El realizador Kike Mesa se encontraba en Colombia grabando un documental sobre una mina verde proyectada por la empresa malagueña Minexcorp cuando encontró ese oro en forma de historia de las que a él le gustan de verdad: la de la banda de música de Arboleda, un remotísimo pueblo del país latinoamericano, compuesta por niños marcados por las guerrillas, la pobreza y la desestructuración social y familiar que encuentran en su compromiso musical, aunque sea a través de instrumentos ajados y rotos, una manera de ser más humanos. El relato, Arboleda. Ecos de paz, se contará en el Festival de Málaga, en una proyección especial en el Albéniz el 14 de marzo (18.00 horas).

Arboleda está «donde Cristo perdió el mechero: para llegar allí desde donde estábamos, tardamos seis horas; era un recorrido de treinta y tantos kilómetros yendo en 4x4», dice Mesa. Está en la mitad de la selva, en lo alto de una montaña. El 29 de julio del 2000 esa aldea, en la que había un destacamento militar, dejó de existir: los guerrilleros de las FARC bombarderon la zona, destrozando el lugar por completo. Fue obra del Frente 47, el de la legendaria Karina, la mujer que, dicen, solía jugar al fútbol con las cabezas decapitadas de sus prisioneros. Hoy, en 2020, muchos de los jóvenes de Arboleda son hijos de los guerrilleros que asolaron el pueblo: embarazaron a las chicas del lugar para, después, marcharse a otro lugar, a otra toma, a otro objetivo. Esa generación es la «encargada de la reconstrucción física y emocional» de Arboleda, apunta el cineasta malagueño. Y encontraron en la música el mejor sendero para devolver la humanidad a un paraje que parecía condenado al horror perpetuo.

Kike Mesa recuerda escuchar a esos chavales tocando un repertorio musical eminentemente colombiano, en medio prácticamente de la nada: «Aquello era como estar en la película La misión». Así que le pidió a Fernando García Sanz, CEO de Minexcorp, cinco días para poder grabar a aquellos chicos y chicas, sus historias, sus obstáculos, sus anhelos. «Son personajes reales, más que reales; cuando les miras a la cara, a los ojos, tienen mucha más verdad que nosotros. Cuando conoces sus historias, cuando ves a sus madres, es imposible no empatizar con aquellos cuarenta y pico niños que tocan en la banda».

Como también resulta difícil no admirar el compromiso de unos niños que para poder ensayar con un instrumento medio roto tienen que caminar tres horas al día; o el del director de la banda, un licenciado que dedica absolutamente todo su tiempo a que la vida de los chicos y chicas sea mejor gracias a las partituras. «Este tipo de personajes te reconcilian con la gente de la cultura, con la gente luchadora, que cree en lo que hace. Porque los que estamos aquí nos quejamos por todo y de todo, y nada más que ponemos pegas. y nos creemos el ombligo de una gran barriga», reflexiona el director.

Arboleda. Ecos de paz es, en realidad, el medio para lograr un fin: «Queremos dar a conocer esta historia a la gente de las bandas municipales de Málaga para poder creer sinergias y que algún conjunto de aquí se hermane con el de allí. Quiero ampliar la historia, quiero rodar ese segundo documental en el que los niños de Arboleda llegan a Málaga, conocen a bandas de aquí, tocan con ellas...». De momento, la propia Minexcorp ha adoptado a la banda de Arboleda, el otro oro de Colombia, como un proyecto cultural y asume muchos de sus gastos cotidianos.