Nunca antes había escrito un libro de no ficción y cuando finalmente ha debutado, ¡sorpresa!, Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964) ha desatado tormentas, sobre todo en EEUU. Blanco es un particular libro de ocho ensayos con ecos memorialísticos. Hay referencias a la infancia, al cine que le marcó y a su propia biografía, pero el foco se vuelve con especial intensidad hacia la cultura, las redes sociales, la Generación X -de la que se hizo portavoz con Menos que cero y, sobre todo, con American Psycho- y a los millenials, grupo al que pertenece su novio.

En plena forma como provocador, no le faltan las denuncias: de la izquierda «fascista» que, según él, se ha desatado desde la llegada al poder de un Donald Trump (al que no cuestiona), de la corrección política, de la cultura woke y de la «cancelación» de la alerta contra cualquier expresión de misoginia, racismo o desigualdad... Le llamamos a su apartamento en West Hollywood, donde pasa la pandemia y como ha pedido, sin vídeo.

¿Cómo lleva la pandemia?

He aprendido que esto es muy parecido a mi vida; estoy todo el día en mi despacho, no suelo socializar mucho, no voy a fiestas, no voy a pases de películas... Echo de menos a mis amigos, los restaurantes, ir al cine, al gimnasio. He intentado hacer ejercicio en casa y me he fastidiado las lumbares. Una locura. Lo fantástico es que nunca he leído tantos libros como en las últimas cinco o seis semanas. Tengo algo de ansiedad por estar aislado pero estoy bien. Aquí en Los Ángeles hay cierta sensación de resistencia.

¿Cómo ve el virus en sí mismo?

Lo veo peligroso. Lo veo natural. He hablado mucho con mi madre de la polio, que pasó cuando ella era pequeña, y como gay he pensado en el sida. Esto es simplemente parte de la naturaleza y tenemos que lidiar con ello. Es aleatorio pero también, puede interpretarse como un plan. Y a la vez veo gente que muere a los 52 años y me entristece, pero eso es parte de la vida y la muerte.

Como amante del cine, ¿qué impacto cree que va a tener en Hollywood?

Está provocando algo que Hollywood quería hacer desde hace tiempo: eliminar la experiencia en las salas. Creo que a final de año vamos a ver un cambio drástico en cómo se estrenan las películas. Habrá películas aisladas consideradas un contecimiento por las que pagarás 35 dólares y te darán un muñequito o algo así. El resto será para streaming.

¿Y en el mundo editorial?

Va a a salir mejor parado. Mi agente dice que no se puede creer la subida de ventas. Yo de repente recibo emails de amigos pidiéndome listas de recomendaciones de lectura, y hace mucho que no me pasaba eso. No sé qué va a ocurrir con los eventos deportivos o el teatro, pero llegará, habrá que mirar los números y tomar decisiones. Creo que nos hemos vuelto un poco locos. Es decir: claro que el virus es una cosa terrible, y la gente está muriendo, pero necesitamos saber si esto es lo peor que ha pasado nunca.

Uno de los temas que aborda críticamente en su libro son los medios de comunicación. ¿Cómo ve su papel en esta crisis?

Cómo veo los medios estadounidenses en general: como una broma. No me los puedo tomar en serio. Creo que soy más sensible porque pasé por un periodo cuando se canceló American Psycho [cuya primera editorial abortó la publicación por las críticas] y los medios que escribieron sobre mí se equivocaron.

¿Y Twitter? No ha estado muy activo en la red social en esta crisis...

Uso sobre todo podcasts. Mucha de mi audiencia está en Twitter y la mayoría en Facebook. Solo puse un par de mensajes sobre la serie Tiger king, pero ya no disfruto usándolo tanto.

¿Qué le dice a usted que en medio de lo que está pasando Tiger king sea un fenómeno cultural?

Ha tenido mucha suerte con el momento del estreno pero también es muy emblemático de dónde nos encontramos. La serie no está bien hecha en absoluto, no es inteligente. Como gay sí me interesó mucho la representación de Joe Exotic. No vemos un gay así en los media mainstream. Un tipo que probablemente es de derechas y apoya a Trump, que habla de cómo seducía a chicos heterosexuales con metanfetamina y cachorros de tigre. Eso era interesante, porque a los medios mainstream solo les gusta retratar a los gays sin tacha y a algunos no nos parece bien. Por eso me gusta.

¿Cómo ve las decisiones políticas ante la pandemia?

Intento no politizarla. Trump es Trump, es quien es. No voy a dejar que sacuda mi vida o que me haga infeliz. Mi novio, en cambio, se enfada, grita. Llevo tres años diciéndole que simplemente busquen un buen candidato para ganarle en 2020. Y mira lo que ha pasado [Joe Biden será el candidato demócrata]. Las ruedas de prensa de Trump han sido fascinantes. Encuentro divertido cuando Trump ataca a los medios de frente. Creo que algunos periodistas merecen las bofetadas que les da. No todos, pero muchos adoptan posturas de superioridad y se contradicen tanto como Trump. Quejarse de él es un discurso zombie.

¿Por qué escribió Blanco?

Porque me lo pidió mi agente. Me dijo que pensara en mi podcasts, donde hablo de cultura, política y de cómo la gente reacciona ante esta. Un amigo al que dedico el libro [Matthew Specktor] me dijo que veía mis podcasts como la destilación de la Generación X y dónde habíamos acabado. Sobre alguien que creció en la libertad de los 60 y 70 y hasta 80, superó el bache la corrección política de los primeros 90 y ahora es un hombre mayor mirando a la cultura woke, a la gente que alaba la ideología más que la estética, que yo valoro. Soy como el viejo en el porche, que sacude la cabeza mientras ve a los jóvenes. Y siempre he sido ese hombre mayor, ya lo era en Menos que cero.

¿Está satisfecho? Es su primer libro de no ficción.

[Se toma un tiempo] Nunca estoy satisfecho. Desearía que viviéramos en un momento en que no fuéramos tan cainitas en nuestras opiniones. Eso no ayuda a tener una sociedad sana. Creo que el libro se ha malinterpretado en EEUU, donde está todo tan politizado que si mencionas a Trump y no pones cara de espanto ya lo apoyas, y no es algo que me interese.

La palabra fascismo aparece varias veces en el libro.

Creo que la gente sabe que el fascismo del que hablo es emocional. Pero puede preguntarme qué quiero decir con fascismo.

Me gustaría saberlo. Estos días se lanza la palabra tanto contra la izquierda como contra la derecha.

La palabra ha cambiado su significado original. La gente la usa de forma muy casual al igual que yo en el libro.

¿Y no le parece peligroso?

¿Y qué me dice de la palabra maricón? No sé... Las palabras cambian de sentido a lo largo del tiempo. Creo que parte del problema con la policía del lenguaje es que no puedes usar la palabra fascismo cuando escribes. O puedes usarla y serás fuertemente criticado. Podemos hablar de si es apropiado o no. No sé si me importa.

Hablemos de la censura, de la libertad de expresión. En España hay gente encarcelada por letras de canciones.

Aquí la censura viene 100% de la izquierda y es algo extremadamente preocupante. En la universidad a toda una generación se le han enseñado estas cosas sobre insterseccionalidad, apropiación cultural o cómo están todos tan oprimidos... Son víctimas. ¡Eres una víctima! Y es una locura absoluta. Obama ya ha advertido a la izquierda sobre ello. Y lo ves en tantas formas...

¿Como cuáles?

Pienso en Woody Allen. Me estoy leyendo el libro de sus memorias y es una delicia, tan bueno, convincente, divertido, sorprendente... Pensarías que cualquier editor querría tenerlo. En cualquier otro momento habría sido número uno en ventas. No puedo concebir un mundo en que el editor, por unos pocos millennials blandengues contrariados y Ronan Farrow, decida no publicar las jodidas memorias de Woody Allen. Se cancelan unos trabajos y se promueven otros porque son representativos, o diversos... Y encuentro asombroso que la gente no hable más de esto en Hollywood. Aunque, la verdad, lo hablan fuera de los focos. En privado la gente hace bromas todo el tiempo.