'El Decamerón', inmortal obra de Boccaccio, considerada la primera novela de Occidente, fue escrita hacia el año 1350 e inspirada por la atroz epidemia de peste que asoló al mundo causando una gran mortandad. Se ha estimado que produjo 25 millones de muertes, un tercio de la población europea. 'El Decamerón' es una gran obra literaria porque, aparte de su contenido erótico, resalta el ingenio, la fortuna, la inteligencia o el amor. Pero también evidenció el pavor de una población y el egoísmo de los más ricos, que huyeron de la ciudad ante el generalizado contagio. En Florencia, donde transcurrió la mayor parte de la vida de Boccaccio, falleció el 80% de sus habitantes.

Contrapunto de la trama más conocida del Decamerón es la novela de Albert Camus 'La peste', originada por la epidemia de cólera morbo que Orán padeció en 1849.

El gran mensaje de este otro extraordinario libro lo vemos hoy redivivo en sanitarios, soldados, policías, guardias civiles, boticarios, bomberos, pilotos, cuidadores de mayores, trabajadores de tiendas y supermercados, quiosqueros, taxistas, personas que le hacen la compra a sus vecinos, transportistas, carteros... y en todos los trabajadores que están junto a ellos en otras distintas tareas, que representan la solidaridad ante la pandemia y la determinación de vencer la enfermedad. ¡Dios os bendiga a todos!

Málaga en el XIX

Durante el siglo XIX Málaga padeció numerosas epidemias, comenzando con la de fiebre amarilla en 1803-04, que mató al 25 % de la población, unas 15.000 personas. Narciso Díaz de Escovar las describió todas ampliamente en un interesante libro. Pero ahora nos detendremos en el cólera de 1854-55, casi coincidente con el que asoló Orán, y que se llevó en nuestra ciudad unas 3.000 vidas.

En aquellos trágicos días la labor de los sanitarios fue heroica, como siempre. Pero, como en 'El Decamerón', todos los malagueños que pudieron se marcharon de la ciudad para refugiarse en los pueblos cercanos o en los muchos lagares de los Montes. Hubo sin embargo honrosísimas excepciones, destacando entre ellas especialmente Jorge Loring Oyarzábal y Amalia Heredia Livermore, pocos años después artífices de La Concepción, joya de Málaga.

El matrimonio Loring-Heredia, al irrumpir la epidemia de cólera en 1854, en vez de huir del contagio se quedaron en su casa de la Alameda y junto con unos pocos allegados organizaron la asistencia a los enfermos. Lideraron la Junta de Sanidad y dispusieron que cuatro farmacias preparasen los necesarios medicamentos, que ellos costearon para ser distribuidos gratuitamente a los enfermos.

No deja de llamar la atención que aun a fines del siglo XIX hubiera alguien que atribuía la epidemia de cólera a un castigo divino, como muestra el libro cuya portada se reproduce. Por fortuna hoy las cosas son radicalmente diferentes, y la Iglesia nos da un ejemplo sublime con Cáritas, con las Hermanitas de los Pobres, con las Hermanas Hospitalarias, con el Cottolengo... y con multitud de acciones benéficas.

La iniciativa de 1855

La encomiable, heroica y generosa actitud de Jorge Loring motivó que un grupo de notables malagueños presentara al Ayuntamiento el día 2 de septiembre de 1855 un escrito exponiendo que «debiera esculpirse su nombre en mármol y consignar en él los hechos precitados. Este mármol, colocado en el salón de sesiones de este Excmo. Ayuntamiento, perpetuará su memoria y presentaría a la vez uno de los mayores ejemplos de caridad cristiana».

En reconocimiento de sus méritos, por real decreto de 11 de abril de 1856, reproducido en la biografía de este gran patricio malagueño que publicó en la revista Péndulo un descendiente suyo, Pedro Loring Martínez de Irujo, la reina Isabel II le concedió el título de marqués de Casa Loring «...atendiendo a vuestros méritos y circunstancias y a los servicios que habéis prestado en beneficio de la humanidad durante la permanencia del cólera morbo en dicha ciudad de Málaga...».

Algún día el Ayuntamiento de Málaga podría recuperar esta petición. Y también, atendiendo a la ejemplar y eficacísima labor que ha realizado y continúa realizado D. Amancio Ortega, ojalá que España pueda distinguirlo quizá de forma similar a como lo fue Jorge Loring.

Igualmente merecería perpetuarse con un sencillo bronce el agradecimiento de la ciudadanía a cuantos ahora están ofreciendo su esforzado trabajo y hasta su propia vida para proteger las vidas de los españoles en la gran tragedia que todos estamos padeciendo.

De esta pandemia ha de surgir el deber de replantearnos personal y colectivamente nuestra forma de vivir y sobre todo la obligación moral de concienciarnos de que resulta imperiosamente necesario reforzar la unión entre todos los pueblos, porque todos formamos parte de la Humanidad.