Este concierto se anuncia como un repaso a tres décadas de carrera. Hay mucho para elegir, ¿no?

Son todas canciones muy lindas, que me encantan, aunque cantaré más cosas de estos últimos años. Lo que yo quiero siempre es que la gente disfrute de la música, con lo que hago.

Pero en el repertorio habrá cosas de Amália Rodrígues, incluso de Camarón de la Isla o de Chavela Vargas.

Así es, claro, claro...

Un repertorio amplio y variado, que exige una gran versatilidad por su parte.

Muchas gracias. Bueno, lo de la versatilidad es algo que creo que puede verse a lo largo de mi carrera. Esa variedad me resulta placentera. Empecé en el teatro, con la comedia musical, y es algo que me encanta; no lo voy a ocultar. Me gusta mucho sacar, en ocasiones, esa teatralidad. Todo lo relacionado con la interpretación me entusiasma: me da mucha alegría y lo paso muy bien. Eso de que la gente lo pase bien resulta siempre gratificante, y a mí también me sienta bien mantener la mayor amplitud posible de espíritu. Es como un gesto de amor hacia el público, que siempre me recibe muy bien.

Pues seguro que tendrá los teatros llenos.

Es porque mi trabajo está siempre hecho con mucho amor y dedicación. Ha sido siempre así: con discográficas y sin ellas. A mí me encanta conocer gente. Aún me quedan algunas cosas por hacer y después me retiraré.

Esperemos que sea dentro de muchos años.

Eso no se sabe nunca, es impredecible e imprevisible. Cuando se termina la posibilidad de la entrega total, que es lo que marca todo mi trabajo, pues se terminó. Ante eso no puedes hacer nada. Lo que yo quiero es que la gente que entiende el canto sienta que sigo entregada a las canciones. Bueno, luego daré clases, porque la enseñanza me gusta mucho: explicar todo lo que aprendí en los escenarios.

Para este concierto malagueño ha elegido un formato más íntimo: la guitarra de Daniel Casares, el contrabajo de Yelsi Heredia y usted, que también tocará el piano.

Correcto, pero no estoy todo el rato tocando el piano. Es un concierto que tiene una sonoridad propia.

Nadie discute que usted es una gran fadista, pero tampoco que es mucho más que una gran fadista. ¿Se siente identificada con la etiqueta de artista de world music?

El fado requiere mucha exigencia. Antes no había eso de las etiquetas. No me gustan esas clasificaciones: enmarañan las cosas. Lo que a mí me interesa es la música en su amplio significado. Una tiene que valer por lo que vale, más allá de esas etiquetas que me aburren mucho. Lo que me gusta es cantar y entregarme a la gente, a las cosas bonitas de la gente, y que el público disfrute. No pierdo el tiempo con nadie más que con quien se lo merece. La música está ahí para satisfacer nuestra sensibilidad y no para ser utilizada.

Una curiosidad: ¿cómo fue su colaboración con Ennio Morricone?

¡Uf! Estupenda, claro. Es posiblemente el representante máximo de esto que estamos comentando y de la actitud que yo defiendo con la música. He aprendido muchísimo con él. Es difícil decir lo que siento después de una experiencia como

ésa.

Muchos se manifiestan escépticos ante fenómenos musicales como el de Rosalía y otros. ¿Usted opina de la misma manera?

Vivo bastante alejada de todas esas cosas, con una actitud diferente. Me aíslo muchísimo, aunque he escuchado el nombre de Rosalía y ya me han dicho que canta bien. Pero no la conozco. Estoy bastante metida en mis cosas: escribiendo, componiendo, y están mis hijos, los conciertos...

O sea, que su música le lleva mucho tiempo.

Sí, aunque, bueno, atiendo cuando alguien me dice: «Tienes que escuchar a tal persona». Me intereso. Pero no cuando estoy en momentos muy creativos.

Son fases que se deben aprovechar, ¿no es cierto?

Claro, hay que aprovecharlas. También, en ocasiones, se saca provecho de escuchar a otros artistas. Alguien que me encanta es Sílvia Pérez Cruz. Tiene temas impresionantes. Todavía no nos conocemos, pero me encanta.

Usted lleva ya unos cuantos años en primera línea internacional de la música. ¿Cómo se logra estar a tan alto nivel, con mucha calidad, durante tanto tiempo?

No hay que pensar mucho en eso. En el fútbol, en el atletismo, hay competición. Pero esto nuestro es otra cosa. Y por eso, sin ir más lejos, no me gustó nada participar en Eurovisión. Y aunque me han invitado un montón de veces, tampoco me gusta nada participar en los jurados de los concursos. La música es un alimento para la gente: es sanadora y espiritual. La música puede llegar a cambiar en un día a una persona. Todo eso es lo que me ha hecho permanecer fiel a mí misma. Si no fuera así, no podría estar tanto tiempo cantando. El público es el que ha hecho el milagro de que siga cantando.

¿Y con qué proyectos está ahora?

Además de los conciertos, tengo ideas, pero es todavía muy temprano para hablar de ellas. La música clásica está en ese horizonte y también la de raíces de diversos países.