborado tanto y tan bien que asegura que ahora mismo se encuentra en el mejor momento de su carrera. Vive instalada en una paz, felicidad y madurez que asegura se transmiten en su voz. Los espectadores de ayer del Teatro Cervantes lo pueden corroborar.

La función de ayer en el templo de la calle Ramos Marín trascendió la presentación de Inesperado y se convirtió en una celebración de esos 15 años en los que Diana Navarro, «folktrónica» confesa, ha vestido la tradición de modernidad.

Sonaron los temas principales que han jalonado una completa trayectoria, marcada siempre por los dictados del corazón de la artista. Porque la cantante jamás ha hecho nada que no fuera real para ella, que no fuese una verdad de su corazón. Admite que ya no es aquella ingenua joven del coro Renacer que se autofinanció sus dos primeros cedés (de copla pura y dura), pero que mantiene el convencimiento de que el amor lo puede todo y que hay más personas buenas que malas.

Quizás en estos tiempos turbulentos, marcados por los peligros, las controversias y las inestabilidades, no haya un mensaje artístico más pertinente que ése. Y qué mejor vehículo para transmitirlo que la garganta de Diana Navarro.