Entre Katherine Mansfield, que nació en Nueva Zelanda en 1888, y Lorrie Moore, que lo hizo en Estados Unidos en 1957, podríamos trazar un arco prodigioso del relato en lengua inglesa escrito por mujeres. En ese rutilante despliegue de la prosa breve destacan un puñado de ochomiles: Flannery O'Connor, Muriel Spark, Grace Paley, Alice Munro, Amy Hempel. Y por supuesto Mavis Gallant, la gran figura todavía secreta para muchos lectores de las letras canadienses y una de las más formidables maestras que el cuento ha dado a la largo de su historia desde que Poe le regalara al género un lugar bajo el sol de los manuales de literatura.

El virtuosismo de Gallant se encarnó en catorce libros, desde The other Paris, aparecido en 1956, hasta The cost of living: early and uncollected stories, que en 2009 recuperaba textos primerizos y/o no recogidos con anterioridad dentro de una trayectoria de más de medio siglo de entrega a la ficción. Ese mismo año gozábamos en España de la monumental edición que Lumen, en traducción de Sergio Lledó, publicó bajo el título Los cuentos, y que reproducía la que en 1996, con vocación antológica, apareció en inglés como The selected stories of Mavis Gallant. En la edición de Lumen no se recogía sin embargo ninguno de los seis textos que Eterna Cadencia atesora ahora en Los cuentos de Linnet Muir, en extraordinaria versión de Inés Garland, seis cuentos que serían memorables por sí solos, pero que además añaden a su brillantez la posibilidad de ver crecer en el tiempo a un personaje, Linnet Muir, que en palabras de la propia Gallant no es su sosia, pero sí un precipitado bastante fiel de lo que fueron la infancia y la juventud de la autora.

A través de la vida de Linnet en el Canadá de los años 30 y de los primeros tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Gallant ofrece una sostenida lección de escritura mientras abunda en los perfiles de una familia que hoy llamaríamos disfuncional (madre ausente, padre enfermo, niña entregada a los vaivenes de una constelación de adultos incapaces de guardar lealtad a nada que no sea su propio interés) y en las peculiaridades de un país fracturado por dos lenguas, dos visiones del cristianismo y una compleja relación de inferioridad con vecinos poderosos, uno por historia, la Inglaterra heredera de la insostenible división de clases de la época eduardiana, y otro por tamaño, los Estados Unidos de Norteamérica supervivientes a la Gran Depresión e instalados en el ímpetu del New Deal rooseveltiano.

De esa tensión entre intimidad y época, Gallant extrae seis esplendorosas geometrías en torno a algunos de sus temas predilectos, como la formación estética y la educación política, hasta construir el retrato de una mujer que, en lucha contra los apriorismos de su tiempo y los lugares comunes de la educación, traza la singularidad de una conciencia radicalmente libre, algo que esta escritora inexcusable fue en la página, pero también en la vida.