Cada día, un par o más de citas culturales se cancelan o aplazan temporalmente en nuestra provincia. De momento, la mayoría de los festivales de música, agendados para el verano, se mantienen a la expectativa (anular supondría tener que devolver el dinero de las entradas ya adquiridas), pero parece claro que más tarde o más temprano se caerán del calendario, y que estas vacaciones no tendrán banda sonora de música en vivo. Las declaraciones de Zeke Emanual, especialista en bioética y políticas de salud a The New York Times sobre la vuelta a la normalidad en Estados Unidos después del coronavirus están siendo un golpe de realidad para el sector: «Las reuniones más grandes, conferencias, conciertos, eventos deportivos... Cuando dicen que van a reprogramar una conferencia o evento de graduación para octubre de 2020, no tengo ni idea de cómo creen que es una posibilidad. Esas cosas serán las últimas en regresar. Siendo realistas, estamos hablando del otoño de 2021, como muy pronto». Así, el que iba a ser el verano musical malagueño más ambicioso, con nombres popularísimos e icónicos anunciados (Lenny Kravitz y Bad Bunny, entre otros) y nuevas citas como el Brisa Festival (en el Muelle Uno) parece que se irá al garete.

De momento, los recitales domésticos, espontáneos y forzosamente reducidos, de artistas desde sus domicilios están haciendo el apaño, consiguiendo que no nos olvidemos de que la música en directo es una parte fundamental de nuestras vidas. Pero, ¿qué pasará cuando termine el confinamiento y sigan sin poder volver a realizarse conciertos, ni en teatros, ni en clubs, ni en bares ni en grandes estadios? Surge una alternativa en este panorama absolutamente desolador, una opción, como tantas, favorecida por las nuevas tecnologías y, en concreto, la realidad virtual: sí, ya no tiene nada que ver con la ciencia ficción el ponerse una gafas de realidad virtual o aumentada y corear, vibrar y saltar con las canciones de tu artista favorito desde el salón de tu casa. No será lo mismo que el sudor, los gritos y el abrazo colectivo de una experiencia comunal pero quizás sea un plan interesante.

La banda inglesa Coldplay (y Samsung) hicieron historia en 2017 con la retransmisión del primer concierto en directo en realidad virtual. Desde entonces la tecnología inmersiva se ha convertido en una herramienta cada vez más habitual y fácil (unas gafas especiales y un móvil o un ordenador son lo único que se necesita para este tipo de lives)

Así, en Málaga varias empresas se dedican a ofrecer servicios virtuales. Virtual Sight es una de ellas. Instalan sus cámaras 360 grados de última generación para transmitir en directo a través de YouTube, Facebook o su APP móvil y los usuarios finales no solo podrán verlo en directo, sino revivirlo una y otra vez sin límite. «No es lo mismo ver un concierto en una pantalla desde el salón de tu casa, lo cual genera una sensación en nuestro cerebro de mero espectador, que estar en nuestro salón visualizándolo en 360º y escuchando todo lo que ocurre a tu alrededor; ahí es donde se despiertan emociones más intensas», apunta el CEO de la firma, Juan José Luque, en Cibersur.

De la misma forma que el confinamiento está suponiendo la mayor puesta en práctica hasta la fecha de un modo laboral relegado hasta ahora en muchas casos al plano teórico, el teletrabajo, quizás el coronavirus obligue al sector a apostar de una vez por todas por la realidad virtual como una opción interesante para el melómano techie y un apaño para el fan más clásico y de la vieja escuela. La cuestión es adaptarnos a los nuevos contextos y, sobre todo, librarnos de los molestos prejuicios.