A este paso la vida se le va a quedar sin sueños por cumplir a Antonio Banderas. Con un teatro propio recién inaugurado, cruzando los dedos para que su nominación a los Oscar se haga estatuilla, anoche el malagueño logró el Goya al Mejor Actor Protagonista por Dolor y gloria, el filme de Pedro Almodóvar que le está reportando las mejores críticas de su carrera. Sí, Banderas ya tenía un Goya (el de Honor, que recibió en 2015), pero un premio por una interpretación concreta era, de alguna manera, algo que le debía el cine español.

«Me había preparado un discurso pero no lo voy a leer. Se llamaba Discurso improbable, lo escribí mientras caían rayos y truenos anoche [por la noche del viernes]», empezó a hablar un Banderas visiblemente emocionado, quien bromeó: «Si mi cardiólogo está viendo esto, debe de estar flipando».

Buena parte del discurso de agradecimiento del malagueño estuvo dedicada a Pedro Almodóvar, su gran mentor: «Pedro, son 40 años ya. Nunca he tenido la oportunidad de conocer a un cineasta y a un artista en general con la lealtad que tú tienes a tu cine. Nunca jamás te has traicionado por nada. He aprendido tato de ti, no sólo del cine sino también de la vida, ha habido lecciones extraordinarias». Banderas aseguró que sus mejores trabajos los ha hecho a las órdenes del manchego. Y por eso deseó: «Esperemos que este círculo no se cierra y tengamos la oportunidad de seguir trabajando juntos».

Y finalizó el malagueño: «Hoy, 25 de enero, se cumplen 3 años desde que sufrí un ataque el corazón. Y me habéis dado este regalo para celebrar este nuevo cumpleaños. No solamente estoy vivo, sino que me siento vivo». Lo confirmaron unos tremendos aplausos del respetable del Palacio de los Deportes Martín Carpena.

Antonio Banderas subió en 2015 al escenario de la fiesta del cine español para recoger su Goya de Honor, el primero de su carrera, más forjada fuera que dentro de nuestras fronteras. Dijo en su sentido discurso de agradecimiento que comenzaba «la segunda parte del partido» de su vida. Nadie se imaginaba entonces que poco después el malagueño sufriría un infarto que le obligaría a reevaluar sus prioridades, que sería candidato al Oscar y que acabaría de hacer realidad su sueño de tener teatro propio en su tierra. Pero así está siendo ese provechoso segundo tiempo del encuentro de este futbolista vocacional. Y buena parte de ello gracias a su interpretación matizada, sentida y frágil, de Salvador Mallo, el alter ego del cineasta manchego en Dolor y gloria quizás el mejor papel en el currículum de Banderas junto al también almodovariano Ricky de ¡Átame!