Solo 30 personas podrán contemplar al mismo tiempo el Guernica en el Museo Reina Sofía cuando reabra sus puertas este sábado. Es un paradójico y beneficioso efecto de la pandemia que, tras tres meses de cierre, obliga a abrir el museo con fuertes restricciones de aforo y de espacio expositivo. No podrá acoger a más de 938 personas hasta que se recupere la normalidad y esta cifra se triplique. Se podrá visitar toda la segunda planta además del jardín y las terrazas, que albergan obras de Cristina Iglesias, Calder o Miralda. Por supuesto, con mascarilla y en recorridos marcados. Será además una visita más barata porque la entrada general baja de 10 a 5 euros -4 en venta anticipada- y se mantiene la gratuidad los fines de semana.

Los generosos y hoy desinfectados y silenciosos espacios del antiguo Hospital de San Carlos han permitido organizar el sentido de los recorridos para que se guarden en todo momento las distancias de seguridad y no haya aglomeraciones. No habrá cámaras térmicas ni termómetros que tomen la temperatura a los visitantes. Sí mamparas de metacrilato en todos los puestos de atención al visitante, pegatinas en el suelo marcando direcciones, cartelería que recuerde las medidas de higiene y dispensadores de gel desinfectante. Pero el alma del museo, su espacio más privilegiado en la segunda planta, la sala 206 del edificio Sabatini, la casa del Guernica, se convertirá en un remanso de paz.

En días normales y de gran flujo de turistas se acumulan ante el lienzo de Picasso entre 90 y 100 personas. Ahora la limitación será de 30 visitantes, 60 privilegiados ojos que disfrutarán de la universal obra del genio malagueño con mucho más desahogo. «Las visitas al Guernica van a ganar en calidad y tranquilidad y permitirán interactuar con esta y las demás obras de forma más íntima y personal, ahora sin escolares, sin turistas ni grandes grupos», se felicita el director Manuel Borja-Villel.

Se ha reordenado parcialmente la colección para hacer más atractiva una visita «concentrada» y que pone el acento en «un tiempo de guerra y solidaridad que tiene mucho que ver con lo que vivimos ahora», explica Borja-Villel. El grueso del recorrido está en la segunda planta, en la que se ha incrementado la presencia de obras de Dalí en torno a El gran masturbador en la sala de los surrealistas, y al lado de Muchacha en la ventana. El director del museo público no pierde el optimismo y contempla con esperanza la desescalada. «Somos optimistas, porque estamos vivos y con el museo activo, pero estamos también preocupados por el futuro. La situación es muy complicada y puede ser más complicada», admite. «Debemos reflexionar sobe el futuro que queremos y sobrevivir sin cancelar la programación», insiste Borja-Villel.