Regresamos a las trincheras finitas de los domicilios de los que hacen la cultura en nuestra ciudad, que estos días se refugian en la creatividad, la lectura y el cine para sobrellevar el confinamiento decretado por el coronavirus. Conectamos con los búnkeres personales de varios integrantes de la comunidad cultural malagueña.

Juan Antonio Vigar. Teatro Cervantes / Festival de Málaga

«Durante este tiempo, estoy solo en casa, como aquel chavalín de la película de los noventa, pero con muchos años más y sobrada experiencia en cuestión de soledad. Un estado que no me incomoda salvo por la imposición de tener que asumirlo forzosamente. Sé estar solo y creo (como alguien ya escribió) que no he llegado aún al fondo de mi soledad. Básicamente, porque ocupo mi tiempo en fortalecer la relación con mi familia mediante videoconferencias diarias con mis hijos y nietas. La mayor de ellas, Carla, de 4 años, anda poniéndonos retos cada día. El último, mojarte la cara con agua y pasarla luego por harina. Os invito a probar para ver cómo os crecen barbas blancas o aparece el rostro amable del buen payaso. Y sí, me resulta divertido y me aporta felicidad seguir sus ocurrencias y dejarme llevar por su inocencia.

También, porque trabajo mucho. Tanto el Festival de Cine, por resituar, como los teatros Cervantes y Echegaray, por recomponer en su programación, nos hacen (tele)trabajar a todo el equipo sin horas. Es muy difícil reconstruir los restos de este naufragio, pero somos -la gente de la cultura- personas a quienes la vida nos ha dado una ilusión a prueba de desaliento y cada día buscamos soluciones que, siendo realistas, respeten los compromisos ya adquiridos con este sector. El admirable mundo de la cultura que, con la mejor de las voluntades, está ayudando a sostener anímicamente a la sociedad española con multitud de iniciativas y contenidos en redes sociales.

Por supuesto, cuando uno es de cine, ahí están siempre las películas y series como nuestra primera opción y último refugio. Estos días he repasado, entre otras, películas como Hogar y El hoyo, vinculadas a nuestro festival en distintas ediciones, y recuperado las mejores sensaciones con varias temporadas de una serie de culto Mad Men, mito y caída de un modo de vida colorista que, como ahora, debemos reformular a la fuerza. También me cobijo en los libros. Hoy más que nunca, me interesa el pensamiento y la reflexión, por eso simultaneo tres lecturas -Sapiens, de Harari; El poder del Ahora, de Tolle y Filosofía a sorbos, de Lomeña- que me aportan conocimiento y comprensión. Y finalmente, la música. Escucho fundamentalmente ópera -ese mundo al que llegué tarde, pero donde me he quedado a vivir- y bandas sonoras, porque, frente tanto ruido de fondo, la vida futura sigue teniendo una melodía que se me antoja muy hermosa. Así sea».

Kike Mesa. Cineasta

«Siempre he sido alguien muy social, casi un ente colectivo, pero debo reconocer que el hecho en sí de recluirme no me está siendo excesivamente gravoso. Creo que, como la mayoría, sigo conmocionado por este accidente del que tengo la suerte de haber salido por ahora ileso. Nunca me hubiese atrevido a plasmar en un guion las circunstancias que estamos viviendo por el riesgo de parecer irreal y apocalíptico, pero este diminuto enemigo invisible se ha convertido en el protagonista de nuestras vidas y nos ha sacudido dejando al descubierto nuestra increíble debilidad como seres humanos, sólo superada por la solidaridad y el compromiso colectivo de muchos congéneres.

Como la inmensa mayoría despierto atemorizado por la salud de mis padres, confinados también en solitario, y las de mis hermanas, que combaten como sanitarias en primera línea de esta batalla, y paso el tiempo descubriendo un estilo de vida en el que nunca me hubiese imaginado. Soy afortunado de poder pasar esta reclusión en una bonita casa con un coqueto jardín desde donde veo el mar y donde diariamente, cuando la climatología lo permite, practico ejercicio, leo, converso telefónicamente con familiares, amigos y colegas, o simplemente me tumbo a oír el silencio. Ante la vertiginosa responsabilidad de ser dueño de mi tiempo me he programado un ciclo de cine, una lista de libros, otra de guiones por terminar y, por si fuera poco, una última de proyectos para desarrollar, pero debo reconocer que estoy entablando una bonita amistad con la tranquilidad y la quietud. Creo que, como suele ocurrir, saber que dispongo de una pequeña fortuna en horas, me ha hecho algo despilfarrador, y a poco que programe algún objetivo, el día se me hace tan corto que me cuesta cumplirlo. Los cineastas sabemos que las escenas de cámara lenta se ruedan a altas velocidades. Quizá nos pasa eso».»

Noelia Losada. Concejala de Cultura

«Por las mañanas estoy trabajando sobre todo, con muchas videoconferencias y llamadas telefónicas, correos electrónicos a los que dar respuesta, documentos que se firman de manera telemática… El trabajo varía mucho, desde lo más habitual de despachar con el equipo de Ciudadanos en el Ayuntamiento, con los gerentes de los museos, del Cervantes, los trabajadores del Área de Cultura o de Deporte, hasta con otras administraciones. Por ejemplo, se nos pidió ayuda para el suelo del hospital que se está preparando en Carranque. Es maravilloso ver cómo se está trabajando en los diversos departamentos culturales generando campañas, contenido web y en redes, concursos… Y lo mismo en deporte, con rutinas para ejercitarse, consejos…

Son días de mucha atención a medios de comunicación a través de vídeo o del propio teléfono y mail. También muchas asociaciones y colectivos piden vídeos en estos días difíciles. A modo de broma siempre digo que en mi casa están haciendo un máster acelerado de operadores de cámara.

Los tiempos que nos está dejando este confinamiento me permiten cosas a las que casi había renunciado desde que soy concejala, dado que Deporte y Cultura exigen mucha agenda en la calle. Leer es una de ellas. Tenía una torre de libros pendientes que no bajaba nunca y ahora va menguando a marchas forzadas. Estoy viendo mucho cine y series. Me encanta el cine español y la última que he visto es 321 días en Míchigan, de Enrique García, malagueño, y en la que sale también Salva Reina. Me ha encantado. Tenía pendiente y me ha encantado Chernobyl, Years and Years, que también recomiendo…

Todos los días hago una videoconferencia con mis padres y hermana, que viven fuera. También veo así a mi abuela, que va a cumplir 88 años. Estoy teniendo mucho tiempo para estar con la familia y compartir actividades con ellos. A mi hija pequeña le encanta cocinar y a mí también. Mucha repostería…

Trato también de hacer algo de ejercicio en casa, aunque de todo lo que he dicho es lo que más me cuesta, pero es importante».

Laura Baena Torres. Actriz

«Desde que en enero saltó la noticia, mi marido, que es muy previsor, aparte de ser la calma y la sensatez que a mí me falta, ya nos iba metiendo las cabras en el corral: Tenemos que prepararnos, esto va a ser más duro de lo que pensamos. Yo asentía, pero dentro de mí me hablaba la mujer optimista que llevo, la que vive pensando en lo bueno que está por llegar y no quiero que contaminen mi pensamiento, porque si no, si pienso demasiado caigo en un pozo negro. Soy como Scarlett O’Hara.

No puedo pensar en eso ahora, si lo hago ahora me volveré loca. Mañana pensaré con claridad. Entonces me arremango, y me pongo en marcha, en modo:¡Prevenidos! ¡Acción! Y entonces limpio, desinfecto, ordeno, (madre mía la de chalaúras y papelotes inútiles que guardamos, y la ropa, madre mía la ropa: Esto lo dejo ahí, para cuando pierda estos kilitos de más). Me arremango y organizo todo para salir, a comprar (siguiendo todas las medidas de seguridad, antes de salir y al volver). Compro la materia prima para cocinar en casa buenos potajes, y comidita saludable. En estos momentos es fundamental estar fuertes. Y trabajando en equipo para el bien común, preparamos la comida, colocamos la compra, intercambiamos opiniones, nos peleamos... Pero estamos juntos, como hace tiempo no lo estábamos. Sacando fuera esa psicosis que tenemos, pero que no la decimos por no preocupar.

Me sigo levantando temprano, estiro, hago un poquito de ejercicios, pero poco. Porque los primeros días empecé muy fuerte, pero no me daba el día para todo: levántate con ánimo para afrontar la situación, haz ejercicios, las tablas que te mandan tus amistades por los grupos de WhatsApp, lee, mira y contesta a todos esos grupos; prepara en familia el desayuno, desayuna, escuchando las noticias; recoge, limpia y desinfecta todo muy bien; videoconferencias, grábate para mandar apoyo... Hasta que decidí priorizar.

He podido asistir en directo en Instagram a una propuesta que nos ha organizado Elena Lázaro Mucho Arte Manager.

He podido volver a ver algunas películas, y otras que no había visto y que tenía pendientes. He visto con mis hijas películas de animación de Estudios Ghibli que a nuestra familia le gusta mucho. He visto La casa de papel, Élite y una serie que me ha fascinado: Unorthodox. Tengo otras para ver que nos van aconsejando en los grupos.

Estoy revisando mis textos (que estaban abandonados). Estoy trabajando en mi nuevo guion, con el apoyo de mi querida Montse Ogalla. También me han mandado un guion que han escrito en estos días dos jóvenes realizadores, de School training: Alejandro Santaella Vera y Jose Carlos Gamero. También tengo tiempo de leer obras de teatro de autores como Oscar Wilde y Dario Fo (Misterio bufo).

Y todo esto, todo, lo hago escuchando música, que siempre ha sido mi motor. Escucho flamenco, blues, fados, tangos, clásica... La música llena mi vida.

En fin, que estoy haciendo, tranquila y a conciencia, todo lo que no puedo hacer normalmente.

Lo malo ha sido el aplazamiento del Festival, esperemos sea así, y no suspensión. El estreno del ultimo corto de Rafatal, La llave, un pregón a la exaltación de la mantilla en la asociación de mujeres La Estrella del Alba que me propuso mi queridísima amiga Belén Caballero... También se ha suspendido la semana cultural del distrito, Cruz de Humilladero, en la que íbamos a estrenar obra el grupo de teatro que dirijo en la asociación cultural el Renfe.

Y lo peor y más terrible es tener que pasar el duelo de tus seres queridos sin poder llorar juntos. Por eso quiero mandar un abrazo muy fuerte y todo mi cariño a todos los que estén pasando por este trance. Ánimo y fuerza, que de esto salimos».

Cristina Savage. Artista, Dpto. actividades MPM

«Gracias a mi madre estoy bastante acostumbrada a estar confinada. Como buena madre old school me castigaba a menudo en mi cuarto y uno de los periodos más largos de castigo fue cuando yo tenía 16 años y descubrió que me habían violado. Ella pasó tanta vergüenza que me encerró un año entero, en el cual me dediqué a dibujar con un rotulador negro permanente en las paredes de mi cuarto, y dibujé hasta barrotes tipo cárcel en la puerta de mi habitación. Luego esta obra on-site se convirtió en una fuente de entretenimiento para enseñarle a los invitados que pasaban por casa a cenar. De hecho, es una obra que he llegado a reproducir en varias ocasiones, la primera vez fue cuando me encapsulé en uno de los escaparates de La Casa Amarilla durante 24 horas y dibujaba en los cristales que me rodeaban, me venían a visitar los amigos y hasta me pusieron velas que robaron del nicho de una santa por la noche.

Este aislamiento es mucho más llevadero que los castigos de mi madre y la verdad es que lo estoy disfrutando. Me pilló de baja tras una histerectomía, en la casa de mi novio en un pueblo rodeado de impresionantes paisajes que te dejan sin respiración. Cuento con una abundancia de fruta, de la frutería de mi maravillosa cuñada, que me sirve para confeccionar suculentos disfraces y cuando me quedo sin tabaco le pego una voz a otra artista, Verónica Ruth Frías, que vive unas calles más abajo. Y me contesta lamentando que ella tampoco tiene y que se está fumando unos restillos mezclados con pelos que rascó del fondo de su bolso.

La verdad es que de momento no me puedo quejar. Tengo la suerte de estar acompañada del gran amor de mi vida y con el confinamiento nos da por fornicar todo lo que podemos, como los osos panda gigantes Ying Ying y Le Le, del ya vacío Ocean Park en Hong Kong (mi ciudad de crianza). Mi novio se está convirtiendo en un cocinero muy apañado y yo en una magnífica friega platos. Estamos redescubriendo la variedad sonora de nuestras flatulencias y los sábados fingimos bailar sobre la barra del Love, etc en Málaga.

El lado oscuro del confinamiento es que soy bastante hiperactiva y dedicada, culturalmente hablando. Como activista defensora de los derechos y presencia de las mujeres en las artes, estoy en varias asociaciones culturales y ahora, incluso, soy vocal para Mujeres en las Artes Visuales (MAV), lo cual me tomo con máxima responsabilidad. A lo largo del día tengo que compartimentar mis tareas online, las didácticas para el Picasso, bañándome de información sobre las futuras exposiciones de Miquel Barceló y Meret Oppenheim e intento no perder la cabeza con ellas, lamiendo la pantalla de mi ordenador en adoración. Por las tardes me pongo en modo Alex Delarge de La Naranja Mécanica y ciber-azoto mis pupilas con información y emails sobre cómo salvar la cultura en España y las artistas que viven de ella en tiempos de coronavirus. Además, tengo que hacer hueco para contar las mujeres inexistentes en las exposiciones y museos malagueños, para luego denunciarlos con mi grupo de performers limpiadoras. Es un no parar y a veces me da un tic en el ojo y muchas cefaleas que intento aliviar por las noches con mi nuevo Satisfyer, que he comprado. Pero no para lo que pensáis, me lo pongo en la sien y entre las cejas para ver si es capaz de chupar mi cerebro y lobotomizarme un rato para poder dormir. El insomnio se vuelve insoportable.

Menos mal que están los amigos y mis hijos para frenar mi frenesí de trabajo en la distancia. Para gastar bromas y reírnos con concursos como #CoronityIs, basado en el programa Pose que me anima a volverme sanamente loca y subirme al tejado de casa para usarlo de pasarela. No es lo mismo que tenerlos cerca y abrazarlos, especialmente a mis hijos. Me duele el pecho a veces de las ganas que tengo de abrazos suyos.

Mi jefe el muy sabio lo decía: el confinamiento existe, pero tiene que encontrarte trabajando».