Son las ocho de la mañana y ando enroscando la cafetera mientras el móvil empieza a refunfuñar: «El bolo de mañana se suspende». Mientras prendo la hornilla me voy al salón a solapar un cigarro, el teléfono vuelve a sonar, mi hermana, a la que le faltan tres días de radioterapia, me informa de que por fin ha podido convencer a mi madre de que no la acompañe al hospital (la cosa está fea y no anda muy bien de sus pulmones de hace tiempo). Prendo la tele y el cigarro, parecen los seis canales principales uno solo, me parece aberrante esa capacidad de pedir tranquilidad y luego ponértelos de corbata a la siguiente escaleta. Vuelve el teléfono a ronronear: «Mejor dejamos la fiesta de aniversario para otro día». Segundo bolo que se cae. Ahora mismo es lo que menos me preocupa, aunque el colchón en mi caso es irrisorio pues en esta profesión se vive al día de antes.

Divine y Luigi están haciendo presión afincados en el filo del mueble tapando la televisión, en este caso se agradece, pero piden su desayuno como dos efigies egipcias de mirada penetrante; apago el café, les echo su pienso y vuelve el teléfono a su perorata: «Cancelamos todo lo que queda de mes». Mientras remuevo el problema y el café miro por la ventana y me quedo de piedra: una masa ingobernable de peña al final del horizonte agolpada esperando que abran las puertas del súper a hora y media de abrir todavía.

Mi pareja me advierte de que acaban de cerrar los museos madrileños, la próxima semana nos íbamos a pasar un par de días visitando el Prado.

El estado de alarma se acaba de anunciar, creo que nos quedan unos cuantos días por delante sin trabajo a la vista; no queda otra que mentalizarse y preparar una buena dosis de entretenimiento, ponerme al día con la guitarra, libros, discos, retomar películas y series guardadas en la eterna recámara.

Echo un vistazo a las redes con la guitarra en el regazo y veo que mucha gente pregunta por recomendaciones de ocio. Ya el segundo día de encierro se me ocurre hacer un concierto para quitarme el mono y entretener a los amigos; algo cortito para ver como están y echar unos cantes con ellos. Se lo comento a mi querido Adolfo Caimán por si se apunta, se nos ocurre crear una página para invitar a más amigos y la bautizamos Streaming para una cuarentena. le doy el toque a Lere, Pablo Fugitivo, Erika Vinilo y Ángel Ariza, Pepe Torregrosa y Manolo Trigo, para tocarnos tres temas y pasar el testigo al siguiente artista y así hacer pasar un buen rato a los que están en casa.

Para nuestra sorpresa,a la página se empiezan a agregar más y más usuarios; resulta ser todo un éxito la primera tanda de actuaciones, miramos el correo de la página y hay cientos de peticiones para actuar, así que los hacemos a todo el que llega administrador y que haga un directo sin tener que intervenir nosotros en nada, totalmente libre. Sin ningún afán de protagonismo, ni vistiéndolo de solidaridad bienqueda, sólo entretener al que quiera pasar un ratito con música en directo. Que no se libra uno de los haters ni regalando croquetas, angelitos. Se nos vienen días inciertos, pero hay gestos que resquebrajan mi campana de misantropía. Lo malo hace mucho ruido, lo bueno€ Música. Mucha fuerza, familia, no hay peor virus que el egoísmo y la mediocridad; vamos a estar siempre por encima de todo eso.