La casa de papel está catapultando las carreras de sus protagonistas. Miguel Herrán (Málaga, 1996) es uno de ellos. Este fuengiroleño, vinculado a El Palo y chamberilero de adopción sabe ya lo que es el éxito, pero aspira a mucho más: tiene ya 10 millones de seguidores en Instagram, es reconocido en todo el mundo por la ficción española y tiene pendiente de estreno la película que podría convertirlo en el nuevo Mario Casas, el thriller de acción dirigido por Daniel Calparsoro Hasta el cielo.

«Gracias a Dani [Guzmán] descubrí lo que quería hacer el resto de mi vida, que es actuar», confesó Miguel Herrán a este periódico en 2015. Acababa de triunfar en el Festival de Málaga con A cambio de nada, el largometraje dirigido por Guzmán. Tiene marcado a fuego en la memoria el día que se cruzó con el actor y director: «Era martes. Yo subía con un par de amigos por una calle al lado de mi casa cuando nos encontramos con él. Comenzamos a comentar entre nosotros: Mira, ése es el de Aquí no hay quien viva... Y de repente nos llamó para que fuéramos a hablar con él y nos empezó a contar que iba a hacer una película. Comenzó a hacernos varias preguntas, qué edad teníamos o si sabíamos montar en moto. Eran las dos de la mañana, yo creía que estaba borracho y nos estaba vacilando. Pero al día siguiente me llamó para hacer una prueba».

Miguel siempre ha confesado que era «un chaval problemático», con un futuro bastante disipado: «No tenía ilusiones, no quería trabajar, no quería estudiar». Detrás de él, siempre su madre: «Ha tenido una vida muy complicada y muy jodida. Quiero contar su historia en una película porque su ejemplo puede ayudar a bastante gente», reveló a la revista Esquire.

Herrán terminaría ganando el Goya al Mejor Actor Revelación y haciéndose con un papel en Élite (el de Christian), la serie de Netflix ya de culto. Después llegó Río, otro gran boom en su carrera, el atracador de La casa de papel gracias al que es el poster boy de toda una generación. Y ahora ha encarnado a Ángel, un chico con talento para meterse en problemas pero también para salir de ellos. Es el protagonista de Hasta el cielo, «una película sexy, lúdica y veloz, con trasfondo social y que narra las peripecias de los delincuentes criados detrás de las grúas de la burbuja inmobiliaria, detrás de las oportunidades, y que han hecho del robo un arte, una forma de llegar a los placeres y lujos que ofrece nuestra sociedad, pero que están reservados a unos pocos», dice el director del filme, Daniel Calparsoro. Parece que a Miguel Herrán le sientan como un guante los personajes al margen, complicados y con una notable afición por lo ajeno.

Cinco años después de ser descubierto una noche de farra, Miguel Herrán tiene diez millones de seguidores en Instagram, asegura que ya no sale de fiesta porque se siente cohibido si alguien le graba y sigue siendo un talento esquivo, difícil de catalogar: en sus posts, sobre todo, perros, viajes en caravana y motos. Y dice: «Puede que llegue un momento en que me vuelva loco, me coja mi furgoneta y me vaya a cultivar palmeras a una isla». No va de farol.