Asegura el profesor y escritor Francisco Ruiz Noguera que, 20 años después de su muerte, la obra de su amigo y colega de letras Rafael Pérez Estrada tiene más futuro que nunca. Sus libros, dice, siempre fueron de una gran modernidad y, además, están dotados de esa «magia adictiva» que engancha a quienes los hojean. Desde hace unos años, la Fundación levantada a su nombre, y liderada por el hermano del autor, Esteban, elabora una notable tarea para el rescate y la difusión de su legado, un ingente universo creativo distribuido en innumerables editoriales y piezas difícilmente encontrables. De ahí que el acto de ayer fuera especialmente reseñable: se presentó en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento 'Poesía (1985-2000'), el segundo volumen, primero en publicarse, de la Obra reunida del también letrado. Ruiz Noguera ha estado al cuidado de la edición del libro de versos, lanzado por Renacimiento y con la colaboración del Colegio de Abogados.

«La obra de Pérez Estrada está trufada de poesía. En realidad, él no entendía la poesía sólo en verso, sino también en prosa. Su obra es el reflejo del mundo de Rafael, un universo fundamentalmente poético más allá de la forma textual y configurado a partir de la imaginación, un valor importantísimo en su obra», resume Ruiz Noguera. Poesía (1985-2000) acoge 24 títulos en casi titánicas 1.100 páginas, una producción absolutamente enorme para los 15 años referidos. Y es que, dice su amigo y ahora antólogo, «Rafael era un creador compulsivo». También de minorías, habitante de sellos editoriales ignotos, de pequeñas tiradas en cuidadas selecciones. Por tanto, la importancia de este volumen reside en que trasciende su habitual parroquia de lectores, obsesivos y fieles, para poner a disposición de un público mayor, más amplio, el cosmos exuberante y barroco del vecino de La Malagueta.

Ruiz Noguera marca el año 1985 como el inicio de una nueva etapa creativa y formal de Rafael Pérez Estrada: «Todo lo que había escrito era una obra espléndida y maravillosa, de un barroquismo verbal muy acusado; a mediados de los años 80 empieza a depurar ese estilo, sustituyendo el barroquismo verbal lujoso por uno más bien conceptuoso. Era una forma literaria con la que se sentía más identificado», argumenta el profesor de la UMA.

En cualquier caso, el también poeta asegura que la obra de Pérez Estrada es un gran conjunto, coherente en su disparidad: «Todos sus libros forman parte del mismo mundo, todos participan de la impronta de ese mundo especial, en el que la realidad y la ficción dialogan con la presencia de la ensoñación». Un mundo sensual y mediterráneo, siempre en ruptura con la economía de la realidad y en busca de la sorpresa de la fabulación pura, sin límites ni prejuicios.

Singularidades

El editor resume en cuatro las grandes singularidades del corpus literario de su amigo y admirado, especialmente presentes en la antología poética: la creación de mundos imaginarios, de una nueva naturaleza; la crónica de una historia reinventada, leyendas que mezclan lo sacroprofano y la culturaficción; la indagación en el otro lado de la realidad y de lo cotidiano, con la presencia potente de los sueños, y, finalmente, el uso de textos breves, continuando la fórmula de autores como Ramón Gómez de la Serna. Ahí está el embrujo del autor de La extranjera, para quien la poesía, dejó escrito, debía «ser eléctrica e inesperada, inmediata y en vena», alejada de los tópicos, «porque el tópico es como un caracol haciendo eses con su baba de plata». Nada de eso hay en este millar largo de páginas que se estrenaron ayer, cosmografía esencial de un imaginador desaforado.