Sigue fiel a su sosegada y amable forma de entender la gestión cultural, sin lanzar campanas al vuelo, pero se nota que el máximo responsable del certamen de cine en español se siente particularmente orgulloso de su inminente vigésimo tercera edición (del 13 al 22 de marzo), la que afianza un modelo en el que ha venido trabajando los últimos años. Repasamos con Vigar muchas de las aristas y vértices del presente y el futuro inmediato de la cita audiovisual en una extensa entrevista

Aunque el Festival se ha instalado en una línea tranquila y coherente desde su reformulación como certamen de cine en español, cada edición tiene siempre un rasgo singular. ¿Cuál cree que será el de la que nos espera?

Más que un rasgo, hablaría de un hecho que nos confirma un determinado modelo: nuestra particularidad como festival es la generalidad de sus contenidos y de su propuesta, algo que creo muchas veces no se ha terminado de entender. Soy fan de festivales que tienen una especificidad, una línea muy concreta de programación en la que quizás los gustos de sus responsables pueden materializarse nítidamente, pero aquí el concepto es otro: nuestra idea es que un festival, por encima de todas las cosas, ha de ser útil a su sector de referencia. Y para ello nos pareció imprescindible que tuviera cabida todo lo que se hace en el cine español, nos guste más o nos guste menos a quienes programamos y partiendo de dos cuestiones irrenunciables: la diversidad y la calidad. Eso es lo que hemos intentado todos estos años y, afortunadamente, en esta edición se han producido determinadas circunstancias que afianzan ese modelo, porque vamos a tener nombres muy representativos de directores con carreras muy consolidadas junto a los de gente que nuevamente sigue dándole al festival ese valor de plataforma de lanzamiento de nuevos realizadores.

¿Qué ha ganado el festival con su ampliación al audiovisual latinoamericano?

Bastantes cosas. Primero, se ha trasladado al público el hecho de que hoy el audiovisual español es un espacio de confluencias, que las sensibilidades de los distintos países que están produciendo en español no sólo tienen similitudes sino que también están imbricadas industrialmente. Segundo, se ha ganado en capacidad de convocatoria, multiplicando por mucho el número de películas recibidas, y eso, para todos aquellos a los que nos gusta el cine, es una gozada, porque la mayoría de esas películas son enormemente interesantes. Y tercero, el posicionamiento internacional del Festival ha crecido exponencialmente: tenemos acuerdos de colaboración con 17 países del mundo en materia vinculada al área de industria, el año pasado recibimos a gente de los cinco continentes en nuestros mercados... Todo eso hace que el nombre de Málaga se sitúe ahora mismo en un puesto estratégico para muchos de los países de ámbito latinoamericano. Así que todo han sido ventajas. Ya nadie se cuestiona si este paso fue bueno; todo el mundo sabe que fue importante y necesario.

¿Cansan las comparaciones con el Festival de San Sebastián? Todos los años desde los medios se azuza para que el Ministerio de Cultura aumente su implicación en el certamen malagueño, habida cuenta de que su participación económica en el donostiarra es muy superior.

Comprendo que el Ayuntamiento de Málaga y las instituciones que apoyan al Festival piensen que se debería equilibrar mucho más ese reparto de fondos desde el Ministerio de Cultura. Para nosotros es una reivindicación amable pero constante que tenemos hacia el Gobierno; sé que hay voluntad por su parte y que el ICAA [Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales] nos considera un festival estratégico. No puedo comentarlas aún, pero desde el ICAA se van a realizar aquí una serie de acciones muy importantes para el análisis de la realidad actual del sector, en materia de producción y líneas de futuro. Para mí eso es fundamental, que esa presencia permanente respalde el valor estratégico del festival. Siempre estaría mucho mejor que viniera acompañada por una cantidad económica creciente, porque no se trata de que otros festivales tengan menos sino de que nosotros tengamos más.

¿Qué tendría que ocurrir para que Málaga pasase a ser un festival de categoría A, como lo es San Sebastián?

Simplemente inscribirse en la FIAPF [Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos] y demostrar que cumplimos unos requisitos. Básicamente había que ser un festival internacional, cosa que no éramos; ahora que ya lo somos, es un tema que ya hemos analizado con el equipo jurídico porque probablemente lo analizaremos cara al futuro. Estar en una categoría no te va a convertir en un mejor o peor festival, porque para nosotros lo principal es reivindicarnos cada día, pero en cuantas más listas nos veamos incluidos mejor, especialmente porque algunos las tienen muy en cuenta.

A falta de eso, la Fundación Contemporánea, en su Observatorio de la Cultura, apunta que el Festival es el segundo acontecimiento cultural andaluz en importancia y el vigésimo cuarto en España.

Es algo que te llena inicialmente de alegría y de orgullo porque, al final, estamos consiguiendo que el nombre de Málaga pese y tenga importancia en el mundo de la cultura. Por otro lado, aunque suene a tópico, es una responsabilidad.

Porque si el año que viene desciende al puesto vigésimo quinto los periodistas se lo reprocharemos.

Los números... Siempre se lo digo a mi equipo: los números siempre son amigos aunque se tiñan de rojo y te compliquen la vida, porque siempre te dan información y siempre te hacen entender en lo que estás trabajando bien y en lo que quizás haya que mejorar. Que estemos el 2, el 3, el 24 ó el 25 no es lo relevante; lo importante es que estemos ahí en el top de proyectos culturales valorados por el sector.

¿Es injusto medir el éxito de un festival como el de Málaga a partir de si consigue atraer a nombres como el de Pedro Almodóvar?

Cuando se evalúa el Festival por criterios como ése, es que no se conoce realmente el Festival, que es algo mucho más amplio y valioso que el hecho de que vengan o dejen de venir ciertos nombres, que es algo meramente circunstancial. Porque Almodóvar vendrá. Simplemente es una cuestión de oportunidad y de conveniencia, porque sabemos que él y su equipo nos tienen en buena estima. Vendrá, lo único que ocurre es que la reiteración en ese argumento probablemente no ayude para que lo haga.

A mí me parece más valioso que desde este festival se le diera primeras oportunidades a realizadores que han terminado siendo importantes en nuestra industria que el hecho de realizar un homenaje a un nombre de peso. ¿No sería más importante evaluar al festival como pantalla de talentos de futuro que como coleccionista de cromos de grandes nombres para sus alfombras rojas?

Si descubrimos a nuevos realizadores, algunos pensarán que dejamos de traer a los consolidados; si nos centramos en consolidados, los nuevos pensarían que estamos siendo injustos con ellos. A mí como Juan Antonio Vigar, como cinéfilo, me pueden gustar muchas cosas que se quedan en mi ámbito privado; pero como director del Festival de Málaga, mi obligación, y me la impongo, es que el festival sea útil al sector, y desde ese punto de vista me interesa traer tanto a Javier Fesser como a Pilar Palomero. Porque hacer una foto fija del sector en la que falta una parte de la familia no es lo más conveniente.

ElFestival no deja de crecer en actividades y secciones paralelas. ¿No hay un cierto horror vacui en la programación, no convendría cribar más?

Puedo estar de acuerdo. De hecho, este año, fruto de que el pasado quisimos abrirla para incluir a tanta gente que quería estar, terminamos haciendo una Sección Oficial demasiado numerosa. Y este año la hemos reducido sustancialmente, con sólo 17 películas a competición. Pero, por otra parte, yo diría que un festival que pretenda atraer el interés mayoritario de la gente tiene que ser un festival amplio, no abarcable: un certamen que se precie de ser importante tiene que provocar en la persona la capacidad de elegir. Así que la oferta del Festival de Málaga ha de ser amplia y debe generar en el espectador esa necesidad de elegir.

Se está hablando bastante del incremento del precio de las entradas...

También se han incrementado los descuentos. Lo que deseamos es que se fidelice al espectador en la mayor medida posible. Por eso se crearon los descuentos progresivos, que estaban en el 10, 15 y 20 por ciento y que ahora hemos subido al 15, 20 y 25. De algún modo había que ajustar el precio de las entradas unitarias para favorecer que la gente pudiera optar a los descuentos. Entendemos que queda en un equilibrio razonable, favoreciendo al espectador que quiere disfrutar del festival de una manera más amplia.

Pasemos a dos cuestiones más allá de esta inminente vigésimo tercera edición. ¿Cómo va el proyecto de la nueva sede, el Neo Albéniz?

Está ahora en la fase de tramitación. Ya hay una cantidad consignada dentro del presupuesto de este año para empezar los primeros trabajos, que tendrán que centrarse en el análisis del terreno, para confirmar, me imagino, lo que han dicho los arquitectos. El deseo es que se empiece a construir lo antes posible: mi ilusión es que esa sede está lista para la edición 25, el año 2022. Es un plazo corto, no sé si será posible pero yo esbozo mi ilusión.

Resulta difícil de creer que un certamen de la categoría del malagueño no tenga aún una sede.

Es cierto. Tenemos a nuestros trabajadores dispersados en dos o tres espacios, poco adaptados, que no tienen el empaque ni la presencia que un festival de esta naturaleza debería tener... Aparte de eso, estoy ilusionado con el Neoalbéniz por varias razones: porque aportará nuevos espacios de exhibición, tendrá espacios que se cederán a asociaciones y empresas audiovisuales de Málaga y porque se rehabilitará un entorno [la zona del túnel de La Alcazaba] para generar un espacio ganado para la ciudadanía.

El Festival de Málaga es más que el certamen. Por ejemplo, bajo su paraguas se aloja la Málaga Film Office, que ha cerrado un 2019 absolutamente espectacular en cuanto a rodajes.

Éste es un trabajo global, en el que cada una de sus partes alimenta a las otras. Llevamos 23 años de interlocución permanente con el sector audiovisual español. Es obvio que en esas relaciones surgen acuerdos de colaboración, conversaciones... Lo que los de mercadotecnia llaman networking pero que a mí me gusta llamar encuentros. De eso salen proyectos que vienen a Málaga. En este sector, más que en otros, la gente se mueve por afinidades electivas, que nacen de la confianza que tú les das y que perciben en ti. Es un encuentro de sensibilidades, de oportunidades, de utilidades que hace que Málaga esté ahora mismo en una altísima consideración por parte de todas las productoras. En el cóctel en Madrid [tras la presentación de contenidos], una productora española muy importante nos dijo que iba a rodar íntegramente en Málaga una de sus próximas películas, que no puedo anunciar. Cosas como ésta hacen que se perciba el proyecto del Festival de Málaga como el de una ciudad del audiovisual.

¿Qué es lo más injusto que decimos del Festival de Málaga?

Probablemente lo más injusto se deduce de lo que se dice del Festival, y es que no se conoce bien el certamen. Todo lo que se dice del Festival es legítimo, pero no todo está siempre argumentado ni razonado correctamente. Y eso me produce cierta melancolía. Muchos no saben todo lo que el Festival contiene, el trabajo que se hace a lo largo del año, el trabajo del Albéniz, de la Málaga Film Office, de un proyecto que nació con unos mimbres, poquitos, y que ahora tiene unos mimbres fuertes y diversos que hacen que se ofrezca un proyecto audiovisual para la ciudad. Me gustaría que se viera todo desde la globalidad. Yo, que desde siempre he sido amante de la literatura existencialista, aprendí en mi juventud que hay que extranjerizarse de uno mismo para verse desde la distancia, con objetividad. Me gustaría que eso mismo lo hicieran quienes vierten ciertos comentarios sobre el Festival, que lo vieran desde esa misma globalidad que nosotros nos imponemos desde la gestión. Entonces empezaríamos a entender mucho mejor el importante proyecto de ciudad que tenemos en Málaga y con el que hay que ser crítico desde lo constructivo y generoso en la evaluación de lo que uno no conoce tanto.

Pongo un ejemplo: recuerdo cómo se criticaba el hincapié que siempre ha hecho el Festival de Málaga en la alfombra roja y la presencia de los fans, en su mayoría jóvenes en busca de fotos y autógrafos de sus actores y actrices favoritos. El tiempo les ha dado la razón: hasta los Goya de este año, los de Málaga, acercaron al público a la gente del cine.

Cuando en 1998 se creó el Festival de Málaga y se extendió la alfombra roja por primera vez muy poca gente creía que hubiera un star system español, que el público pudiera tener interés por acercarse y aplaudir a los actores, actrices. Y fue un poco pico y pala por parte del Festival defender ese modelo. Con el paso del tiempo no sólo se ha demostrado como un modelo realmente interesante para una cita como ésta, al dotarla de dimensión pública, mediática y apetecible para los patrocinadores, sino que también ha servido para que la ciudad de Málaga se una con su festival. Porque a las personas no se les puede vender eventos postizos, tienen que sentirlos como propios. Y aquí se ha logrado. Hasta el punto de que en un día tan desapacible como el de los Goya, en ningún otro lugar que no fuera Málaga hubiera habido 500 personas aplaudiendo y acercándose a los actores. Otra crítica que recuerdo hacia el Festival de Málaga tenía que ver con que aquí «vienen los chicos de la tele». Bien, ¿ahora qué es televisión y qué es cine? El público ya ha borrado esas fronteras; si el público lo ha hecho, los demás no podemos dejar de hacer lo mismo. Así que dejo esta pregunta: ¿quiénes son ahora los «chicos de las series»? Tampoco errábamos tanto cuando entonces sumábamos a las caras realmente consolidadas una serie de personas que nacían al sector audiovisual en lo que entonces se consideraban las series para que ahora se consideran [sube el tono y lo recalca] las series de televisión.