Antonio Montiel

comenzó pintando el rostro de Marisol en una libreta, a la edad de tres años. Desde el asombro de sus padres, al descubrir el parecido, hasta día de hoy han pasado más de 50 años en los que ha pintado muchos paisajes y bodegones, pero sobre todo retratos. En el verano de 2016, el pintor antequerano recibió un encargo real: pintar el primer retrato de Felipe VI como rey. Fue durante los Premios del Ejército que organiza el Ministerio de Defensa, en los que el pintor es jurado, cuando Felipe y Letizia le comentaron la idea para seguir la tradición familiar, ya que Montiel ya había retratado a don Juan Carlos y doña Sofía. La única condición del artista era que el Rey tendría que posar para él, no le bastaría una fotografía como modelo. Tras varios meses de espera, el monarca finalmente posó para Montiel. Esta semana Felipe VI ha podido ver el cuadro del pintor antequerano.

Montiel reamarca que es el primer retrato oficial de Felipe VI como rey. Su trabajo y relación con el Ejército de Tierra le dio la oportunidad de Montiel de retratar al Rey. "Ellos tenían muchas ganas de tener un retrato del nuevo rey y me lo encargan a mí, además con la opción de ir al Palacio de la Zarzuela para que me pose directamente el rey, vestido con el uniforme de Capitán General. Así fue, tuve la oportunidad de ir al Palacio de la Zarzuela y el rey me posó extraordinariamente", cuenta Montiel. Algo que no es habitual, "por tratarse del ejército, y por el gran recuerdo que tenían del retrato que hice de la Reina doña Sofía, me dieron la oportunidad de que ir al palacio para que el rey posase para mí". Felipe VI posó durante una hora y media para Montiel, en las que el malagueño tomó notas y "le hice casi 300 fotos, con diferentes luces y posturas"

"El resultado ha encantado, tanto al ejército como a la Casa Real. Me han dicho que es bastante impresionante la mirada, lo que realmente ha sido siempre mi especialidad, captar el interior a través de la mirada", segura el artista antequerano.

Biografía de Antonio Montiel

A los seis años, Antonio Montiel empezó a ganar premios, presentando su primera exposición con 14. Desde entonces no ha dejado de recibir encargos. Los nuevos trabajos que tiene acordados los realizará en Málaga. Uno de ellos será un cartel para la Cofradía de El Rico, otro es un retrato de Adelaida de la Calle, consejera de Educación de la Junta de Andalucía, que le han solicitado desde la Universidad de Málaga.

Desde los tres años y medio que pintaba la cara de Marisol -su musa- en su bloc de dibujo, Montiel se ha sentido atraído por el retrato. En estos tiempos, la utilidad de este tipo de pintura realista no es la misma que tenía en la época de Velázquez. La fotografía forma parte de nuestra vida pero, según explica, «hay cosas que no puede suplir una cámara»: «Un retrato es un compendio de muchas cosas que duran un momento. Desde que comienzo un retrato hasta que lo acabo, hay cincuenta mil expresiones que van pasando hasta dejar la última. Pero se refleja todo, lo vas sintiendo y plasmando, y eso la cámara no lo termina de lograr».

Pero Montiel no sólo se dedica a este género, también ha pintado paisajes y bodegones. «He hecho de todo, sólo que el retrato ha sido siempre mi especialidad», detalla. Y su reto siempre ha sido el de «captar lo que la persona lleva dentro». De ahí su apodo, el pintor del alma: «Mi preocupación siempre se centra en lo que para mí es lo más importante: los ojos. En captar esa parte del alma». Además, el malagueño considera que se trata del género más difícil y que ha desarrollado «todos los grandes», desde Goya a Velázquez, pasando por El Greco ​o Rembrandt.

A lo largo de sus trayectoria ha retratado a numerosas personalidades, además de a varios miembros de la monarquía española, los pinceles de Montiel han inmortalizado a cantaoras como Rocío Jurado o Lola Flores, la reina de Inglaterra e incluso Fidel Castro. El retrato del desaparecido mandatario cubano fue por encargo de una multinacional. Hospedaron al pintor en el Hotel Nacional de Cuba durante cinco días para hacer varias visitas a Castro. «El palacio Presidencial tenía más seguridad que el de la reina de Inglaterra», recuerda.