¿Qué se va a encontrar el lector en De repente, siempre es tarde

Historias que hablan de esos instantes que marcan nuestras vidas, aunque a veces no lo sepamos, y que con el paso del tiempo se encienden en nuestra memoria, como una indiscreta linterna cegándonos repentinamente los ojos. Es un libro donde he querido hablar de esa experiencia, de la importancia de las cosas mínimas, de la fugacidad que permanece intacta, de esos momentos donde una simple palabra, un gesto sin importancia puede llegar a ser decisivo y conformar nuestra existencia.

Su lanzamiento se ha visto interrumpido con esta pandemia que nos tiene a todos en casa. ¿Cómo ha afectado al libro?

Pues ha sido otra víctima del Covid-19. No he podido hacer presentación ni promoción, con la consiguiente frustración que supone. Una vez le escuché decir a Blanca Andreu en un espléndido recital de poesía en el Museo Picasso de esta ciudad una frase que me llamó la atención; era algo parecido a lo siguiente: «A veces lo que escribes se puede hacer realidad». El título de mi libro y la fecha de edición (11 de marzo), tres días antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma, me da qué pensar, ya que hasta ahora parece que su confinamiento (guardados en cajas de cartón en la editorial y algunos en mi casa) y el presente incierto que vivimos se acerca bastante a la evocación que sugiere el título.

¿Cómo lleva el confinamiento?

Con mucha inquietud y tristeza: todos los días llegan noticias angustiosas de muertes y contagios; es como la guerra que nunca vivimos pero con un enemigo invisible, y todos somos víctimas potenciales de ese virus. Sin embargo, no deja de asombrarme, con un escenario como el que tenemos, que haya políticos y algunos columnistas que se sirvan de esta gran catástrofe para deformar la realidad de forma absolutamente mezquina y voraz. Deberían tomar ejemplo de Portugal, donde la oposición le ha dado todo su apoyo al Gobierno, una lección más de buen hacer político y ético del país luso.

Su libro es prosa, pero usted es más habitual en la poesía.

La poesía es algo esencial en mi vida, para mí es refugio y laberinto. Creo en la necesidad ética del poema, no como un ejercicio autocomplaciente, sino como una práctica que origina solidaridades, ayuda a las grandes catarsis, y sobre todo, es un medio de conocimiento de la realidad ya que las palabras expresan el mundo. Mis raíces en la escritura están en la poesía, es mi referente. La poesía es la piedra angular de toda civilización, no es posible una cultura sin poesía, no tendría razón de ser.

Su trayectoria literaria tiene mucho de diálogo entre las artes.

Escribir es ponerle nombre a la incertidumbre. A mí me atrae mucho la idea de mezclar dos lenguajes artísticos: la poesía y la fotografía. Ésta puede ser definida como un espacio en cuyo interior hay un tiempo comprimido; un tiempo que interpreta el mundo, mientras que la poesía quizás lo reconstruye. También al contrario serían válidas tales afirmaciones. Y además hay un territorio donde se unen los dos lenguajes, aunque es cierto que el poema va de dentro hacia afuera, mientras que la fotografía hace el camino inverso. En ese viaje de la imagen a la idea hay, en efecto, un lugar donde ambas se encuentran y comparten el uso de fórmulas expresivas como la elipsis, la metáfora o el silencio. Cuando caminan en la misma dirección, la fotografía enmarca el tiempo en el espacio y la poesía se transforma en una emanación del referente, de la imagen física. En 2014 publiqué Fronteras, donde se conjugan la imagen y la palabra. Este trabajo supuso para mí una de las experiencias más gratificantes en relación con la escritura.

En 2016 se alzó con el Premio Literario Himilce de poesía con su obra El Canto Inaudito

Una inmensa alegría y un gran honor. Éste era un premio que nacía con la voluntad de mantener la actitud de una fortaleza y de una esencia personal y genérica ante la poesía y la vida, ya que conllevaba el reconocimiento y transcendencia de la literatura escrita por mujeres, algo que me parece sustancial para cambiar o ampliar el mundo. En El canto inaudito intenté fundir lo emocional y lo racional, el dolor privado con el dolor social de todos aquellos que sufren una realidad espantosa, con miles de refugiados que se ahogan en el mar Mediterráneo huyendo de la guerra, del terror, del hambre. Como mujer me pude trasladar desde una posición de falta de poder hacia un sentido más amplio de integridad: un cambio discursivo que permite hacer nuevas identificaciones y concebir un futuro diferente.

¿Qué hay de Málaga en sus libros?

El paisaje de mis textos es básicamente urbano: la ciudad como espacio físico que rompe las barreras tradicionales de clases que siguen impuestas consciente o inconscientemente en nuestra conciencia individual, me apasionan las grandes urbes, donde se diluyen las categorías de vencidos y vencedores, es un todo que pertenece a todos, disfruto especialmente de ese espectáculo flâneur que se inició en el XIX con Baudelaire y sigue siendo fuente de inspiración en todas las artes. En mi escritura se repite una imagen que recojo de varios escritores que admiro, Robert Walser y Fernando Pessoa, se trata de ese caminar aprehendiendo, y los escenarios por donde discurre son ciudades que están construidas en mi memoria y en mis sueños, lugares que he vivido o imaginado, y entre ellos, mezclados siempre, está Málaga, pero también París, Lisboa, Roma o la plaza Bib-Rambla (Granada).