Una multitud infinita, en perfecta disposición diagonal, compone una cola: están esperando conseguir provisiones. Es una línea sin comienzo ni final, que reduce al ser humano a poquísima cosa. «Vivimos en un mundo en el que por vocación o por las circunstancias puedes vivir tu vida sin que te pertenezca ni un solo minuto», reflexionó el artista Aleksey Sundukov sobre esta imagen, pintada por él mismo y que tituló, simplemente, 'La cola'. Es una de las grandes piezas de 'Realismo: Pasado y presente. Arte y verdad', la exposición anual del Museo Ruso que habita ya las paredes de Tabacalera, unos meses después de lo previsto por la irrupción del coronavirus. En cartelera hasta el 4 de abril del próximo 2021.

Aseguran los responsables de la pinacoteca que la muestra pretende reivindicar el realismo «como disciplina artística capaz de representar objetivamente la realidad, superando épocas históricas». A través de obras del siglo XVIII hasta la actualidad, pertenecientes al abundantísimo stock artístico de la casa matriz de San Petersburgo, se trata de llegar al tuétano de nuestros asuntos, sin distraernos en disquisiciones ideológicas (recordemos aquella otra anual, Radiante porvenir. El arte del realismo socialista, centra en cómo el régimen utilizó los pinceles de sus creadores para ajustar el reflejo a la realidad).

Y precisamente por eso, por esa intención de afrontar la verdad directa y sin subterfugios ni despistes, el paseo por los varios siglos que nutren Realismo: Pasado y presente. Arte y verdad tiene mucho de retrato de nuestra actualidad: la crisis de la Covid-19 y sus estragos en las clases más desfavorecidas ha ofrecido estampas desgraciadamente muy parecidas a la citada obra de Sundukov; también la muestra incluye autorretratos en forma de selfis en el baño, como el Autorretrato en el espejo, de un A.S. Shenderov que ahora seguramente haría algo similar en su cuenta de Instagram; o también vemos un paisaje nocturno, silencioso y devastador de una ciudad en el silencio absoluto de la madrugada vacía (Wasteland at night, de Pavlov), como nuestras calles en los días del confinamiento duro.

Como suele ocurrir en las exposiciones del Museo Ruso, hay aquí muchos y notables descubrimientos a cargo de nombres desconocidos hasta para el aficionado más avezado. Quizás el artista con mayor bibliografía de este puñado de prodigiosos pero anónimos creadores sea Kuzma Petrov-Vodkin, el precursor pictórico del ojo de pez y del que podemos ver en Málaga algunos ejemplos de una de sus grandes especialidades, la naturaleza muerta. Pero la mirada abierta y curiosa del espectador, necesaria a la hora de traspasar las puertas de un centro como el de la antigua Tabacalera, cuyas muestras no suelen ser las de apellidos con marca registrada, le recompensará con nombres de talentos en los que profundizar e investigar.