Entre marzo y mayo se han suspendido en España 30.000 actuaciones, que supondrán unas pérdidas estimadas en 130 millones de euros. El dato lo recogen en un documento una treintena de asociaciones de las artes escénicas y de la música, en el que exponen el panorama del sector. Dentro de esos colectivos hay creadores, compañías, productoras y distribuidoras, salas de exhibición y también técnicos, el último eslabón de la cadena y uno de los sectores más maltratados ya en una situación de normalidad y por la que esta crisis está pasando como una apisonadora.

En Málaga, los profesionales del sonido y la iluminación se enfrentan a una jornada sin horarios, autónomos y freelance que cobran y cotizan solo cuando hay función o concierto. Pero de momento, ni una cosa ni otra. Un colectivo, para muchos los temporeros de la farándula, con poca fuerza que no tiene convenio propio sino que está adscrito al del metal, la química o la construcción.

Pope López, técnico de iluminación, es uno de ellos. Lleva 23 años en el tajo, «pasando penas y alegrías, noches de furgoneta y jornadas de 36 horas. Ahora quiero volver a trabajar en lo que me apasiona. Espero que para cuando llegue la tan deseada vuelta al trabajo este Gobierno se haya dado cuenta de que existimos y haga algo para darnos cabida en la vida laboral del país. Porque sin técnicos tampoco hay cultura», reflexiona López. El iluminador malagueño es pesimista: «Nuestra reactivación verdadera no será hasta septiembre al menos, y confiando que en octubre no vuelva a haber un repunte de la epidemia. Así que parece que nos espera un año muy largo y muy duro hasta 2021».

La situación, dice Pope, es nefasta, aunque el sector «siempre ha estado desprotegido y un tanto olvidado: Durante esta crisis sanitaria te das cuenta de que es aún peor de lo que pensabas. No recibes ayudas y es el último sector que volverá a trabajar».

El problema de fondo es que no se tiene conocimiento real del sector. En este ámbito está todo en el aire: no se fijan jornadas, hay eventos que duran días y resulta difícil, por no decir imposible, conciliar las particularidades de las tareas con las bases laborales mínimas. Y es así para todos, para los profesionales, digamos, rasos y para los galardonados. Por ejemplo, Juanjo Llorens, un iluminador alicantino con varios premios Max, juega en primera división artística pero ofrece unos datos para la reflexión: «Si calculas a cómo pagan la hora de tu trabajo es la mitad que una señora de la limpieza, con todos mis respetos evidentemente. En el teatro te puedes tirar 18 horas e incluso 24 y los que están bien pagados pueden cobrar 250 euros brutos por jornada, pero lo normal son 120 ó 180 como mucho, más 30 de dietas y hotel pagado, o 90 y te lo pagas tú; y encima nos meten en proveedores y nos pagan hasta en 90 días».

Unas 30.000 familias viven directa o indirectamente del sector de la música en España y a la mayoría no se les ve sobre el escenario. En los conciertos de artistas ya con un renombre trabajan entre 30 y 150 personas. Estos datos, sin embargo, no auguran nada bueno para los técnicos de los conciertos porque la viabilidad de que se puedan volver a celebrar es incierta. Alejandro Peretti, que trabaja como técnico de sonido en la Sala París 15, es muy crítico: «El coronavirus ha sido un duro golpe a casi todos los sectores, pero cuando muchos están abriendo ya sus negocios poco a poco, parece que nosotros aún no tenemos sitio en esas fases hasta la nueva normalidad», asegura. Y el futuro inmediato, el verano, la temporada alta de los técnicos de la cultura, no es precisamente halagüeño: «Va a estar muy jodido; muchos festivales. Por mirar algo positivo, Alejandro apunta algún que otro alivio: «Por el lado económico, yo no me puedo quejar de momento: no se cobró la cuota de autónomo, el pago del IVA se aplazó hasta ahora y la mutua ingresó 700 euros de ayuda».